“No sé leer ni escribir”. La confesión del joven de 19 años, acusado de matar de dos balazos a Carlos Argüelles el pasado 6 de septiembre. Tampoco supo decir el día de su nacimiento.
En pleno 2021, hay en Rosario personas que no leen ni escriben sus nombres, gente que puede esbozar apenas algunas líneas y descifrar primariamente el mismo código que, justamente, intenta concretar esta pieza de comunicación. Hay otros y otras que, capaces de plasmar en letras sus pensamientos, no alcanzan a comprender los ajenos. También tienen diversas edades, pero una condición común: la pobreza marginal. No hay registro oficial actual de cuántos son los ciudadanos y ciudadanas en esta condición ya que el último censo nacional data de 2010. Sin embargo, de acuerdo a Alfabetización Santa Fe, hay más de 30 mil, solo en la ciudad. Un número aproximado ya que, según la experiencia de esta misma organización local, una de las características de las personas analfabetas es su temor a decirlo.
“Una persona que no sabe leer ni escribir es lo mismo que una persona que no ve y en la pobreza, porque las personas que no saben ni leer ni escribir están por fuera del sistema que conocemos, están en otro donde tienen todos sus derechos vulnerados”, precisó a Rosario3, Guillermo Cabruja, quien le conoce de cerca la cara al analfabetismo.
Al frente de Alfabetización Santa Fe, que de la mano de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y los gobiernos locales desarrolla diversos abordajes de aprendizaje de lecto- escritura en barrios vulnerados y cárceles, pudo desentrañar el universo del que desconoce de símbolos y pudo advertir que es un mundo hostil: “Cualquier derecho que se piense está vulnerado –amplió– para votar, conducir o en salud porque no puede leer una receta ni la cajita de un medicamento. Y esas vivencias que arrastra desde la infancia lo van apartando y la sociedad lo va estigmatizando. Es estar parado en la esquina de San Martín y Córdoba y preguntar en qué calle está y que le digan «está acá» como si fuera un tonto, ¿cómo es que no ve el cartel que lo indica? Y entonces, la persona no dice que no sabe leer. Lo mismo para tomar un colectivo o comprar un paquete de algo. Llevan el papelito anotado”, sostuvo.
“Es muy común que la persona que no sabe leer ni escribir no se mueva mucho de su lugar. Se va encerrando, es una pérdida de libertad. Recuerdo cuando hicimos un relevamiento en la zona de Maradona y Garzón y encontramos unos 15 pibes de 18 años que no sabían ni leer ni escribir pero que tampoco conocían el Monumento a la Bandera, ni el río. No salen del barrio”, agregó y destacó en ese sentido: “Son todas situaciones que hacen a la manifestación de esa deficiencia que tienen. La educación es un derecho humano, no debería haber ninguna persona sin saber leer ni escribir”.
Pero las hay y muchas. Cabruja consideró que “en Rosario hay una carencia enorme” en materia de alfabetización y aseguró: “Decimos 30 mil porque hacemos la cuenta aproximada de manzanas, pero seguramente hay muchos más”. Además, conviven con una variedad de grises: “Hay muchos adolescentes escolarizados de 17 años que nos saben leer ni escribir, chicos con 13 años que van a la escuela y no saben. Los maestros hacen un gran esfuerzo, pero no dan abasto, si se concentran en este grupo se les van los otros”, indicó y apuntó: “Las condiciones de las escuelas en los barrios son muy difíciles”.
Entonces, ¿por qué un chico o nena que va a la escuela no aprende del todo a leer y a escribir? “La precariedad es un obstáculo. Por decir un lugar, en Sorrento y Cullen si recorrés un poco, no hay luz ni agua, viven en condiciones infrahumanas. Son chicos que a los 10 años dan lástima y a los 17 miedo. Son jóvenes marginados, es muy difícil aprender en condiciones tan precarias, con mala alimentación, enfermedades en los padres quienes tampoco saben leer ni escribir. La escuela está, pero es selectiva”, planteó y añadió: “Hay personas en las cárceles a las que les descubrimos problemas de vista, no han sabido que precisaban lentes. El analfabetismo está ligado a la pobreza por eso es salvable. Con una docente por pabellón en las cárceles lograríamos mucho, no podemos estar seguros en una sociedad con tante gente analfabeta”.
El negocio de la violencia
El 9 de septiembre pasado, en la audiencia donde fueron imputados los detenidos por el homicidio de Carlos Argüelles, el testigo arrepentido en la causa Alvarado, se expuso el circuito económico que funciona detrás de las balas, una verdadera estructura de oferta y demanda laboral.
El fiscal interviniente, Matías Edery, advirtió en diálogo con Radiópolis, el programa de Roberto Caferra en Radio 2, que ya son varios los casos que encontró en investigaciones como el del presunto autor del crimen de Agüelles, un joven sin recursos materiales ni herramientas intelectuales. En ese marco, sugirió que estas personas desenganchadas del sistema, son fácilmente "tentadas" por las redes delictivas ya que le ofrecen el dinero que jamás obtendrían legalmente. Una puerta que se abre cuando todas se cierran.
Consultado por Rosario3, Cabruja analizó al respecto: “No saber leer ni escribir te limita mucho las posibilidades de tener una vida digna, de tener un buen trabajo, de desenvolverte en una comunidad y ganarte tu ingreso como cualquier vecino. Entonces ahí empiezan a aparecer ofrecimientos por izquierda, el soldadito, el manejo de armas, la droga”, dijo con conocimiento de causa por caminar los barrios más humildes de la ciudad.
“La mayoría de los pibes que están en la cárcel han tenido vinculación con el negocio del narcotráfico, desde los más pequeños a los más grandes. Y también se convierte en un tema aspiracional porque el que no sabe leer ni escribir, la persona vulnerada, ve que por el lado bueno –por llamarlo de alguna forma–no llega a ningún lado. Y por el lado de lo malo, ve que un tipo agarró un fierro, hizo plata, se compró esto y aquello, hay una idea de escala social por el lado de la delincuencia”, continuó. Para el alfabetizador, incluso “hay algunos que no tienen otra opción, y encuentran en ese esquema un futuro”.
“No todos tenemos la misma valoración de la vida, hay vidas que son de mierda, ¿cuánto vale una vida de mierda? Y si mi vida no vale nada, ¿cuánto vale la tuya? Entonces están al límite, pero es un límite que para ellos es normal. Hay familias que están vulneradas desde varias generaciones, entonces son criaturas que nacen y viven en ese concepto. Los pibes de 5 o 6 años no tienen la culpa de no ir a la escuela, no fue una decisión que tomaron ellos, como no lo fue para mí ir, me llevaron–reflexionó–. A ellos no los llevaron y si fueron, lo hicieron pocas veces, y llegó un momento en que no fueron más. Si la familia sale a cirujear, ¿cómo hace para mandar el pibe a la escuela? Si el pibe limpia vidrios, ¿cómo hace para ir a la escuela? Entonces todo ese circuito genera analfabetismo, y el analfabetismo es la base de la pobreza, y de la marginalidad. Es mucho más probable que una persona que no ha tenido instrucción o que no tenga un buen pasar económico caiga en esto de que una persona le diga «te doy tanta guita por llevar esto de un lado a otro». La falta de la palabra produce violencia”, concluyó.
Liberar las palabras
“Nosotros lo que hacemos es un acto de Justicia, la restitución de un derecho. Cuando ayudamos a una persona a que aprenda a leer y escribir realizamos un acto de inclusión”, resumió Cabruja sobre la tarea que llevan a cabo. Alfabetización Santa Fe trabaja vinculado a las organizaciones sociales del territorio, templos, escuelas y cárceles: “Allí trabajamos adentro de los pabellones con lo que haya organizado o no. En general hay un líder que es el delegado del pabellón, que si es evangélico se llama siervo, que nos dice si hay una demanda de personas que estén interesadas en leer y escribir, trabajamos con esas personas. Y si eso no existe hacemos relevamientos”, observó.
“Aprender a leer y escribir en los pabellones evangélicos–detalló– les permite leer la Palabra y para ellos es super motivante. No es que sea suficiente, pero es el inicio de un camino. Nosotros promovemos que una vez que aprendan a leer y a escribir ingresen a un circuito de educación pública, hay distintos sistemas para continuar el proceso”, continuó y profundizó: “Hay que construir un vínculo y nuestra arma secreta es la sonrisa, tenemos que ir alegres y mirando a los ojos, con mucha humildad.Hay veces que vamos 3 o 4 veces y no avanzamos en el proceso de lecto escritura porque es necesario romper otros esquemas, tratar de que la persona esté dispuesta a aprender”.
En esa delicada construcción, se utilizan diversos métodos: “Empezamos a trabajar con la palabra generadora de Paulo Freire, y con el programa Encuentro. Empezamos con el diálogo, arrancamos con frases, por ejemplo, «Juana dijo que no tiene plata para comprar pollo». La escribimos, empezamos a identificar las letras y de acuerdo a las motivaciones de la persona, su historia y su entorno, vamos elaborando paso a paso el proceso de aprendizaje. También, estamos dictando cursos virtuales, logramos introducir en la Facultad de Derecho un programa de alfabetización y acceso a la Justicia, al cual adhieren las facultades de Psicología, Humanidades, y la de Ciencia Política. Hubo 765 personas inscriptas y que ya hicieron sus primeros 5 encuentros virtuales y a partir de octubre vamos a empezar con la práctica de los voluntarios que quieran hacer la parte práctica. Nosotros convocamos constantemente a voluntarios a alfabetizar. También buscamos vecinos que alfabetizan en su propia zona, porque es muy rico por las relaciones que genera, un sentido de comunidad y solidaridad entre vecinos”, manifestó.
Pandemia
Para el director provincial de Desarrollo Territorial Rosario, Camilo Scaglia “la pandemia de coronavirus complejizó para muchas familias el sostén de la escolaridad por un factor particular, la precaria conectividad en la mayoría de los hogares rosarinos”. En ese sentido, recordó la ley de Conectividad elaborada por el Ejecutivo provincial que no ha avanzado aun en la Legislatura.
“Está claro que la pandemia quebró muchas situaciones y fue la principal causa que mermó el grado de escolarización, lo que como Estado tratamos durante estos meses es dar contención efectiva en la cobertura de las necesidades elementales de las familias. Si ese horizonte está despejado los problemas de deserción y baja escolaridad que se pueden observar se pueden atacar de forma más específica y eficaz”, observó en diálogo con Rosario3 y en ese marco, destacó “propuestas que se pensaron en conjunto con el equipo del Ministerio de Educación apenas se suspendieron las clases presenciales, como por ejemplo, el acercamiento de material didáctico y cuadernillos o Verano Activo durante enero y febrero de 2021.
“En el mundo que vivimos no contar con las herramientas cognitivas elementales que brinda el aprendizaje es un problema para el desarrollo individual y comunitario, el desafío pasa por fortalecer y pulir en lo urgente esos saberes, me parece que la progresiva salida de este contexto complejo que nos tocó abordar como gestión va a permitir, con muchísimo trabajo articulado entre los distintos estamentos del Estado, lograr sobrellevar las particularidades que se vieron en el aprendizaje durante el covid-19”, consideró.