La aprobación por parte de Estados Unidos del trigo argentino HB4, una variedad transgénica tolerante a la sequía, es un logro que genera satisfacción y entusiasmo en los investigadores que desarrollaron el proyecto, pero a la vez convive con la frustración por el desfinanciamiento de la ciencia decidido por el gobierno nacional que pone en territorio de sombras la posibilidad de encarar otros proyectos de este tipo.

La investigación que consiguió este hito significativo para la biotecnología agrícola desarrollada en Argentina se llevó adelante en Santa Fe y el proyecto fue liderado por la doctora en Bioquímica Raquel Chan, que en diálogo con el programa Radiópolis, de Radio 2, señaló esta “dicotomía”: “Por un lado estamos de festejo por un logro y por otro padecemos que la ciencia está muy castigada en el país”.

Muy concretamente, la investigadora del Conicet, que desarrolló este proyecto en conjunto con la empresa Bioceres, apuntó a la raíz del problema que afronta el desarrollo científico argentino: “La Agencia de Promoción Científica y Eecnológica, que es la que da el financiamiento para los proyectos después de concursos y evaluaciones, anunció que no va a pagar actualizaciones de financiamientos otorgados anteriormente y que tampoco va a aprobar ningún proyecto nuevo que no esté firmado. Esto implica que el último proyecto es de 2021, con presupuestos de ese año, que hoy son monedas. Yo gané, pero con la inflación del 300 por ciento, y el agravante de que la mayoría de nuestros insumos son importados, ese dinero no alcanza para nada”.

Chan resaltó que la aprobación de Estados Unidos para que se pueda sembrar en ese país la semilla desarrollada en Santa Fe no solo va a generar beneficios para el Conicet por las regalías que pagará la empresa Bioceres al comercializarla, sino que además “hay un retorno más importante que es el que recibe el país”, de manera “más indirecta pero también más significativa: “Creación de empleo, exportación, ingreso de divisas”. Por eso, instó a las autoridades a mirar “más ampliamente” el tema de invertir en investigación.

Consultada sobre si este es el peor momento de la historia para la investigación en la Argentina, recordó que cuando era ministro de Economía Domingo, en la década del 90, Domingo Cavallo mandó a los científicos a lavar los platos y que 2002 también “fue terrible”. Sin embargo, señaló que de “ñoquis” y que “no sirven para nada” ahora hay “algo más grave” que es “la campaña en redes contra los científicos”, a los que se los acusa

“No recuerdo algo así. El impacto es muy negativo y no es recuperable en el tiempo. Se está yendo mucha gente muy valiosa y esto va a tener consecuencias gravísimas”, advirtió.