El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aseguró este domingo al asumir su tercer mandato que su gestión deberá "reconstruir el país" tras el "proceso de destrucción nacional" que ejecutó su antecesor, Jair Bolsonaro, defendió a la democracia como la gran victoriosa en las elecciones e hizo un diagnóstico "aterrador" sobre la herencia recibida en términos de políticas públicas.
En el discurso de investidura, Lula enfatizó que su prioridad en política externa será Latinoamérica, el Mercosur, la Unasur, los Brics y una relación "activa y altiva" con sus principales socios comerciales extrarregionales, como China, Estados Unidos y la Unión Europea.
Sobre el final del acto, Lula recibió la banda presidencial de manos de una mujer negra y rodeado por representantes de etnias y minorías sociales, ya que el presidente saliente, Jair Bolsonaro, viajó a Estados Unidos para evitar esta ceremonia y el vicepresidente saliente, Hamilton Mourao, se negó a suplirlo en el traspaso del mando.
Lula recibió la banda en lo alto de las escalinatas de acceso al presidencial Palacio del Planalto y, tras ser investido con los atributos del mando, se tomó de las manos con su vicepresidente, Geraldo Alckmin, y sus respectivas esposas, para levantarlas en saludo a la multitud que siguió la ceremonia desde la explanada del edificio.
En el discurso en la Cámara de Diputados ante la Asamblea Legislativa e invitados extranjeros, entre ellos el presidente argentino, Alberto Fernández, Lula aseguró que "el legado recibido es aterrador" debido a la destrucción de las políticas públicas y sobre todo el modelo económico aplicado con el regreso del hambre.
"Dilapidaron empresas estatales y bancos públicos; se entregó el patrimonio nacional. Los recursos del país fueron saqueados para satisfacer la estupidez de los rentistas y accionistas privados de las empresas públicas. Es sobre estas terribles ruinas que asumo el compromiso, junto con el pueblo brasileño, de reconstruir el país y hacer de nuevo un Brasil de todos y para todos", aseguró el líder del PT, expresidente entre 2003 y 2010.
Y continuó: "Tener que repetir hoy este compromiso ante el avance de la miseria y el retorno del hambre que habíamos superado es el síntoma más grave de la devastación que se impuso al país en los últimos años", afirmó.
A pesar de las críticas a su antecesor Bolsonaro, el presidente afirmó que no adoptaría un "ánimo de venganza" frente al bolsonarismo sino aplicar la ley con amplio derecho de defensa.
Lula acusó al gobierno de Bolsonaro de haber cometido un "genocidio" con el "oscurantismo y el negacionismo" aplicado en las políticas de salud para enfrentar la pandemia, que dejó casi 700.000 muertos.
Lula sostuvo que la campaña electoral mostró dos proyectos de país y un contraste entre democracia y dictadura y recordó el clima político de los años ochenta tras el fin de la dictadura.
"Bajo los vientos de la redemocratización, dijimos: ¡Dictadura Nunca Más! Hoy, después del terrible desafío que hemos superado, debemos decir: ¡Democracia para Siempre!", afirmó Lula.
El presidente convocó a luchar contra la ley del techo del gasto público y "poner nuevamente en funcionamiento la rueda de la economía" incentivando el consumo interno, buscando una reforma laboral para proteger a los trabajadores cuentapropistas y la reindustrialización basada en el desarrollo de la ciencia y tecnología.
Lula puso como motores de este modelo industrial al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y la estatal Petrobras, además de recuperar la política de medio ambiente con Brasil como núcleo internacional de la lucha contra el cambio climático.
"Ninguna nación se ha levantado ni puede levantarse sobre la miseria de su pueblo.
Los derechos e intereses de la población, el fortalecimiento de la democracia y la recuperación de la soberanía nacional serán los pilares de nuestro gobierno", aseguró en su discurso
Prometió reactivar los sistemas de transparencia gubernamental y anunció que revocará los decretos que permitieron el acceso de armas y municiones a miles de personas. "No necesitamos armas sino educación, libros y cutura".
Lula dijo que su gobierno buscará reparar la deuda histórica con los pueblos indígenas para proteger su territorio de las actividades predatorias sobre todo en la región amazónica y citó la creación del primer Ministerio de Pueblos Originarios.
La sesión estuvo precedida por el titular del Senado, Rodrigo Pacheco, quien antes de comenzar pidió un minuto de silencio por la muerte de Pelé, mayor astro del fútbol brasileño, y del papa emérito Benedicto XVI, quienes fallecieron el jueves 29 de diciembre y el sábado 31, respectivamente.
Lula llegó al Congreso para jurar como presidente por tercera vez con una lapicera que un seguidor le regaló en la campaña de 1989 en Piauí, estado más pobre del país, cuando se presentó por primera vez a la presidencia. Lula contó que no encontró la lapicera cuando asumió en 2003 y 2007 pero sí la recuperó para 2022.
La ceremonia estuvo vaciada por el bolsonarismo ya que el expresidente abandonó el país el viernes hacia Estados Unidos para evitar el cambio de mando. Tampoco apareció el vicepresidente Hamilton Mourao, quien se negó a pasarle la banda presidencial.
El mandatario que se ha reconstituido tras la prisión de 580 días sufrida por la operación lava jato, que lo condenó ilegalmente según determinó la Corte Suprema, inició la ceremonia de asunción en la Catedral Metropolitana ante 300 mil seguidores que llegaron desde todo el país.
A bordo de un Rolls Royce descapotable, Lula estuvo acompañado por la primera dama Rosángela Da Silva, con la que se caso en mayo pasado, y su ex rival y vicepresidente Geraldo Alckmin y su esposa Lu Alckmin.
Cuando estaba por partir la caravana, Lula invitó a Alckmin y su esposa, que estaba en el coche contiguo, a subir al auto descapotable para recorrer los 1.400 metros hasta el Congreso, en un gesto que fortalece lo que le dijo al ahora vicepresidente cuando lo invitó a integrar la fórmula presidencial, en el sentido de que su función no sería la de un vicepresidente sino que ambos gobernarían Brasil.
La "huida" de Bolsonaro
Bolsonaro, quien aún no reconoce la victoria de Lula, terminó de desalentar a los más radicales el último viernes, cuando decidió abandonar el país y partir hacia Orlando (Estados Unidos), donde, según sus allegados, pretende permanecer unos tres meses.
Después de 60 días de silencio casi absoluto, pidió a los suyos que mantengan una dura oposición al "comunismo" de Lula y viajó en un avión de la Presidencia en medio de duras críticas de todos los sectores políticos.
En las redes sociales bolsonaristas, fue tildado de "cobarde" y "traidor". En la hasta ahora oposición, su partida fue considerada una muestra más del autoritarismo que imprimió a su mandato este capitán de la reserva del Ejército, defensor de las dictaduras que imperaban en América Latina hace medio siglo.
La única consecuencia práctica de lo que muchos califican de "huida" es que Bolsonaro incumplió la tradición de entregarle la banda presidencial a su sucesor. El futuro de la extrema derecha es ahora incierto, aunque ese movimiento conservará una relativa fuerza en el nuevo Parlamento, elegido también en octubre y que asumirá el próximo febrero, con una clara mayoría conservadora, aunque más moderada que el bolsonarismo.
La mayor representación en una investidura
La vuelta de Lula al poder ha generado una gran expectación en el mundo y su toma de posesión contó con la mayor representación extranjera vista hasta hoy en una investidura en Brasil, único país en el que los mandatarios asumen el 1º de enero.
Fueron en total delegaciones de medio centenar de países que incluyen a veinte jefes de Estado y de Gobierno, encabezados por el rey de España y los líderes de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay, así como los presidentes de Alemania y Portugal.
La enorme mayoría de las delegaciones extranjeras llegó a la capital brasileña durante la mañana del domingo, y un número aún no confirmado de mandatarios permanecerá hasta el lunes, cuando Lula les recibirá en audiencias separadas en el que será su primer día efectivo de Gobierno.