Es martes, faltan quince minutos para las 16.30 y en la puerta del Hipódromo en el Parque Independencia hay mucho movimiento. Una mujer con sonrisa dibujada recibe a la gente, escribe los nombres de chicos y profes en un sticker y se los pega en la ropa, para que todos puedan identificarse y llamarse por sus nombres.
Una vez listos, ingresan por el largo túnel que conecta con el óvalo central. Apenas bajan las escaleras apuran el paso, otros corren. Y es que al salir, y volver a ver el sol, está la cancha de hockey de césped sintético y ahí todo es alegría. Llegan las bienvenidas, las sonrisas, el "que bueno que volviste" y los abrazos interminables.
En la cancha está todo organizado: hay estaciones con conos, aros y vallas de entrenamiento para hacer distintos ejercicios. El reloj marca las 16.30, en el parlante suena música y más de 40 chicos y casi 20 profes vestidas de negro con gorrito rojo arrancan la entrada en calor. “Todo el mundo está feliz”, canta Xuxa. “Muy feliz”, responden todos levantando las manos. Y sí, es que en la cancha todo es emoción en movimiento, y eso se nota.
Damaris tiene 21 años y llega a la cancha de la mano de su hermana de 6, que también se sumó a los entrenamientos. Afuera las mira su mamá Karina, que se enteró de la propuesta a través de la escuela especial a la que concurre su hija mayor. “Se engancharon las dos. A Damaris, que tiene síndrome de Down le gustó, y los martes se pone súper ansiosa porque le re gusta venir”, cuenta al tiempo que confiesa que nunca había pensado en el hockey como una opción. “Cuando tenés chicos con una discapacidad es raro que te dejen meterlo para hacer alguna actividad, tendría que haber más actividades inclusivas para que ellos tengan la posibilidad, como cualquier otro chico, de tener su espacio y su derecho”, afirma.
En la tribuna, Olga vive su primera experiencia en el lugar. Se enteró por una vecina y decidió llevar a su hija Nayibe, de 8 años, que cursa tercer grado de una escuela especial, para que pruebe. “Nunca se me había ocurrido hockey y una amiga mía tenía el palo se lo ofreció y ella enseguida agarró viaje. Me parece muy buena experiencia”, relata mientras llena el formulario donde coloca sus datos.
Cerca del ingreso charlan Gustavo y Cintia, sus hijas fueron compañeras desde que comenzaron la escuela y ahora van juntas a una fundación. “Rocío (22) se entusiasmó y aquí estamos, le hace bien la gimnasia. La verdad es que no pensamos nunca que le hubiera gustado el hockey, además que por su movilidad se le complica bastante pero se enganchó y queremos que haga un deporte y no esté siempre metida en casa”, relata Gustavo. “Vienen para integrarse, hacer amigos y estar en movilidad, y vienen re contentas”, agrega Cintia, mamá de Martina (25).
Mientras toman mate en las gradas, las familias de los mayores de edad resaltan que si bien casi todos cuentan con terapias, este espacio se destaca por la posibilidad de practicar deporte, socializar en movimiento y disfrutar del aire libre.
Pasó media hora del comienzo de la práctica, en la cancha y divididos por edades, es tiempo de agarrar los palos, Las más chiquitas tienen seguimiento “uno a uno”: una profe, una alumna. Les enseñan conducción, a dar pases, a mirar al compañero y a jugar en equipo. Los más grandes, van aprendiendo a tirar al arco. A plena sonrisa en el lugar puede verse a las cinco mentoras de Santa Mónica: Marcela Del Campo, Julieta Irazoqui, Clara Miranda, Sofía Paganini y Natalia Ribone.
El inicio de todo: el deporte y la inclusión
En noviembre, San Agustín, el primer equipo de rugby inclusivo de la ciudad, viajó a un torneo en Neuquén y conocieron que había equipos de hockey inclusivo. Germán “el Perro” Candini, parte del staff agarró el teléfono, llamó a Marcela del Campo, a quien conocía del club y le dijo: “Tenemos que arrancarlo en Rosario”. Y así fue como, las cinco mujeres, comenzaron a armar el proyecto. “Hablamos con la gente de hockey inclusivo “Las Lionas” en Buenos Aires, que nos dieron pautas de cómo arrancar, también con chicas de “Caburé” de Río Cuarto, y basadas en la experiencia de San Agustín empezamos”, relata Marcela.
Cada una fue convocando a amigas y conocidas de distintos clubes para sumarse al proyecto, y hoy cuentan con casi 30 facilitadoras. El Municipio les cedió la cancha del Hipódromo para que puedan practicar todos los martes de 16.30 a 17.30. También sumaron profesionales con experiencia en discapacidad como psicóloga, psicopedagoga, terapista y maestras especiales. La premisa era la inclusión, el mixed ability (capacidad mixta) un enfoque innovador para derribar barreras donde todos puedan compartir, para ambos sexos y que no hubiera límite de edad.
El 15 de marzo realizaron la primera práctica, todo era “expectativa e incertidumbre”. Ese día había 15 alumnos anotados, pero fueron 20. “Hoy tenemos 65 de todas las edades, desde los 5 años a los 30. Es un espacio que genera mucha alegría en todos, en los que lo hacemos y en los chicos que ves que vienen con una alegría bárbara. Al ser mixed ability, la idea es que haya una convivencia en la cancha, no solo pueden venir quienes tengan una discapacidad si no quienes tengan ganas de aprender a jugar al hockey o que por ahí no encuentran un lugar para sentirse cómodos, son bienvenidos”, resume Natalia Ribone.
Marcela del Campo recuerda el “miedo” de la primera práctica, donde no sabían si iba a concurrir gente o si les iba a gustar la propuesta, pero con solo mirar la cancha se ven las respuestas. “Los chicos vienen tan contentos, la hacen más fácil y cada vez se va sumando más gente”, comenta y destaca que, por ejemplo, que si al principio no podían establecer una comunicación con alguna alumna, hoy en pocas clases se generó un vínculo y “ves que se ríe, o te agarra de la mano, esos pequeños gestos te alegran el alma. En lo deportivo de a poco irán agarrando el palo, o aprenderán a hacer un pase, lo que puedan… De acá te vas feliz”, asegura.
En la cancha puede verse a hijas y sobrinas de algunas de las entrenadoras que comparten la práctica con entusiasmo. “Con la naturalidad que se manejan en cancha es impresionante, ahí tenés la ausencia de los miedos. Hijo o sobrino que viene un martes, quedate tranquila que vuelve cada martes”, afirma Julieta entre risas.
Las entrenadoras destacan el apoyo de las familias, que permitieron que ellas tomaran contacto y pudieran generar vínculos: “Ha sido todo amor y confianza, lo que se está generando es maravilloso”. Y la relación que se genera es tan fuerte que muchas los martes por la mañana reciben mensajes de WhatsApp donde las alumnas les muestran la alegría de que hoy habrá encuentro.
“Nada es improvisado en Santa Mónica”, afirma Julieta, al tiempo que agrega con emoción que “Santa Mónica es formar parte de un espacio. Ahora te das cuenta de cómo lo necesitan, sobre todo las más grandes. Nosotros entendimos eso y no pusimos un máximo de edad, y resultó que es un espacio hermoso que encontraron para divertirse y para estar con sus pares”.
“La felicidad que tenemos los del equipo es inmensa, todo me parece poco. El tema de la docencia, por lo menos en mí. funcionaba con querer hacer un mundo un poquito mejor, y ahora te puedo decir que es por acá. En este tipo de proyectos vos te das cuenta que podes hacer una diferencia en el mundo. Escuchas tantas noticias feas y de repente te encontrás con este tipo de proyectos y decis: es por acá”, sentencia Julieta.
Además del cuerpo docente, la cancha, los elementos de entrenamiento y los alumnos, el equipo tuvo otro desafío: conseguir palos de hockey para cada persona que quisiera sumarse. Pero la solidaridad se las hizo fácil y una campaña en redes y whatsapp superó todas las expectativas: “Hoy tenemos para todos y más”, coinciden.
Objetivo: octubre
Si bien el hockey inclusivo recién se está armando en el país, con ciudades que se van sumando como Tucumán o Córdoba, la idea es poder armar equipos que puedan participar de encuentros o partidos. En octubre, se realizará un encuentro nacional en Buenos Aires, y el sueño de Santa Mónica es poder tener un equipo que pueda participar. “Ya estamos soñando en octubre. El techo que tenemos como proyecto es muy alto, altísimo. Tenemos la suerte que Rosario pueda tener este tipo de iniciativas y que la gente responda”, afirma Julieta.
Las prácticas se realizan todos los martes en el Hipódromo del Parque Independencia (Dante Alighieri 2485), de 16.30 a 17.30. Por los Juegos Suramericanos de la Juventud, los próximos tres encuentros se harán en otras canchas, hasta volver al Parque. Quienes quieran participar pueden contactarse con el 3413707571 o por mail a santamonicahockey@gmail.com
Tercer tiempo
Marcela del Club Old Resian, Julieta de Gimnasia y Esgrima, junto a Sofía y Clara de Jockey tienen años de experiencia y kilómetros recorridos dentro de las canchas de hockey, pero enseñar en la diversidad, era todo un desafío. Si bien remarcan que están arrancando y aprendiendo, destacan que “lo más importante es que los chicos vuelven y vuelven contentos y eso es un indicador de que les gusta y les hace bien”.
Son las 17.30 y la clase termina, pero nadie se va. Como en todos los partidos de hockey, al final todos se juntan para hacer el tercer tiempo. Toman algo y comen sandwichitos, charlan, se ríen, son parte de un equipo, en un lugar donde encuentran contención, movimiento, juego y diversión, en un espacio a cielo abierto que ya sienten como propio.