Basta sólo con recorrer las rutas del corazón productivo de nuestro territorio para entender la importancia que la cadena del trigo tiene en Argentina. Segundo cultivo más producido y consumido por el hombre a nivel mundial (sólo detrás del maíz), en nuestro país tiene un enorme impacto por su producción de primera, segunda y tercera generación, en lo que generan las exportaciones de sus granos y los productos que con ellos se elaboran, en su consumo interno y en la cantidad de personas que se emplean a lo largo de toda la cadena.
A fines de junio se produjo en nuestra ciudad un encuentro muy importante para el futuro de la economía del trigo argentino: se juntaron en el denominado Encuentro Molinero actores importantes de la industria y representantes de los gobiernos nacionales y de las provincias en las que el trigo tiene un papel preponderante: Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos. En ese foro quedó flotando una clara sensación: que el trigo tiene mucho más para dar y que hay que “sembrar” las condiciones para que eso suceda.
Oscar Marino, director ejecutivo de Molinos Pyme (que representa al 60% de las pymes molineras del país) aportó datos clave para entender esa necesidad de mejorar el contexto: “En la industria tenemos una capacidad ociosa del orden del 50% a nivel general y estamos preparados para exportar más, pero necesitamos bajar los altos costos logísticos para abrir otros mercados que no sean los límitrofes, porque hoy sólo atendemos a Brasil y Bolivia. La exportación está entre 400 y 500 mil toneladas, cuando en 2011 llegamos a exportar 1 millón. Ese es el desafío y creemos que estamos ante una gran oportunidad, pero tenemos que trabajar conjuntamente gobierno e industria para salir adelante”.
Un cambio de gobierno bien recibido
“El contexto en general de este gobierno, que tiene una tendencia opuesta al anterior, es que ha liberado todo: no hay intervencionismo de ningún tipo. En cambio, en el gobierno pasado tuvimos el famoso FETA (Fondo Estabilizador del Trigo Argentino), conocido como fideicomoiso del trigo, que fue pernicioso porque no cumplió el objetivo para el que se había creado. De hecho, nosotros lo anticipamos y pusimos a disposición para trabajar en conjunto si la idea era atender a los sectores más vulnerables, pero la verdad es que había otras herramientas mejores que no se usaron. Celebramos que lo hayan dado de baja y ahora tenemos que mirar hacia adelante”, analizó Marino.
Una de las quejas de la industria molinera es la alta carga impositiva y el hecho de tener que pagar retenciones por productos elaborados que tienen un valor agregado: “Claramente no es lo mismo exportar harina que granos de trigo, porque la harina tiene encima mucho trabajo y costos. En lo logístico está el costo de subir el contenedor al barco, que comparativamente es entre 4 y 5 veces más alto que en cualquier otro país del mundo. Todas esas son cuestiones que deberíamos lograr tener en igualdad o algo parecido a otros países para ser competitivos”.
Pero claro, ante un estado que se muestra prescindente, ¿cómo se logran esas mejores condiciones?: “Eso se logra con trabajo, porque el intervencionismo no significa que no se revisen las cosas que no están bien. Acá antes el intervencionismo significaba que nos decían qué teníamos que hacer, cuánto trigo podíamos moler o qué precio ponerle. Eso hoy no existe más. Pero hay que bregar por la claridad en todos los eslabones de la cadena y manejarlo con precios competitivos”.
Por eso, juzga como clave este cónclave realizado en Rosario: “Es un trabajo que va a surgir de un análisis que ya empezamos a hacer y el hecho de que las autoridades a nivel nacional y de las provincias de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos se hayan puesto a disposición es muy alentador”.
Otra clave: usar todo el potencial
“Tener capacidad ociosa significa que tenemos más fierros disponibles de los que usamos para producir lo que absorbe el mercado. Si bien el consumo es importante en Argentina, con 94 kilos de harina de trigo por habitante por año en 2023, que en trigo significan unos 6 millones de toneladas por año, tenemos una capacidad para moler 12 millones y producir harina. Si podemos ponerlo en marcha, eso tendría muchos beneficios”, se entusiasmó Marino.
“La mayoría de los molinos-pymes están arraigados en el interior, son las princpales industrias de los pueblos donde están instalados y poner esa capacidad a pleno singificaría más trabajo y más valor agregado para no salir al mundo sólo con harina sino tambén con las segundas y terceras transformaciones, fideos o galletitas, que impactarían en un beneficio para el país porque entrarían más divisas”, añadió.
Además de la alta carga impositiva y los costos logísticos, Marino también citó como un escollo “que hay mucha burocracia, y eso impacta en los costos de los molinos-pyme : por ejemplo, en cuanto a las declaraciones, nosotros tenemos que tener gente abocada a pasar información a 4 o 5 entes distintos del gobierno, cuando podríamos pasarle esa información sólo a uno, que ellos se la distribuyan entre sí y poner esos recursos a producir mejor o a ser más eficientes”.
Finalmente, Marino informó que “la intención es hacer este encuentro anualmente o algo parecido. Ahora trabajaremos con Nación y con las diferentes provincias, cada cual en su tema, durante todo este año. Pero fue muy bueno que todos hayan asistido con agrado y se hayan mostrado en la misma línea. Las pymes son el motor de la economía en los países desarrollados, son las que más trabajo dan, y es bueno que se las escuche”.