Sergio es más rosarino que el Monumento. Sin embargo, hace 19 años, en aquel fatídico 2001 de Argentina y apenas unos días después de que dos aviones se incrustaran en las Torres Gemelas de Nueva York, agarró lo que tenía y, ayudado por un amigo que ya estaba instalado, se fue a vivir a Los Ángeles. Volvió a su ciudad 17 años después con hijos, muchos pensamientos en su cabeza y un consejo práctico para ahuyentar palomas.
Quienes transitan por Corrientes al 1200, entre Mendoza y 3 de Febrero, suelen sorprenderse cuando levantan las vista y lo ven allí, vigilante sobre uno de los equipos de aire acondicionado, soportando el hollín que sale de los escapes de los vehículos, la lluvia y el sol, y las heces que despiden los de su propia especie, pero reales.
“Yo viví 17 años en Estados Unidos y allá se usaba mucho colocar en los techos estos búhos de fantasía para espantar a las palomas”, le contó Sergio a Rosario3.
“Cuando nos mudamos al departamento, la verdad que no podíamos descansar porque era impresionante el ruido que hacían las palomas cerca de la ventana”, agregó este rosarino que se dedica a la remodelación de casas.
“La situación no dio para más un día que una paloma se metió en la habitación y mi mujer empezó a gritar como si hubiera entrado un dragón. Ahí me acordé que entre todas las cosas que había traido de Estados Unidos, estaban dos buhos que habíamos comprado allá para espantar a las palomas”, describió Sergio.
“Lo puse arriba del aire acondicionado. Lo rellené de arena y le puse una base fuerte para que no se caiga”, confió. Y ante la pregunta que se caía de madura, sobre el éxito de ese “bicho” que mira de costado con ojos intimidantes, respondió: “Por ahora funciona bien, aunque las palomas están por todos lados”.
En el final de la nota “de color”, Sergio habló de un tema más profundo: “Volvimos a Argentina y no nos queremos ir más. Mis hijos, que se criaron en Estados Unidos, no se quieren ir de acá ni de vacaciones, están encantados. Muchas veces la gente habla porque no vivió afuera, pero es todo muy duro, incluso en lo económico. No tiene sentido comparar lo malo de acá con los bueno de otros países. Los argentinos somos de menospreciar lo nuestro, pero hay que comparar lo bueno con lo bueno y lo malo con lo malo de cada país”, cerró.