Rosario tenía un rostro atípico este martes, como hacía mucho tiempo no se veía. O directamente como nunca se vio. Mientras lugares de la ciudad que habitualmente lucen muy concurridos, como las peatonales del microcentro, estaban semivacíos, en las puertas de algunos seguían las largas filas de jubilados que desde temprano esperaban para hacer trámites o para cobrar sus haberes, a contramano de lo que recomiendan las autoridades porque la mayoría de estas personas están en el principal grupo de riesgo de la pandemia. Además, el paro municipal y la lluvia agregaban condimentos al raro paisaje.
En la peatonal Córdoba, muy pocas personas caminaban por esa clásica zona comercial de Rosario, en general por las recomendaciones de las autoridades de Salud municipales, provinciales y nacionales, de permanecer en sus casas para evitar la propagación exponencial del coronavirus Covid-19.
Y entre los escasos transeúntes, se podía observar a hombres y mujeres con barbijos en sus rostros. Vale recordar que los especialistas no recomiendan el uso de estos protectores respiratorios para personas que no presenten síntomas compatibles con coronavirus.
Encima, la intensa lluvia que comenzó a caer sobre las calles de la ciudad cerca del mediodía, más el paro de trabajadores municipales decretado por 48 horas, le agregó más condimentos al raro paisaje rosarino.
En la puerta de la Bosa de Comercio de Rosario, un empleado con barbijo y con lentes especiales para prevenir contagios, les tomaba la temperatura a las personas que ingresaban al edificio céntrico de la ciudad.
En Tribunales, en tanto, se decretó un paro sanitario, también para evitar el contagio del virus. De todos modos, aclararon que no dejaron de atender al público, aunque evitaban las aglomeraciones.
A contramano
En el lugar en que más se seguía notando la falta de conciencia, es en las puertas de los bancos. Allí, por segundo día consecutivo se seguían viendo largas filas de jubilados que fueron a las entidades a hacer trámites o a cobrar sus haberes.
En las colas se vivieron momentos de mucha tensión, ya que los ancianos y ancianas protestaban a las autoridades de los bancos porque tenían miedo de un contagio, pero a la vez, quizás por falta de información o de ayuda de sus familiares o allegados, continuaban amontonados allí hasta completar sus trámites.