Todavía alguien seguro recuerda lejanamente, las extrañas imágenes que nos llegaban en febrero. En Wuhan, peluqueros le lavaban la cabeza a sus cliente con un palo de más de un metro y medio. Una señora entraba al ascensor presionando botones con un alambre que iba por encima de la llama del encendedor. Artefactos para estar no sólo lejos del otro, sino de cualquier superficie que haya tocado otro. Era imposible que asociáramos esa suerte de distopía con “el golpe de gracia” para la Argentina. Pero está ocurriendo y el impacto ya es medible. Como también lo son los últimos 25 años de acciones erráticas, que multiplicaron exponencialmente el número de pobres y que nos colocan en un falso dilema del huevo o la gallina.
Porque queda claro qué vino para quedarse antes del Covid-19: la pobreza estructural.
Todo el mundo admite que el estado de crisis en Argentina es recurrente. Cíclico. Pero pocos advirtieron allá por febrero que el impacto del Covid19 profundizaría en esta forma las pobres condiciones de vida estructurales que se trenzan en el aumento de contagios. A menor posibilidad de aislamiento, a más hacinamiento, más contagios, más saturación del sistema de salud. Como pasó durante las primeras semanas del invierno en los barrios más pobres de Buenos Aires, como en la Villa 21-24, donde un 70% de las viviendas padece riesgo hídrico desde 2011. Son prácticamente diez años sin acceso al agua. .
Ah pero, la pandemia. “La pandemia es el mejor contexto para los Ejecutivos. Y todos los ejecutivos de todos los países van a salir fortalecidos en el primer momento, en los primero 50 o 60 días de la pandemia, porque el foco está en la capacidad de ejecución”, explica Juan Bautista Lucca, doctor en Ciencias Sociales de FLACSO, en diálogo con En Foco. “El segundo aspecto es cuáles son los énfasis que plantean. Aquí estamos acostumbrados a la dicotomía Salud Vs Economía, que es falsa, pero ahí los que saben manejar ambas variables, tienen más chances. Después empieza el tercer aspecto que es cómo aparece la política en la pandemia. Es la segunda pandemia: ahí juega la ideología, la política. El desacuerdo. Que es básicamente la política. En la República de Platón, la búsqueda de consenso, la victoria del más fuerte o hacer todo en su justa medida. La búsqueda del fuerte, es el de los que buscan trazar una división, los que buscan romper. Son los casos de Jair Bolsonaro y de Trump o López Obrador, en México. Lo digo para que vean que son gobiernos tanto de izquierda como de derecha. No hay un itinerario.o el otro. Aquellos que tienen más pretensión de estadistas, uno en principio podría pensar que era el caso de Argentina. Uno podría pensarlo en Uruguay, pero Lacalle Pou no juega ese juego. Hay una tercera opción: los líderes que ni el consenso ni la fuerza, son los que se rigen por el liderazgo de audiencias. Ese tipo de líderes no tienen un principio ideológico que los oriente, van viendo el humor social y respondiendo y modificando sus orientaciones”.
Esto que Juan Bautista cuenta, lo dijo en junio. Antes de lo que estamos viendo cumplirse por estos días. De junio para acá ya jugó sus fichas lo ideológico. La capacidad de ejecución, rebasada, es constantemente refundada con actos de espectacularidad televisiva. Esta semana, el presidente Alberto Fernández lanzó desde la ciudad los nuevos test rápidos del Plan Federal Detectar.
Sobre la evolución de la pandemia, Fernández afirmó: "Invertimos 10 mil millones de pesos, desarrollamos más de 60 hospitales, más de 3.000 camas en el interior del país. Eso garantizó que a nadie le falte una cama". Una aseveración temeraria, sujeta a muchas variables y que ojalá se cumpla. Al mismo tiempo, un relanzamiento de gestión. Porque también habló de inseguridad y anticipó una inversión de 3.000 millones de pesos. Y le marcó el rumbo al gobernador santafesino.
“Es una partida de 3 mil millones de pesos a la provincia para que lo destine exclusivamente a la atención de lo que se necesite para mejorar las condiciones de seguridad”, indicó Fernández, que además le pidió al gobernador Omar Perotti que le de principal importancia a la problemática que se vive en Rosario. Una problemática que viene trenzada también con la pobreza y que subyace en un mecanismo en que la necesidad empuja, pervierte y alimenta con mano de obra al circuito criminal. Con organizadores que digital usurpaciones o, como se vio esta semana, una porción de lo que fueron las tomas de terrenos en La Cerámica.
"Este informe no sorprende”, analiza Santiago Poy, sociólogo que integra el Observatorio para la Deuda Social de UCA, consultado por La Primera de la Tarde sobre la última medición de pobreza del Indec, por encima del 40%. “La pobreza en el Gran Rosario es de 41,8%. En la indigencia el aumento es más grande, superando el 7% a la última medición. La pandemia ha sido el golpe de gracia a la trayectoria que veníamos teniendo. La crisis económica y social no tiene precedentes”, sopesa.
Esto transforma a este presente en el momento más indeseable para gobernar. El peor momento. La hora más oscura. Y aquí no podemos remitirnos a pesadas herencias, porque las hubo y habrá. Hablemos de rumbos. A los que desconfían del Indec o descreen de la Universidad Católica por el motivo que fuere, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tienen sus propios números. A través de estudios comparables de las diferentes metodologías que ha utilizado el INDEC en las últimas décadas, considerando siempre la pobreza por ingresos, es decir quienes ganan por debajo del monto necesario para comprar una serie de bienes y servicios básicos, llegaron a una conclusión espantosa: la pobreza por ingresos solo disminuyó en el rebote de las dos crisis macroeconómicas profundas que vivió el país (tras la hiperinflación de 1989 y de la crisis de 2001) y en períodos de “excepcionales circunstancias externas”, o el famoso “viento de cola” entre 2004 y 2007.
El estudio destaca que en los últimos 30 años la pobreza nunca fue menor al 25%. Breves brisas de aires respirables.
Lo demás, siempre un infierno.
Consultado por A Diario, Leopoldo Tornaroli, del Centro Estudios Distributivos de la Universidad Nacional de La Plata, acuerda con esa teoría: escapa a cualquier gobierno, porque el fracaso es generalizado. Sin embargo, también hay lugar para el juego político con la necesidad. Sobre las tomas de terrenos en Santa Fe como en Rosario, referentes de la oposición santafesina aseguraron que “el Gobierno provincial tiene que estar a la altura de las circunstancias para evitar la proliferación de este tipo de acciones”. El diputado Federico Angelini aseguró que “sin dudas, el país tiene una deuda histórica con la política habitacional, porque el déficit de vivienda que enfrentamos es enorme y ningún gobierno lo ha podido solucionar, pero eso no avala la usurpación, que implica, lisa y llanamente, violar la Constitución Nacional”, sostuvo Angelini. Es el mismo diputado que formó parte del Gobierno saliente, que prometió pobreza cero y quedó lejos de aquel ambicioso objetivo. Y sin pandemia. A veces el silencio es el mejor consejero.
Mientras tanto, cerca de la tierra, Tornaroli cuenta que en base a la Distribución del Ingreso que informó el INDEC, la proyección es que la pobreza en el segundo trimestre debería ser del 47,2%. Proyectado a todo el país, esto significa 21 millones de personas pobres. El resto del análisis es lo cotidiano. Damián Perassi es dueño de un bar en san Lorenzo. Estaba buscando mozos, en total tres puestos de trabajo y lanzó una búsqueda. Le enviaron más de 1.150 currículums. Una de las personas que fue a entregar el currículum de forma personal es un hombre que trabajó en una parrilla de Rosario. Se fue hasta San Lorenzo en bicicleta para presentarse para la vacante de mozo. Nada que agregar.
Entonces, la pandemia es real, existe. Pero frena todo lo que queramos hacer para avanzar. No se nos corre la meta, se nos corre el punto de partida para hacer todo lo que no pudimos hacer. Es un vehículo excepcional para seguir en punto muerto.