“No soy, ni seré un artefacto que defeca dinero”, escribió como autocritica Federico Seineldin en un texto que aparece en Liminal, su primer libro de poemas. Este tipo es sin duda un distinto, un virtuoso. Desde su refugio uruguayo el escritor y emprendedor tecnológico reflexiona y construye. Vive su debut literario y pelea contra tormentas inesperadas. “Hay que frenar un poco, generar emprendimientos que tengan como fin generar bienes públicos, no acumular dinero sino usar ese dinero como medio y no como un fin”, dice.
Seineldin deambuló por varios estados empresarios, desde el éxito y la tensión en la Bolsa Norteamericana a la Responsabilidad Social empresaria, el impacto social, su alianza ambiental y esta idea de darle un pasaje de inclusión a todos los buenos del camino. “La única manera de cambiar el mundo es como decía Tolstoi, solo hay que cambiarse a uno mismo. Que es lo más difícil del mundo, pero es lo único que transforma la realidad”.
En el proyecto “Arbusta” dan respuestas tecnológicas a empresas multinacionales con un plantel de empleados sacados del fondo de la crisis. “Pibes sin terminar el colegio, pero con un vigor tremendo”, dice. “Hacemos reclutamiento en los barrios y después directo a la oficina. Lo lindo es que aprenden a trabajar, trabajando. Algunos no terminaron la escuela pero a los dos meses y medio que ingresan en la empresa ya están productivos y laburando".
Con oficinas en Montevideo, en Buenos Aires, en Medellín y Rosario empujan la idea de cambiar el paradigma. “Somos 300 empleados y el 95 por ciento son pibes y pibas de los barrios populares. Es una empresa de tecnología, que da empleo. Lo que hizo fue descular el conflicto que hay entre: el mercado snob de la tecnología, que parece que son todos empleados blancos de clase media alta y alta. Nosotros demostramos que los pibes en los barrios tienen talento y están alfabetizados digitalmente por el celu, y están trabajando para Mercado Libre, Disney, empresas gigantes”.
“Todos tienen una historia para contar / yo navego en las historias de todos/ y en mis propios universos zipeados / mi boca será siempre tu trinchera” (Poema Cápsula de “Liminal”)
En La Pedrera Uruguay hay una casa a pocos metros del mar, construida por Federico y su compañera Clara, con una huerta y dos autos amarillos. Uno de ellos es un viejo Citroën como el que tenía el papá de Mafalda. El auto que según la historieta de Quino, por su modestia, “lo más importante sigue siendo la persona” (y no el auto).
Nos conectamos por zoom en tiempos de pandemia. El aire y la cadencia uruguaya, un lugar de moda donde el argentino quiere huir hoy, le da un tono imposible de eludir.
“Recomendaría más que fugarse del país, es fugarse de uno mismo y después sí, pensar en hacer una vida en pequeñas localidades que pueden ser de la misma Argentina. Semirurales, rurales o de pequeños pueblos, me parece que esa experiencia vale vivirla. Hoy en un mundo hiperconectado, en donde te funcionan los sitios que te distribuyen productos que puedes comprar por internet no hay tanta diferencia en cuanto a servicio en las grandes urbes, pero si tenes un nivel de calidad de vida muy superior. Ahí no estoy hablando de irse del país, sino alejarse unos kilómetros de la gran ciudad, incluso donde es más barata la tierra”, dice.
Practico perderme / camino hondo en bucles de azar/ por barriadas internas / ahí donde está lo que salva crece el peligro (En Fugas, Liminal)
La idea de editar un libro de poemas la viene amasando desde hace 15 años. “Escribo pero siempre en silencio para mí. Empecé escribiendo en una Black Berry hace muchos años y después en un blog. En vez de ir al terapeuta, escribía. A veces en momentos muy para abajo y a veces en momentos muy lindos y bueno, fui acumulando y acumulando hasta hace un año y medio. Mi mujer me incitó muy amorosamente a que publicara, a que compartiera y es ahí en donde comencé a trabajar el año pasado con una persona que me ayudo a elegir textos, corregirlos, limpiarlos y quedar en un libro. Nunca en mi vida pensé que iba a hacer algo así. Apareció la editorial, presente el material y se publicó. Me siento hoy, muy contento de poder tener un librito, yo le digo librito”, afirma.
Atizar la realidad / hackear destinos / oler a manada / con mi bandera negra le grito a todos tus consumos / no soy ni seré un artefacto que defeca diner. (Ácrata de mí, Liminal)
“Vivo renegando de mí mismo. Uno vive muy confundido, de lo que tiene que tratar es de aclararse. He sido un empresario exitoso que sintió culpa en 2001 y salí corriendo a la radio La Colifata, para entender que era otra realidad distinta y ahí es donde me empecé a mezclar con el mundo social. Esa autocrítica que está ahí, es también, la concepción que tiene el común del ciudadano con el emprendedor o el empresario, que parece que son siempre delincuentes y delincuentes hay en todos lados. No solamente en el mundo empresario”, dice Seineldin.
-¿Crees que este tiempo de Pandemia nos está diciendo algo?
-Yo creo que todo es expresión de nuestra realidad, exacerbada. Es como si las sociedades tuvieran karma y lo que parece acá es karma de la realidad. Desde el cambio climático, el consumo de animales, la vida que vivimos, y en el fondo lo que hizo el virus fue encerrarte con vos mismo. De ver si te la bancas. Si te bancas aburriste de vos mismo o de tus seres que supuestamente eran los queridos, los que vos elegías. Entonces es un tiempo de súper interpelación. También hay problemas económicos, los barrios populares están muy complicados, se acabaron las changas, se ha roto el sistema ahí y todavía creo que no lo vivimos. Lo que está por arriba de un nivel de subsistencia, es un momento de súper reflexión y para aprovecharlo. Para entender hacia dónde quiere ir uno, pensar para adelante, porque quedó encerrado en una caja y siempre estuvo, pero ahora es real. Entonces para mí es un momento muy potente, y por ahí es para irte muy abajo o para cambiar y tomar otra perspectiva.
-¿Sos optimista?
-Yo siempre digo que soy optimista incluso de lo improbable. Me parece que siempre vamos hacia un lugar mejor aunque el mundo parezca peor, pero eso depende mucho de la mirada que uno le ponga a las cosas. Nosotros con Arbusta trabajamos en los barrios en Medellín, Montevideo, Rosario, Buenos Aires y la cosa está heavy, está complicada. Pero también vos ves diamantes en esos barrios, que valen la pena estar ahí. Entonces siempre depende de la mirada que uno le ponga a la realidad. Siempre hay que ser optimistas en la humanidad, el problema es que somos muy reactivos y hay veces que los tiempos requerirían más pro actividad. El cambio climático no se puede frenar, el sistema es difícil de hackearlo y salir por el costado. Entonces es saber navegarlo, pero como te digo, laburando mucho con uno porque si vos no te pones a mirarte vos y a mejorarte vos, el resto del mundo parece, es, un caos.
-¿Cómo recibe La Pedrera al forastero que quiere hacer quedarse a vivir?
-Depende cómo uno se presente. Si venís con soberbia se te cierran las puertas. Si venís con el corazón abierto o pidiendo permiso, preguntando y, sobretodo, escuchando mucho, se abren. Creo que eso pasa en cualquier lugar del planeta. Para mí fue como volver a casa y si hay que morir moriré acá.