Fuera del alcance del resto del mundo, los atolones Bikini y Enewetak, en las Islas Marshall, fueron el escenario de más de 23 detonaciones nucleares entre 1946 y 1958. Hoy sus playas de arena blanca esconden un secreto radiactivo.

El paraíso radiactivo entre Hawái y Filipinas es ahora el hogar de tiburones mutados que carecen de su segunda aleta dorsal y de corales más grandes de lo normal. También fue el lugar donde se detonó la primera bomba de hidrógeno, según publicó el medio británico The Sun.

Steve Palumbi, profesor de ciencias marinas de la Universidad de Stanford, que estudia los efectos de la radiación nuclear en las islas, dijo: "Hay tiburones nodriza individuales en las Islas Marshall que sólo tienen una aleta dorsal. La creencia popular es que la radiación causa mutaciones, y saben qué, es verdad. ¿Tenemos tiburones mutantes en el atolón Bikini a los que les falta una aleta? Es posible. Nunca había visto algo así antes y eso significa que tenemos un misterio científico que desentrañar".

La bomba H, 1.100 veces más grande que la bomba atómica que explotó en Hiroshima, tuvo importantes consecuencias en el atolón Bikini. Ahora existe el temor de que la radiación se esté filtrando al Océano Pacífico a través de una gran cúpula de hormigón llamada "La Tumba", que se encuentra en la cercana isla Runit.

Construida a finales de la década de 1970, la gran cúpula que mide 3,1 millones de pies cúbicos comenzó a mostrar su antigüedad a medida que comienzan a aparecer grietas. Una de las únicas evidencias visibles de cualquier prueba nuclear, "La Tumba" es un búnker lo suficientemente grande como para albergar aproximadamente 35 piscinas olímpicas llenas de tierra radiactiva y desechos nucleares.

Fue utilizado por Estados Unidos para transportar residuos desde Nevada, donde se estaban probando armas nucleares en tierras indígenas americanas. Actualmente no está claro qué cantidad de residuos nucleares se filtran en los canales desde debajo de la cúpula. Aunque el mundo marino está floreciendo, la zona todavía se considera peligrosa para los humanos.

Un informe de las Naciones Unidas afirmó que había una "contaminación ambiental casi irreversible". El atolón fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2010 debido a la evidencia tangible directa de las pruebas nucleares realizadas allí en medio de su paradójica ubicación.

Antes de las explosiones nucleares, el estilo de vida tradicional de los habitantes de Bikini se basaba en el cultivo de plantas y el consumo de mariscos y pescado. El pueblo marshallés estaba relativamente aislado y había desarrollado una sociedad ligada por la asociación familiar extendida y la tradición. El clima típico es cálido y húmedo, con temperaturas que oscilan entre 27 y 29 grados centígrados durante todo el año. La temporada de lluvias va de mayo a diciembre, mientras que los vientos alisios de enero a mayo producen olas más fuertes.

El atolón de Bikini permanece desierto, salvo un pequeño grupo de custodios que cuidan un pueblo fantasma. Los alimentos y el agua deben ser importados debido a la contaminación que corre por el agua y el suelo de la isla. Según Palumbi, vivir en la isla es imposible: "La gente seguía intentando regresar aquí pero no podían. Es la radiación que dejaron las bombas. Se filtra en todo. Las plantas de las islas están cargadas de cesio-137, un isótopo que provoca cáncer".

Sin embargo, los residentes comenzaron a regresar lentamente al atolón Enewetak a instancias del gobierno estadounidense. Alson Kelen, un anciano de la comunidad, creció en el atolón Bikini dijo: "Los cánceres continúan de generación en generación. Si le preguntas a cualquiera aquí si existe un legado del impacto nuclear en su salud, la respuesta sería sí, incluso el Tribunal de Reclamaciones Nucleares de las Islas Marshall tiene una lista de cánceres relacionados con la energía nuclear en nuestra población".