Los pañuelos blancos están pintados en las baldosas de la plaza 25 de Mayo de Rosario, ya no se agitan sobre las cabezas de aquellas mujeres que los militares de la última dictadura en Argentina llamaban "las locas de la plaza". Las abuelas y madres de este lado del mundo, esas que se organizaron para buscar a hijos, hijas, nietos y nietas perdidos en manos del del terrorismo de Estado, ya no están más. Lili Forestelo y Mimí De Vincenzo, fueron las últimas dos abuelas que fallecieron en 2021.

Sus pasos, tras decenas de años de rondar y rondar para exigir Memoria, Verdad y Justicia también fueron marcados en pintura blanca. Sobre esas huellas que simbolizan su trajinar bajo cielos grises y soleados, cruzadas por viento helado y brisas sofocantes, caminan hoy un puñado de jóvenes. Son los nietos y nietas de los desaparecidos de la ciudad; se hacen llamar nietes, lo que refleja su pertenencia a este último tiempo construido en democracia. Se juntaron hace dos años para no olvidarse de esos abuelos que no pudieron conocer y para recordarles a todos lo que pasó en el país. Tienen brava la sangre, ansias de cambios, y la inquietante necesidad de una sociedad más justa.

Son los nietos que la dictadura no logró desaparecer.

Los nietos y nietas siguen rondando. Ana Isla/Rosario3

Faltan algunos minutos para las 6 de la tarde y una semana para la vigilia del 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Integrantes de la denominada Madres de Plaza 25 de Mayo Rosario y Ronda van llegando a la plaza 25 de Mayo, a pesar del calor infernal con el que el cambio climático se corporiza, para comenzar a rondar tal como hicieron tantas veces las madres y abuelas. Esta vez cuentan con una presencia especial, la de Renata Labrador, Lua Pastorini y Bárbara Cafaratti. Son jovencitas y se mueven con algo de respetuosa distancia, pero los adultos ya congregados, los viejos de la plaza, las envuelven con abrazos sin ocultar una mezcla de emoción y entusiasmo. “Mirá las nenas, acá están las nietes”, dicen con la orgullosa sonrisa que desprende la admiración y la tranquilizadora certeza de un futuro.

Ana Isla/Rosario3
Ana Isla/Rosario3

¿Qué verán de los desaparecidos en esos ojos jóvenes? ¿Qué gesto, qué forma de hablar de aquellos se encontrarán en estos de ahora?

Sangre

“El símbolo de una poética subversión: los ideales de una generación, la de los hijos, llegando a su mejor síntesis en las prácticas de otra generación, la de sus padres, y como testigos y herederos, los nietos” (“Estela”, Javier Folco).

Renata Labrador tiene 22 años y estudia Ciencias Políticas. Como la mayoría de los jóvenes de hoy lleva sus brazos y piernas tatuados. Sin embargo, hay uno que sobresale, grabado en su omóplato derecho. “Esperanza”, se puede leer junto al símbolo del pañuelito. Es el nombre de su bisabuela, una de las primeras en organizar Madres en la ciudad y de contactar con sus pares de Buenos Aires. Ella fue la madre de Palmiro, el abuelo de Renata, militante de Montoneros, que está desaparecido.

Ana Isla/Rosario3

Desde que era chiquita, sus padres le contaron lo sucedido con Palmiro. Sin embargo, “nunca se termina de entender la brutalidad con la que con la que actuaron durante la dictadura”, aseguró en contacto con Rosario3. Sus primeros años los vivió en Barcelona, empapada de las actividades de HIJOS, conexión que se solidificó cuando con su familia regresó a Argentina. Aunque asegura que su militancia en Derechos Humanos fue una “elección”, considera que hay un vínculo con su abuelo. “Hay algo que se comparte más allá de que nunca nos conocimos y bueno, así como soy de Central, también soy peronista y mi abuelo era de Central y peronista y me parece muy lindo que haya militado por un modelo de país que él creía justo y que haya sido lo que quería dejarle a su hijo”, señaló.

Renata Labrador, Ana Isla/Rosario3

¿Se llevan los ideales en la sangre o se construye una mirada determinada del mundo?

Lua Pastorini es nieta de Alejandro Ramón Pastorini, secuestrado y desaparecido en 1976. “Yo siempre marché con mi mamá, tengo fotos en las que soy una nena de un año y medio. Es como mi forma de vida. Mi mamá me decía que fuéramos a marchar por mi abuelo y yo llegaba a la plaza y lo buscaba”, contó sobre cómo fueron sus primeros años con un abuelo ausente tan vivo en la historia familiar.

Recibir de la voz materna la historia de su abuelo desparecido fue fundamental. Ahora, en perspectiva, advierte la cruda tarea que se impuso su mamá: “Transmitir eso que es tan, tan fuerte, y transmitir ese terror no es algo fácil de hacer”, consideró y agregó: “Me acuerdo de una vez que le pidieron a mi mamá que haga una un video para la escuela y me pidió a mí que la grabe, y de esta manera me enteré un montón de cosas que por ahí directamente no me había podido decir. Ella tenía 9 años cuando desapareció mi abuelo, toda su infancia le dijeron que no hable y bueno, entonces pasar de ese silencio a tener que contárselo a una hija es tremendo”.

Para Lua, la transmisión de la historia obró en sus propios intereses y fue tallando un corazón palpitante por las dolencias humanas. Como su madre, como su abuelo, quien -según mencionó- era médico y practicaba la antipsiquiatría. “Me influyó en lo que ahora yo estoy estudiando que es Psicología”, indicó.

Ana Isla/Rosario3

Bárbara Cafaratti tiene 27 años y no tiene abuelos desaparecidos, sino el primo hermano de su madre, Ariel Morán, enfermero, secuestrado junto a su pareja. Su mamá fue como una abuela para esta joven estudiante de Psicología que se siente una nieta más. “Es la que más me transmitió esta historia y también el dolor, que lo pudo transformar en lucha. Hasta el día de hoy no sabemos qué fue de Arielito y lo seguimos buscando”, manifestó.

Bárbara Cafaratti, Ana Isla/Rosario3

Memoria

“Si no construimos memoria, estamos condenados a repetir muchas cosas”, analizó Bárbara sobre los motivos que la impulsaron a unirse a Nietos y Nietas hace apenas unas semanas atrás. “Creo que tiene que ver con la búsqueda, con poder conocer y sanar un poco lo que pasó dentro de mi familia y creo que a cada uno, cada una, de quienes militamos, nos toca de alguna manera. Creo en esta construcción colectiva, en este coro de voces que armamos la Historia de alguna manera y más cuando la historia fue silenciada”, destacó y llamó a “romper el silencio para poder seguir construyendo, incluso después de 40 años”.

El sufrimiento, remarcó, cruzó la vida de su tía abuela y la suya propia. La sensación única e irrepetible de convivir con un ser amado que no aparece. “Yo pude percibir mucho dolor en ella, le costaron mucho los últimos reconocimientos. Y para mí, que quería saber más y ampliar el horizonte, me encontraba muchas veces con ella teniendo que recordar, cada vez que salía el tema, o cuando era su cumpleaños o llegaba el 24 de marzo, realmente notaba la ausencia del hijo, era muy doloroso – recordó y continuó -Entonces logré entender que a los 91 años estaba cansada de haberlo velado y duelado tanto y quise cerrar un poco esa historia o abrirla, pero seguir yo con esa fuerza que quizás ella ya no tenía al final”, relató.

Ana Isla/Rosario3

La necesidad de sostener, de mantener y perpetuar. “Veíamos que se iba debilitando la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia que tanto nos costó, que tanto les costó a las abuelas y a las madres. Sentíamos que era necesario también poder articularlo con la realidad de nosotros, los jóvenes, o sea, como conectábamos el pasado”, explicó Renata acerca de la conformación de este espacio.

La idea de que la dictadura nos sucedió a todos, que sus hilos tejieron una trama social peculiar, con maneras de comportarse, de pensarse, de decirse es otra de las banderas de Nietos. Lua lo expuso así: “Buscamos abrir la mirada esta de que te afecta solo si viviste la dictadura o esto de que es algo del pasado porque en realidad, luchar por los derechos humanos y por lo que nos pasa como sociedad tiene que mantenerse siempre, siguiendo la idea de que de que todos podemos pensar un mundo mejor. Es por esto que se nos ocurrió formar esta organización”, dijo.

Ana Isla/Rosario3

La dictadura es algo que se ve lejano, como algo del pasado, y nos damos cuenta que no, que todavía falta un montón porque hay muchos genocidas sin juzgar”, destacó Renata por su parte. Y aun quedan unos 500 nietos y nietas por encontrar: “Hay tantas personas que todavía no conocen su verdadera identidad, que es algo que vivimos nosotros también, o sea que nos afectó directamente en la crisis de representación política que tenemos ahora. Bueno, hay una generación de personas, de pensadores, de intelectuales, de militantes y de gente comprometida con con su país a la que mataron, que perdimos y nos hacen falta”, apuntó.

Rondar para no olvidar

Las nietas se suman a la ronda de ese jueves caliente en la ciudad. La plaza 25 de Mayo – con sus retazos de tierra árida por la sequía reinante y solo algunos trabajadores descansando en sus bancos de madera– recupera su esencia con cada vuelta. Así, preserva su lugar de encuentro histórico, de centro y decantación de lo que aflije o emociona a una población.

Preparando la ronda, Ana Isla/Rosario3

“Las madres y abuelas se agruparon y rondaban para exigir por sus hijos desaparecidos y es importante que se siga dando porque sigue habiendo personas desaparecidas, y para una familia eso es re complicado, no saber dónde está esa persona que te falta, sabiendo que lo mataron, pero no dónde ni cómo ni cuándo específicamente”, expresó Renata y añadió: “Ese crimen que no está resuelto todavía se sigue cometiendo todos los días”.

Siguen caminando lento, en círculo, mientras el sol empieza a ceder. La escena, repetida miles de veces, siempre es una sola y única imagen de la forma más digna de protesta y reclamo.

Ana Isla/Rosario3