Un estudio encontró por primera vez microplásticos en la nieve recién caída en la Antártida. La investigación fue dirigida por Alex Aves, un estudiante de doctorado de la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda, bajo la supervisión de la Dra. Laura Revell.
Si bien anteriormente se había hallado este tipo de plásticos diminutos, más pequeños que un grano de arroz, en el aire y en una variedad de entornos remotos, esta es la primera vez que se encuentran en nevadas frescas en la Antártida.
El equipo de investigadores recolectó muestras de nieve caída en 19 sitios en la región de la plataforma de hielo Ross y en todas ellas se comprobó la presencia de microplásticos, en un promedio de 29 partículas por litro.
En total, los científicos identificaron 13 tipos de plástico diferentes, siendo el más común el PET, utilizado para fabricar botellas de refrescos y ropa. Determinaron además que las partículas podían haber sido transportadas desde una distancia de hasta 6.000 kilómetros.
Our paper identifying microplastics in Antarctic snowfall is published today. This has been a huge effort, and is thanks to the efforts of so many! Thanks to @Alex_Aves1 for leading the research, and @MarsdenFund @GatewayAntarct1 @AntarcticaNZ for supporthttps://t.co/9XFUUWdLPM
— Dr Laura Revell (@LauraRevellNZ) June 7, 2022
Asimismo, el estudio reveló que la concentración de microplásticos en las muestras recolectadas cerca de estaciones de investigación antártica era hasta tres veces superior que en las otras zonas analizadas. "Es increíblemente triste, pero encontrar microplásticos en la nieve antártica fresca pone de relieve el alcance de la contaminación plástica incluso en las regiones más remotas del mundo", dijo el autor del estudio, citado por The Guardian.
Cuando el plástico se descompone, quedan partículas menores a 5 milímetros de diámetro que tienen el potencial de causar un daño ecológico significativo. Estos residuos afectan negativamente a los organismos marinos, son tóxicos para los animales y la vida vegetal y contribuyen al cambio climático.
Su pequeño tamaño y baja densidad les permiten transportarse por el aire a grandes distancias, por lo que pueden llegar hasta entornos tan alejados como la Antártida, el Ártico, las profundidades del océano, el monte Everest o las regiones alpinas europeas, según lo publicado la revista científica The Cryosphere comununicó RT.