“Y así encuentras una paloma herida
que te cuenta su poesía de haber
amado y quebrantado otra ilusión.
Seguro que al rato estará volando
inventando otra esperanza
para volver a vivir”
(Sólo se trata de vivir, Litto Nebbia)
Mientras se cuentan las horas de encierro y las tardes se alargan en la casa, se generan nuevos escenarios y situaciones diferentes. Nada ni nadie es igual que antes. La pandemia de coronavirus transcurre en la ciudad y el detenimiento aparente resulta relativo.
La nueva vida de Enzo empezó hace dos meses. O quizás fue antes, el 19 de marzo pasado cuando se instaló la cuarentena obligatoria por coronavirus. Tuvo que cerrar su salón de fiestas llamado La Casa de Cartoon (avenida Rondeau al 3900) que instaló hace 22 años atrás. En julio pasado aceptó lo que pasaba, logró un permiso municipal y reconvirtió su local en un bar. En contacto con Rosario3, contó cómo fue este cambio fundamental y su adaptación que no concluyó ahí: ahora en medio de la cuarentena más estricta vende comida por delivery.
Cuando las hijas de Enzo eran chiquitas, tuvo la idea de montar un salón de fiestas. Las nenas crecieron y el lugar se convirtió en un enorme espacio de juegos, risas y diversión al aire libre. “Cuando cerramos en marzo pensé que en un mes o dos abríamos, me venía negando hasta que me di cuenta que no iba a suceder. En un chat de dueños de salones –dice que había 100 y 25 cerraron– me enteré que podía abrir como bar, vino un inspector municipal y me dio el permiso”, comenzó.
Puso una pizarra en la vereda para anunciar las ofertas para desayunar y merendar y reforzó con publicidad en redes sociales. “La gente del barrio vino mucho, los vecinos nos vinieron a visitar”, sostuvo sobre la convocatoria. Las mesas eran las mismas del salón, también las sillas, los manteles. Las chicas que animaban los eventos se convirtieron en mozas. “Yo me quedé detrás del mostrador, tirando café”, sostuvo y detalló: “Aprendí cuando vine de Cañada del Ucle a estudiar el profesorado de Educación Física y trabajé en un bar”.
“Es otro rubro y apenas pueda voy a volver a lo mío”, manifestó con cansancio evidente. Consultado sobre si mantenía los proveedores, advirtió: “Ninguno de los que tenía en el salón trabaja de lo mismo, todos se pusieron a hacer o vender otra cosa, la persona que me hacía las tortas hace empanadas, el que hacía las fotos se dedica a andá a saber qué otra cosa. Muchos pusieron una verdulería o venden comida para poder comer”.
Enzo mantuvo abierto su bar por unos 15 días hasta que el viernes pasado, el gobierno provincial dispuso el retroceso de fase. “Estaba empezando y me volvieron a cerrar, tengo que pagar alquiles, impuestos y mantener a las empleadas. Esto apenas da para algo”, se quejó y admitió: “La cabeza no te para nunca, tenés cambios de estado de ánimo y cuesta dormir”.
Ahora volvió a transformar su negocio. “Estamos cocinando pollo y otras comidas y repartimos por delivery”, contó sobre su actual situación, a la espera de que pasados los 15 días indicados, pueda levantar las persianas. Sabe que si eso es posible, no abrirá la Casa de Cartoon que soñó y levantó sino una nueva forma de subsistencia. Eso duele y decepciona pero siempre hay un resto: “Soy un luchador, esta no la pierdo”, terminó.