La reglamentación del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que el gobierno oficializó esta semana, dejó abierta la puerta del país a la llegada de grandes capitales que estén dispuestos a apostar por Argentina en ocho sectores clave para el desarrollo económico: industria forestal, turismo, infraestructura, minería, tecnología, siderurgia, energía, petróleo y gas.

Pese a que cada rubro cuenta con sus particularidades, las exenciones impositivas y aduaneras son los beneficios comunes y el eje troncal del plan de atracción de dólares para el montaje y la puesta en marcha de los proyectos, que deben tener determinada magnitud para poder gozar de los citados favores.

Por tratarse de una ley abarcativa, que puede condicionar a los actores locales del ya endeble entramado económico nacional, los debates en el Congreso fueron acalorados y el proyecto inicial que mandó el gobierno sufrió modificaciones sensibles. Finalmente, con los retoques propuestos por los legisladores que defendieron determinados intereses provinciales y sectoriales, la administración Milei ya puede contar con el instrumento que, afirman, cambiará el paradigma de la industria argentina y generará los dólares que le faltan al país para despegar.

La minería se frota las manos

Entre los ocho sectores alcanzados por el RIGI, uno de los que aguarda con mucha expectativa que empiecen a aterrizar los inversores es el minero. “Para nosotros es una esperanza porque viene a traer lo que el rubro viene esperando desde hace tiempo: certidumbre para poder definir las inversiones necesarias para la construcción y puesta en marcha posterior de proyectos de envergadura”, dijo la directora ejecutiva de la Cámara Argentina de Empresas Mineras, Alejandra Cardona.

La dirigente afirmó que ya tienen una proyección del impacto que el RIGI puede causar en la minería argentina: “Tenemos estimado, de acuerdo a los proyectos que están en cartera, una cifra que ronda entre los 25 y 27 mil millones de dólares de inversión para los proyectos de cobre y litio. Eso podría traducirse en un incremento de más del 80% del empleo del sector a nivel nacional y triplicar los 4 mil millones de dólares de exportación que logramos el año pasado en plata, oro y litio, más algunos otros minerales no metalíferos no tan significativos”.

Y Cardona marcó una diferencia esencial con otras cadenas industriales, como por ejemplo el agro: “El sector minero no tiene lugar donde almacenar minerales y esperar a vender el producto más adelante: no hay estacionalidad, realmente no funciona así y realmente lo que se produce, se exporta”. Música para los oídos de Luis Caputo, Milei y  compañía.

Inversiones a largo plazo

En tren de comparar con otros rubros, la directora ejecutiva de la CAEM destacó que, en minería, las inversiones son verdaderas apuestas a largo plazo. “El sector minero es diferente a otros, porque todas las inversiones y desarrollos que se inician toman mucho tiempo para producir ganancias. Por ejemplo, el tiempo que a la industria del agro le demanda preparar la tierra para la siembra y la posterior cosecha, en minería es mucho mayor. Hay una primera etapa de exploración que puede tomar 5, 10 o hasta 20 años para tener la certeza de que un proyecto es viable económica, ambiental y socialmente, para luego recién poder factibilizarlo”, señaló.

“Ante esa factibilidad, el proyecto requiere que la planificación contemple por lo menos 30 años de producción. Y para producir por todo ese tiempo en Argentina hay que hacer malabares. Imagínense la cabeza de los inversores de esta industria, que pusieron plata en Argentina hace 10 años y todavía no la ven. ¿Ustedes creen que invertirían de nuevo de no tener estas facilidades?”, se preguntó.

Según Cardona, lo que ha provocado que los inversores aún “no la vean” han sido los constantes cambios de reglas que cada administración nacional y provincial le han puesto a sus normativas: “Hay proyectos que están en producción desde hace tiempo, que invirtieron acá y no podían girar divisas al exterior: o sea, que la plata quedaba acá en pesos. O si querían importar insumos, maquinaria que no se fabricaba acá, no podían hacerlo porque no tenían acceso al sistema cambiario, cuando en realidad la ley de inversiones mineras que tenemos vigente desde antes del RIGI dice que sí”.

“También tenían que enfrentar regulaciones de otros organismos del estado, como la AFIP y Aduana, que entorpecían ciertas operatorias. Se suman los requerimientos de algunas provincias, que en todo su derecho tienen la potestad de establecer lineamientos para decir cómo quieren que se desarrolle la actividad en su territorio, pero que de pronto te exigían en una provincia mediterránea que tuvieras un proveedor portuario. Y a eso la agregamos los condimentos de que la minería estuvo en el ojo público con mala fama ambiental, lo que hizo que se la cuestionara desde todos los sectores. Finalmente, al inversor no le daban ganas de invertir”.

La industria nacional, favorecida. ¿Y Santa Fe ?

Otro de los argumentos que se alzaron en contra del RIGI en la discusión parlamentaria, y que acabaron concibiendo una versión “endulzada” del proyecto original, fue el daño que las facilidades para la importación podrían causarle a la industria nacional. Según Cardona, en minería eso no ocurrió, no ocurre ni ocurrirá.

De todo lo que consume el sector minero para producir, el 80% es industria nacional. Y eso puede demostrarse a través del estudio de los códigos internacionales que se gestionan para importar productos y servicios. Si se analizan los de la industria minera, van a comprobar que durante estos últimos años se compraron sólo insumos y productos que no se fabrican en Argentina. Por ende, la industria nacional no corre peligro: al contrario”, aseveró.

Para Cardona, incluso esta puede ser una gran plataforma de crecimiento para distritos no mineros que podrían montarse a la cadena industrial con sus respectivos aportes, ya que las industrias provinciales no darán abasto: “Tenemos un gran desarrollo de proveedores que son en su gran mayoría locales. Y la cadena de valor es parte indiscutible de la industria minera, porque sin ella no se puede desarrollar. Pero creemos que va a haber una demanda muy grande si estos proyectos se desarrollan: incluso va a haber oportunidades para provincias que no participan directamente del desarrollo minero”.

Allí, Santa Fe podría tener su chance: “Justamente es importante el interés que están demostrando provincias como Santa Fe, porque tienen una potencialidad enorme que no aparece tan claramente en otras provincias: ese desarrollo de la metalmecánica que tienen Santa Fe o Córdoba, que está orientada al agro, puede tranquilamente avanzar hacia una reconversión y satisfacer la demanda de la industria minera”. La administración Pullaro lo sabe y desde hace tiempo está trabajando para mostrar que su metalmecánica y la logística portuaria, por citar dos ejemplos, pueden ser de gran ayuda. Un auxilio que prestarían encantados y que tendría su impacto positivo en la Bota.