El 8 de septiembre Viktor Melnyk fue noticia por aparecer dentro del baúl de un empresario santafesino en el límite provincial que separa a Corrientes de Entre Ríos. Sin pasaporte, lo primero que se supo de este ucraniano de 47 años es que fue soldado, que formó parte de una agrupación cívico militar española llamada Reales Tercios y que estaba desesperado por llegar a Rosario.
Con esos datos, las especulaciones sobre lo que venía a hacer a Rosario fueron muchas, pero la realidad estaba en lo que Viktor no se cansaba de repetirle incansablemente a todos. Su hija estaba por nacer y él tenía que llegar a tiempo.
Rosario3 habló con Viktor Melnyk y reconstruyó su relato, que si bien tiene tintes cinematográficos, fue aceptado por la justicia. Actualmente está domiciliado en Rosario junto a su novia y su primera hija y cada 15 días tiene que ir a la delegación de la justicia federal a demostrar que no se fugó.
“El primer culpable soy yo, solo quería ahorrar 30 minutos para llegar, porque eran muchos para mi”, comenzó a explicar Viktor en un trabajoso español que delata que no se trata de su lengua madre.
A sus 47 años, Viktor Melnyk vivió una verdadera odisea que se hizo conocida por su foto adentro del baúl de un Chevrolet Corsa, pero que empezó mucho antes. “El 11 de marzo decidimos con mi mujer dejar Brasil, ella viajó a Buenos Aires y yo a Paraguay”, recordó el empresario ucraniano.
Según su versión de la historia, no es soldado sino que es empresario. “A los 18 años hice el servicio militar obligatorio de mi país y entre 1994 y el 2000 integré un grupo especial que se dedicaba a hacer seguridad, pero actualmente ya no hago eso”, explicó. Es representante de la empresa española, Mora Water System que se dedica a la potabilización del agua y que quiere instalarse en la región.
En uno de sus viajes por latinoamérica, conoció a Romina G. una joven rosarina, se enamoraron y ella comenzó a viajar por él. Mientras vivían en Brasil, Romina quedó embarazada y Viktor iba a ser papá por primera vez. Todo marchaba bien hasta que apareció la pandemia.
“Nos enteramos que en la clínica en la que se atendía comenzaron a haber casos de coronavirus, ella es asmática y nos asustamos, entonces decidimos irnos de ese país”, recordó. Así fue como el 11 de marzo Romina regresó a la Argentina, su objetivo era realizarse unos chequeos médicos en Buenos Aires y luego instalarse en Rosario. Por su parte, Viktor viajó a Paraguay, tenía programada una reunión con funcionarios del gobierno y luego arribaría a la ciudad natal de su mujer para esperar el nacimiento de su hija.
Pero el virus se propagó más rápido de lo previsto y complicó la planificación familiar. “Llego el 12 a Asunción y se anunció el cierre de fronteras”, indicó el empresario ucraniano. A partir de allí comenzó la odisea para reencontrarse.
Los primeros meses, se lo tomaron con tranquilidad y mientras esperaban que se abran nuevamente las fronteras, comenzaron las gestiones diplomáticas para que lo autoricen a ingresar al país. “Probamos de todas las maneras, yo vivo siempre recto, escribí a la embajada de Ucrania pidiendo ayuda, pero la única solución que me daban era repatriarme a mi país, mi mujer le escribió hasta al Presidente pero nunca tuvo respuesta”, reveló Viktor.
Luego de tres meses, la madre de Romina consiguió una autorización para buscarla en Buenos Aires y llevarla de regreso a Rosario. Ya con su mujer al resguardo de su suegra, Viktor comenzó a trabajar en la forma de reencontrarse con ellas. El embarazo avanzaba y él necesitaba hacer algo antes de que su hija naciera. “Necesitaba casarme, soy cristiano ortodoxo y por mi religión tenía que hacerlo antes de que nazca mi hija”, explicó.
Entre los intentos para ingresar, Viktor contrató un avión privado. “Me hice el test de coronavirus, me dio negativo y en Paraguay me dicen que puedo salir del país sin problemas, pero cuando se comunicaron con el aeropuerto de Rosario para pedir que autoricen mi arribo, les dicen que no”.
Según explicó Viktor al sitio a la periodista Florencia Speroni en el sitio newsdigitales, desde Rosario le dijeron que, al ser extranjero y no tener residencia en el país. la única forma de ingresar era que tramitará en la Embajada Argentina los permisos que explicaban que su mujer estaba a punto de dar a luz, pero la embajada estaba cerrada y no contestaban los correos electrónicos.
“Yo contaba el tiempo y no me daban los días para que hagamos esos trámites y yo pueda llegar antes del nacimiento de mi hija”, señaló Viktor. Ante esta situación, decidió tomarse un taxi e ir hasta Encarnación, una ciudad ubicada al límite con Argentina.
Permaneció tres días en un hotel buscando la forma de poder cruzar el puente que separa un país del otro, hasta que un taxista de la zona le recomendó que se acerque a hablar con los pescadores. “Me dijo que todos los meses unas 10 mil personas cruzan en barcazas a cobrar un beneficio de la Argentina”, reveló el empresario.
“Me acerco, les cuento mi historia y se ofrecen a cruzarme gratis, me dicen que no van a aceptar dinero y como agradecimiento les compré alimentos”. Según su memoria, Viktor les obsequió; dos sacos de maíz, 48 cervezas, una botella de whisky, un cartón de tabaco y 6 kilos de carne.
Ya del lado argentino, Viktor se tomó un taxi que lo llevó unos 100 kilómetros rumbo al sudoeste, cada vez estaba más cerca de reencontrarse con su familia. “En un momento el taxi frena y me dice que no tiene permiso para seguir circulando, me deja en la ruta y me dice que seguro voy a encontrar alguien que me acerque para donde tenía que ir”.
Mientras esperaba que alguien se anime a llevarlo, un mensaje en su celular le advirtió que su mujer había roto bolsa y que al atardecer entraría al quirófano. Su desesperación se hace notoria y en ese momento apareció en escena Juan José Clucellas, un empresario santafesino que ve al gigante ucraniano y decide frenar.
“Le cuento mi historia y accede a llevarme hasta Santa Fe. Cruzamos unos 300 kilómetros con uno. 30 controles, de pueblos; de virus y de policía, gente preguntaba y seguíamos”, indicó el ucraniano.
Llegando al límite provincial con Entre Ríos, Clucellas le advierte a Viktor que el control era bastante más estricto y que iban a demorar unos 30 minutos para explicarle a los agentes qué hacía él ahí. “Era la 1 de la tarde, todavía me faltaban 350 kilometros para llegar y a las 5 mi mujer entraba al hospital. Para ahorrarme esa media hora, le propongo meterme en el baúl del auto para intentar pasar”, explicó.
A partir de allí, la historia conocida. Viktor es descubierto en el baúl del auto. “Les pido perdón e intento salir del vehículo para contarles mi historia, pero me piden que me quede ahí porque me querían sacar fotos”.
Tras los primeros minutos de tensión, el ucraniano logró contarles su historia y les muestra los mensajes de su esposa. “Me dicen que si iba al lado del acompañante me dejaban pasar sin problemas, pero ahora ya habían avisado a la justicia y no me podían dejar ir”, relató el desesperado padre.
En ese momento, Viktor cometió otro error: “Por miedo a que me deporten, dejé mi pasaporte dentro del auto y presenté mi certificado de residencia de España que estaba junto a mi placa de Reales Tercio”.
Los Reales Tercio es una organización cívico militar que defiende al rey de España. Viktor se afilió a este grupo por intermedio de un militar amigo al que conoció durante los 18 años que vivió en el país ibérico. “Pueden entrar, ex ministros, ex gobernadores, policías de alto nivel y grandes empresarios, siempre con el apoyo de dos personas que ya pertenecen”, explicó.
Sin tener en clara su identidad, los agentes trasladaron a Viktor a la comisaría de La Paz, a los dos días recién pudo comunicarse con su mujer y se enteró de que su hija ya había nacido y se encontraba en neonatología.
En el juzgado federal de Paraná, Viktor volvió a contar su historia. El fiscal le explicó que se encontraba detenido por la violación a las medidas de aislamiento para evitar la propagación del coronavirus, que podía pasar su proceso en libertad, pero que antes necesitaban los papeles que puedan su identidad y su historia.
Allí entró en escena Claudio Berón, un joven abogado entrerriano que comenzó a trabajar con Viktor mientras cumplía con los 14 días de aislamiento en la comisaría 5ª de Paraná. “En la primera reunión me cuenta que el pasaporte estaba arriba del auto, así que pido una autorización para requisarlo y lo encontramos, además, conseguí el contrato de alquiler del departamento en el que vive su mujer y el certificado de nacimiento de su hija, con todo eso logramos su libertad”, recordó Berón en diálogo con Rosario3.
Ya en libertad, Viktor tomó un taxi desde Paraná a Rosario. “Lo recuerdo contigo y me emociono, primero voy a una florería de Rosario y pedí las flores más grandes y bonitas que tengan, un ramo para mi mujer, otro para mi hija y el tercero para mi suegra, llego a casa, toco timbre y baja mi mujer nos abrazamos y lloramos de felicidad porque al final la familia está junta de nuevo”, rememoró con lágrimas en sus ojos el ex soldado ucraniano.
A una semana de haber terminado su odisea, Viktor es un padre feliz. “Yo la beso todos los días y le hablo los dos idiomas, hago videollamada con mi madre, ella también es muy religiosa, siempre pide que todo pase bien que podamos llegar a Ucrania”, contó el protagonista de esta increíble historia.
Pese a todo lo que pasó, Viktor no descarta quedarse en la Argentina, por ahora en Rosario, pero luego en Buenos Aires, donde confía en poder reunirse con funcionarios del gobierno nacional y poder instalar una sucursal de su fábrica. “Mi idea es montar aquí una fábrica para que Argentina pueda construir maquinarias para toda Latinoamérica y generar mil puestos de trabajo”, relató ya más entusiasmado el empresario europeo.