Choques, vuelcos, picadas, embestidas. Las calles sangran por la siniestralidad vial –el domingo pasado se produjo un impresionante choque con dos muertosy varios lesionados en Provincias Unidas y Eva Perón–, una problemática que mata personas, históricamente más que los homicidios con su multiplicidad de causas, a excepción del año pasado. Las cifras preliminares del Observatorio Vial de la Agencia Provincial de Seguridad Vial indican que en 2020 en Santa Fe hubo 334 fallecidos en 294 hechos de tránsito ocurridos a lo largo del territorio de la provincia, una cifra menor a los 522 de 2019 –aunque en medio de una pandemia en donde la circulación ha estado limitada no es poco–. El factor humano es la principal causa (entre el 70 y 90%) que ocasiona que uno, dos o más vehículos se salgan de control o impacten entre sí, es decir, el motivo en casi todos los casos se encuentra en el estado mental y emocional detrás del volante.
Lucía Ferrando es psicóloga y se especializa en las conductas adquiridas en el tránsito. Trabaja en la Dirección de comunicación y capacitación de la Agencia Provincial de Seguridad Vial en donde lleva adelante proyectos que tienen como eje central la movilidad, y que están atravesados por la psicología. “Los aspectos psicológicos están en juego en la mayoría de los siniestros viales”, aseguró en contacto con Rosario3. Y precisó en ese sentido: “Los aspectos cognitivos que más influyen en la conducción son atención, memoria, orientación, tiempo de reacción y coordinación visomotora. Y, los aspectos de personalidad más relevantes son: ansiedad, estrés, psicopatologías, adicciones o consumos, agresividad, control de impulsos, búsqueda de riesgo y tolerancia a la frustración”.
Si la siniestralidad vial está tan ajustada a la psicología humana “es fundamental evaluar lo mencionado por medio de un profesional, para minimizar riesgos de siniestros viales”, recomendó pero advirtió: “También es prudente que cada conductor, conociendo estos aspectos de relevancia, pueda preguntarse si se encuentra o no en condiciones de manejar de manera segura”. En este sentido, Ferrando sugiere efectuar un “autochequeo” conformado por las siguientes preguntas: ¿cómo me siento hoy? ¿estoy viendo que algunos de los aspectos mencionados no están rindiendo en mí, como deberían?, ¿noto cambios en mi conducta que podrían afectar mi capacidad de conducir?, ¿me siento anímicamente en condiciones de manejar?, ¿soy capaz, hoy, de controlar mis emociones?
Sin dudas, hay conductores y conductoras que lejos de evaluarse, incumplen sistemáticamente las normas de tránsito. Estas infracciones deben combatirse con controles, según apuntó la profesional, quien evaluó: “Si nos encontramos con sujetos que incumplen sistemáticamente normas, y a cambio de ello no reciben ninguna consecuencia negativa, lo más probable es que ese incumplimiento se sostenga. De hecho, si esa conducta de incumplimiento genera consecuencias “aparentemente” positivas (sin ninguna consecuencia negativa), seguramente se reforzará, con el grave riesgo que implica (ejemplo: paso semáforos en rojo - llego rápido a destino - nadie me multa: la conducta se fortalece y perpetúa, aumentando las posibilidades de que ocurra un siniestro vial). Es por eso que son fundamentales los controles en el tránsito. Si la persona es controlada, o si tan sólo siente que puede ser controlada, posiblemente modifique su conducta”, observó.
Las normas sancionan los incumplimientos al volante, pero ¿sucede lo mismo con la sociedad? ¿Hay algún tipo de influencia cultural que premia a los infractores, alguna construcción social dónde el transgresor es "vivo" y el que cumple es "tonto"?, fue la consulta de Rosario3. “Sin lugar a dudas, la cultura es uno de los principales factores que modela el tipo de conducción en una sociedad. Por ello, lo que para algunas sociedades es de “vivos”, en otras es repudiado completamente. Y lo más paradójico –remarcó– de todo es que, aquel que viaje a una sociedad distinta, seguramente se amoldará a las costumbres locales (entonces, por ejemplo, quien tenga conductas imprudentes porque está bien visto en su sociedad, si viaja a un país donde eso mismo es reprochable, seguramente conducirá con más precaución; porque, en definitiva, todos queremos “pertenecer y se aceptados”)”, manifestó.
“En nuestra sociedad –continuó– asociamos la velocidad a poder, dominancia, control. No hay una justificación lógica para ello, son asociaciones que arbitrariamente se han ido reforzando con el paso del tiempo. Por eso son tan importantes las deconstrucciones de conceptos que damos por ciertos, cuando en realidad no tienen ningún sustento. Es fundamental formar conductores críticos. Educación y control, son complementos necesarios para poder revertir este tipo de situaciones”.
Frenar y arrancar de nuevo
Ferrando considera que la conducción puede mejorar, en principio, si es percibida como una experiencia social y colectiva en la que cada persona que se mueve es causa y efecto. Otra cuestión es la información: “Suena trillado, pero es acertado decir que cada conductor sepa cuáles son los factores de riesgo que puede controlar para minimizar la posibilidad de siniestros viales, los habilita a manejar de un modo más seguro. Es importante, asimismo, incorporar nuevas prácticas: la tolerancia, el respeto por el otro y por las normas, generarán una nueva cultura vial. Necesitamos crear nuevos hábitos, buenos hábitos. Y los hábitos se generan practicándolos”, subrayó.
Por último, destacó: “Los siniestros viales son un grave problema de salud que tenemos como sociedad y la principal causa de muerte en adultos jóvenes. Una vez que reconozcamos que somos parte del problema, que reconozcamos que no podemos tolerar muertes ni lesiones por siniestros viales, estaremos dando el primer paso para iniciar el proceso de mejora de nuestra circulación”.
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