Cuando terminó el secundario, Yamile supo que quería ser arquitecta y se inscribió en esa carrera de la Universidad Nacional de Rosario(UNR). Sin embargo, el deseo de estudiar se disipó, sofocado por la necesidad de ayudar en casa con dinero y acompañar la crianza de cinco hermanos. Así supo que el Ludueña de toda su vida quedaba demasiado lejos de La Siberia.
Sin embargo, más de diez años después volvió a intentarlo. “Siempre quise estudiar pero por cuestiones económicas no podía. Después de tener a mi hijo y separarme, vi que estaba mejor con mi trabajo de peluquera. Empecé a pensar más en mí y fue cuando decidí anotarme. Lo hice por mí, por mi hijo y para brindarme a los demás. Me ha costado lágrimas y me falta un montonazo, pero ya la cabeza se me abrió”, contó a Rosario3, la actual estudiante de Trabajo Social de 35 años, quien hoy es una de los cientos de alumnos y alumnas que desafían las diferencias sociales, la escasez material y se juegan por un sueño de transformación.
“Soy de clase muy baja. En el barrio no entendía que tenía derechos, siempre fue pedir y dar gracias. Pero en la facultad comprendí que los tenemos y uno de ellos es poder estudiar”, comentó sobre algunas de las puertas mentales que se abrieron cuando empezó la carrera en 2019. Cursaba de noche y muchas veces llevaba a su hijito a clases: “La primera vez que fui estaba en las nubes, ¿dónde voy?, me preguntaba. Por suerte, me me encontré con dos chicas de mi barrio y fue buenísimo. Las tres estábamos en la misma situación, a la intemperie. Pero nos entendíamos, nos juntábamos con nuestros hijos, les dábamos de comer y nos poníamos a estudiar”, recordó sobre el primer año de cursado.
“A mitad de año descubrimos Bienestar Estudiantil –siguió– y fue nuestra salvación. Necesitábamos un asilo. En la universidad nadie te da bollilla pero ahí es diferente. Nos han dado una ayuda impresionante, fueron nuestros guías. Nos apoyaron en cuestiones de estudio y nos ayudaron a conseguir los materiales. La beca nos salvó la existencia, nos fortalecimos”, comentó sobre la asistencia que la UNR brinda a través de un nutrido número de programas que abarcan distintas situaciones y necesidades del alumnado.
Ayuda
Patricia Giacomezzo es la Directora de Bienestar Estudiantil, el “refugio” de Yamile y sus amigas. Sabe que acceder al nivel terciario no solo requiere tener a mano herramientas intelectuales y económicas, sino también afectivas, es por eso que apuntalan a los chicos para que tomen confianza en sí mismos. “Desde 2019 llevamos la propuesta académica de la UNR a 14 escuelas de barrios periféricos y asesoramos a los alumnos en la inscripción, en cómo conseguir becas, acompañamos con talleres de orientación vocacional y damos asesoramiento sobre grupos de estudio, técnicas de estudio, entre otras capacitaciones”, explicó y agregó: “Además del acompañamiento pedagógico asistimos a los estudiantes en la vida universitaria, brindándoles información sobre las inscripciones para rendir, los exámenes, etc. Se arman grupos de estudio, y se les comunica por Whatsapp las fechas académicas. Hay un lugar para estudiar, mesas grandes para estudiar en grupo”, detalló sobre la propuesta que también apuntala desde la escucha y la contención sin dejar de promover la autonomía y la seguridad personal.
Actualmente 200 chicos y chicas con los que que trabaja el área reciben becas de distinto tipo, la mayoría son mujeres y eligen Enfermería, Ciencias Médicas, Trabajo Social y también terciarios de Administración de Empresas y Construcción. “Es complejo porque trabajamos entre las ganas que tenemos de que sigan y las de ellos de estudiar. Intentamos que se acerquen sin presión, llevar adelante una carrera implica mucho tiempo y esfuerzo, entonces intentamos facilitar este tránsito”, sostuvo.
¿Qué sucede con la universidad cuando se vive en un barrio humilde y no hay dinero en casa? ¿Qué pasa cuando ir a la facultad implica tomarse varios colectivos, atravesar la ciudad, conseguir libros, fotocopias, tener ropa más o menos presentable? Y si los padres, lo amigos, el novio no estudian, ¿cómo seguir cerca de ellos? Pablo Cinquini es profesor en Letras y es uno de los integrantes del equipo profesional de Bienestar Estudiantil. “La inserción en la vida académica es lo más difícil y es lo que tratamos de promover y acompañar. Les es extremadamente difícil no solo por la distancia física y los prejuicios que hay de por medio, no solo por las dificultades académicas sino que un trámite administrativo para la inscripción o la inscripción a las materias no pueden resolverlo sencillamente y muchas veces no tienen herramientas para ir a preguntar. Hay también factores de segregación de los pares en algunas facultades, no es intencional pero a veces el ambiente de una facultad de Medicina o de Ingeniera les resulta muy ajeno a ellos y a veces también se ponen en esa condición de segregados, de no sentirse parte y eso los expulsa de la universidad. La cuestión de poder tener una constancia de ir a cursar todos los días, prepararse para un examen y el desconocimiento de los tiempos universitarios hace que que sea vean en dificultades”, planteó.
Por su parte, Giacomezzo agregó: “Existen barreras invisibles, un distanciamiento entre el barrio y la universidad. No solo es tener que viajar en colectivo sino que es estar en otro espacio que no sienten propio. Su imaginario no les permite estar en cualquier parte, tienen un grupo determinado y la facultad presenta diferencias. Carecen de recursos simbólicos y de formación, por eso les acercamos técnicas de estudio y los pormenores del lenguaje académico –las becas incluyen dinero, transporte y comida en el comedor universitario–. Padecen mucha vulnerabilidad, se sienten fuera de la sociedad y cuando ingresan a la universidad no se sienten pertenecientes. Muchos dejan por cuestiones económicas pero es más complejo que eso, tiene que ver con la familia, en muchos casos los padres no han finalizado la escuela primaria, no lo ven como una inversión a futuro porque estudiar lleva mucho tiempo. Hay una brecha enorme, muchos tienen la obligación de cuidar a sus hermanos, no tienen lugar para estudiar, en sus casas hay otras prioridades. Además, les pasa que sus amigos no asisten a la universidad y sienten que los dejan de ver”, precisó.
Un canal
¿Por qué insisten en estudiar estos jóvenes de Rosario? Para la directora de Bienestar Estudiantil, las dificultades económicas y los prejuicios sociales no les impiden “tener ilusiones y expectativa de futuro”. “Ven una posibilidad de cambiar, de desarrollarse personalmente. Se conectan con ese niño que fueron que quería con ser médico o abogado. Sueñan con ser alguien. Por eso les decimos que pueden estudiar y que los vamos a ayudar”, remarcó.
Quizás, en medio del trajín de criar a su hijo sola tras sufrir violencia de género de parte de su pareja, yendo de casa en casa para cortar el pelo y peinar a sus clientes, acumulando necesidades y desaires, pudo reverdecer en Yamile esa inquietud juvenil, ese deseo de modificación y transgresión de lo dado. “Elegí Trabajo Social porque en el barrio ves en vivo y en directo lo que se estudia en la carrera. Me gustó porque me permite ser un canal para mis propios vecinos. Yo pude romper la maldición del barrio de que no se puede estudiar. Mis compañeras también”, expresó.
Algo de eso vislumbra Cinquini en estos estudiantes que reman contra la corriente. “Un poco contra los prejuicios que yo tuve en algún momento, puedo decir que no buscan salir del barrio, no buscan un “progreso” o una mejora entendida en términos de tener un trabajo en donde se gane más, mejorar su nivel de vida o vivir en otro lado. Por ejemplo, tenemos muchos estudiantes que eligen la carrera de Trabajo Social para trabajar en alguna institución del barrio o chicos que son ex presidiarios y que buscaron en esta misma carrera la posibilidad de trabajar con chicos en ese contexto, para tratar de ayudarlos, de sacarlos de ese ambiente y mostrarles otras posibilidades”, manifestó.
“Cuando los escuchás y los vas conociendo –confió–, todos tienen historias que los hacen tener que sobreponerse para llegar y sostenerse en la universidad. Un estudiante que tuvimos hace algunos años trabajaba como cuidacoche. Cuando fuimos a la presentación de unas becas en sede de Gobierno se hizo un brindis y él fue. Se tuvo que ir antes porque debía cuidar su lugar”, detalló y consideró a continuación: “Uno no llega a entender del todo como alguien puede sacar tanta fuerza de voluntad para después ir y sentarse en un aula”.
Yamile conoce esa energía –que en medio de tantas necesidades parece un acto de magia– que la reanima una y otra vez y le permite continuar. “A veces he llevado a mi hijo a clases y siento que se acostumbró a ese ambiente. Estuvo bueno que mi hijo viera todo eso, otro entorno. Eso lo hizo más solidario y compañero”, destacó sobre las bondades de su vida universitaria.
“Yo pasé por la violencia de género y me metí en el movimiento feminista. Siempre fui del por qué, de querer saber, de investigar. Además empezar esta carrera me permitió poder ayudar, a saber que el Estado es una herramienta de servicio a los demás. Dejé de mendigar y pasé a pedir por mis derechos, ahora tengo otra postura”, completó.
Tutores
El camino universitario no tiene por qué transitarse en soledad. La UNR también dispone de tutores, que son nada más ni menos que estudiantes avanzados, quienes tras ser capacitados, pueden acompañar a los alumnos y alumnas que sientan dudas y necesidades. Se trata del programa de Tutores Pares de la Secretaría de Asuntos Estudiantiles, que se desarrolla a través de la Dirección de Orientación Estudiantil.
Mariela Lindozzi, directora de Orientación Estudiantil, explicó a Rosario3: “Un tutor no es un amigo ni un psicólogo, es un acompañante pero hay casos que se trabaja con el apoyo de otras profesionales. El tutor hace difusión del programa y recibe la demanda del estudiante, permanentemente se trabaja sobre las novedades, un ida y vuelta, siempre en contacto con las autoridades de cada una de las facultades”. De acuerdo a lo que indicó, hay actividades pautadas de acuerdo a las necesidades relevadas, por ejemplo: ansiedad de examen, metodología de estudio, búsqueda de bibliografía, entre otras.
“Hay un salto bastante marcado entre la secundaria y la universidad, notamos dificultades en la lectura y la escritura comprensiva. También la comprensión verbal y dificultades que pueden ser de orden vocacional. Es por eso que los tutores trabajan con estudiantes con becas y los que no tienen becas”, sumó.
Los tutores pares “tienen que disponer de tiempo, se les pide una evaluación de del proceso y un trabajo final”. Reciben un incentivo económico por el tiempo que dedican a la tarea y tienen que disponer de cuatro horas semanales para su capacitación. Las tutorías se desarrollan en cada unidad académica con días y horarios pautados, y pueden ser grupales o individuales según la problemática que aborde.
Además, los tutores difunden la propuesta en el marco de los cursillos de ingreso, a través de las redes sociales, la cartelera pública y docentes de primera año, a instancia de los secretarios estudiantiles de cada facultad. Cabe señalar que Orientación Estudiantil también organiza charlas de capacitación abiertas sobre temáticas vinculadas a métodos y técnicas de estudios, manejo del estrés ante de los exámenes, entre otros.