No parecía humano. O quizás sí, demasiado humano con su piel hecha jirones, su carne quemada y aun así de pie, subiéndose a la ambulancia. El video que se viralizó mostró el estado en que quedó Ezequiel Curaba, un muchacho de 21 años, tras recibir una descarga eléctrica y prenderse fuego mientras intentaba robar cables en avenida Presidente Perón al 600. Dos días después murió en el hospital de emergencias Clemente Álvarez.
A pesar de haber podido advertir los embates del fuego en su cuerpo, muchas personas no pudieron sensibilizarse y volcaron en redes sociales comentarios en contra del joven. Sin piedad. Atendiendo esas consideraciones, Melina Gigli, docente de la escuela Carlos Fuentealba del Barrio Santa Lucía a la que asistía Ezequiel, decidió reivindicarlo, también utilizando el medio digital.
“Él era Eze, mi alumno, nuestro alumno.
Él era muy dulce y andaba con un carro.
Tuvimos muchas mañanas de mates y sonrisas.
Le gustaban los cuentos pero no leer.
Estamos en deuda. Qué crueldad. Él tiraba de un carro, andaba cirujeando”, escribió la docente de barrio Santa Lucía, quien conocía al joven desde chico, pero que no pudo reconocerlo en ese espectro quemado vivo del video.
En diálogo con Radiópolis (Radio 2), la mujer confió que solo alcanzó a ver “miedo en sus ojos”. Luego, con las horas, sabría que el ladrón de cables, al que muchos juzgaban, era su alumno. “Tenemos que frenar un poco y mirar para adentro. He leído barbaridades”, remarcó. “Vi su cara de miedo terrible y contrariamente a lo que muchos piensan, algunos pibes también tienen miedo”, advirtió.
“Por ese posteo recibí muchas invitaciones y mensajes muy bonitos. Pero, el dolor sigue porque yo lo conocía, él era mi alumno y va a quedar en mi corazón. La deuda la tenemos todos, uno se encuentra con la situación cuando te estalla la bomba en la mano, llegamos tarde”, lamentó Gigli, quien reside en Casilda y hace 6 años viaja diariamente a Santa Lucía.
La mujer aseguró que la comunidad educativa trabaja para contener a los chicos y chicas, que están comunicados con las familias y se intenta abordar las diversas problemáticas que azotan a los alumnos, pero es insuficiente. “A veces te llega un mensaje a las 11 de la noche de una mamá que te dice que el hijo no va a ir a la escuela al otro día porque se le rompieron las zapatillas o se quedaron sin gas. Los pibes no asisten por esos motivos, no lo podemos comprender a veces”, describió y remarcó: “Los pibes vienen con hambre a la escuela”.
“Es muy dura la vida de los pibes y las pibas nuestras”, observó y añadió: “Está mal lo que hizo pero hay situaciones extremas que no se miden, ponerlo en un lugar si consumía o tenía hambre, del lado bueno o malo, no está bien”.
Ezequiel había abandonado la escuela. Los docentes lo vieron por última vez cartoneando por el norte de la ciudad, en la Zona Cero, pero aseguran que siempre que andaba por el barrio iba a la escuela. “Otro alumno más que se nos va, muy joven, casi niño, de la peor manera. A Ezequiel no lo mató la policía como a Jonatan Herrera o a Pichón Escobar. Tampoco lo mataron los narcos como a Maite o a Maxi Jerez. A Ezequiel lo mató la pobreza, la desigualdad, la miseria de una sociedad que no puede ser más injusta. ¿Hasta cuándo? Desde Amsafe Rosario volvemos a gritar ¡Basta de matar a Nuestrxs Alumnxs!”, manifestaron desde el gremio docente estatal.