El martes 26 de noviembre en la Biblioteca Argentina, en el marco de la conmemoración de Noviembre Violeta, el Programa Equidad Educativa de la Municipalidad de Rosario celebró 20 años de existencia junto al grupo de jóvenes embarazadas y madres, sus hijas e hijos, sus familias y todo el equipo de profesionales del municipio que acompaña, sostiene y lleva adelante las diferentes actividades.
“Durante estas dos décadas son muchas las mamás o embarazadas que participaron de este programa que ofrece acompañamiento para completar los estudios, pero sobre todo que brinda herramientas, compañía y apoyo a quienes transitan la maternidad para que puedan construir sus propios proyectos de vida, más allá de su rol como madres”, explicó la secretaria de Igualdad, Género y Derechos Humanos, Mónica Ferrero.
“Equidad acompaña el enorme esfuerzo y compromiso de estas jóvenes y adolescentes que van a la escuela, estudian y asisten a los talleres mientras se encargan del cuidado de sus hijas e hijos”, resaltó la funcionaria.
La celebración y cierre del ciclo 2024 incluyó una muestra fotográfica donde se registraron momentos significativos de las actividades desarrolladas a lo largo del año, como la salida recreativa al Acuario del Río Paraná para el Día de la Madre, y los espacios de encuentro y capacitación. También se proyectó un emotivo video con testimonios de las jóvenes y las coordinadoras que contaron sus experiencias sobre el programa, sus expectativas, logros y proyectos a futuro.
20 años y muchas historias de vida
Morena llegó a los primeros encuentros de la Biblioteca Argentina, donde el Programa de Equidad Educativa reúne periódicamente a las adolescentes, con apenas 14 años. Cursaba un embarazo de 30 semanas y una docente de la escuela de su barrio y el equipo del centro de salud fueron el puente para llegar hasta ahí. Sin embargo, sumarse junto a otras le fue difícil.
Para Sol, el camino fue el de las redes sociales; le costó algo el inicio, pero ya en el primer taller pensó que “le iba a hacer bien a su bebé”. Así y todo ese año no pudo y dejó la escuela.
A Agustina, de 16 años, fue el embarazo de seis meses lo que la motivó a acercarse: “Quería tener un proyecto y un futuro para darle a mi hijo”, dijo.
Los trayectos de estas adolescentes no fueron lineales, como los de ninguna en los 20 años que el programa lleva trabajando, hoy en el marco de la Secretaría de Igualdad, Género y Derechos Humanos municipal. Morena dejó en un inicio su escolarización, sin embargo volvió y su participación en los espacios colectivos fue cada vez más activa. Ya está en el tramo final del secundario e incluso piensa en seguir una carrera terciaria vinculada a la Educación Inicial. Tras su primera deserción, que había estado vinculada a situaciones de violencia de género de las que era víctima, Sol volvió a la escuela y al programa. Agustina también sigue adelante.
La “sorpresa” de un embarazo adolescente
Lo que aparece en común entre ellas, es que se trata de embarazos no intencionales y que irrumpen en las vidas de estas adolescentes de entre 14 y 20 años como “una sorpresa”. El mayor logro es que 7 de cada 10 de las chicas que pasan por allí completan su escolaridad.
“Sorpresa es la palabra que más escuchamos”, señaló Alejandra Manfredi, coordinadora del programa durante los últimos ocho de los 20 años que lleva adelante. Si bien fue creado por ordenanza en 2004 con el objetivo de garantizar a través de un sostén económico y emocional el derecho a la educación de las adolescentes con embarazos tempranos, su objetivo es que tras el paso por los talleres y el trabajo de vinculación con los centros de salud “ninguna de estas chicas vuelva a tener un hijo no buscado, no deseado, no planificado”, remarcó.
En 2020, los resultados del estudio sobre las consecuencias socioeconómicas del embarazo en la adolescencia en Argentina, que llevó adelante el Ministerio de Salud de la Nación, mostró que 7 de cada 10 embarazos entre las adolescentes de 15 a 19 años en el país no fueron intencionales. Allí mismo se detectó que el 62% de las mujeres que fueron madres en la adolescencia no habían completado su educación secundaria.
Si bien en 2018 un informe de la Secretaría de Salud Pública de la Municipalidad mostró que Rosario alcanzó la tasa de embarazo adolescente más baja en casi 30 años, las aproximadamente 6 mil jóvenes que pasaron por el programa en los últimos 20 años y las 75 que lo transitan actualmente indican al embarazo como la principal causa del abandono de la escuela.
“Hay vergüenza, hay un montón de sentimientos y lo que pasa es que una adolescente que queda embarazada, muchas veces se queda sola”, indicó la coordinadora del espacio, que recalcó la importancia de las jornadas grupales, donde se encuentran con “pares en sus mismas circunstancias”.
Desde el equipo de trabajo de Equidad señalaron que las chicas llevan al espacio sus propias inquietudes, las temáticas que las preocupan, y tejen lazos entre ellas, incluso de un año a otro, sobre todo cuando son del mismo barrio y pueden sostenerlo.
Lactancia, cuidado del cuerpo, sexualidad, violencias son temas que ellas mismas piden y que las convocan, aunque son las profesionales del programa las que van construyendo el interés y son el motor entre un encuentro y otro.
El trabajo en los territorios con las organizaciones y las instituciones de salud y educación es fundamental, no solo en el inicio para motorizar la inscripción y convocar a las chicas, si no también una vez que están en el programa, de un encuentro grupal a otro, para ir sosteniendo el interés por los temas, generando inquietudes, acompañando y consolidando la participación.
El desafío de construir un proyecto de vida
Por estos días son 75 las jóvenes insertas en el programa, de las cuales 51 tienen menos de 17 años y el 88 por ciento cursa el nivel secundario. La mayoría proviene de la zona oeste y sudoeste de la ciudad.
A ese contexto, se suman además las violencias, ya sea en sus entornos o de las que ellas mismas son víctimas: el 33 por ciento de las adolescentes padecieron violencia de género y el 14,6 por ciento sufrieron abusos.
Hacer que el recorrido de las adolescentes sea más accesible en su cotidianidad de alumnas y mamás para garantizar el derecho a la educación implica también contemplar las trayectorias pedagógicas de cada una de las participantes, las complejidades que se dan con las instituciones escolares y los puentes que se tienden con otras áreas del Estado. De esta manera, el programa sostiene buenos resultados: 7 de cada 10 chicas terminan la escuela.
A las dificultades que la mayoría de las jóvenes enfrenta en el sostenimiento material de la vida se suma que les cuesta dejar a sus bebés al cuidado de otras personas. Aunque los talleres son propuestos como espacios para ellas, algunas vienen con sus hijos, ya sea porque todavía están en período de lactancia, porque no tienen con quién dejarlos, y fundamentalmente, porque las tareas de cuidados son asignadas socialmente a las mujeres, sin distinciones.
Con todo eso, el programa intenta que las jóvenes vuelvan a la escuela y va un poco más allá, buscando que en esa adultez precoz que significa la maternidad encuentren un espacio para vivenciar su adolescencia con sus particularidades, alojarlas y que en ese proceso puedan pensar proyectos de vida que trasciendan su rol como mamás.