Suena el despertador y otra vez arranca el día. Preparar el desayuno, despertar a los chicos, conectar las clases virtuales o ayudar en las tareas, muchas veces explicar temas nuevos, organizar, trabajar, limpiar, pensar en qué cocinar y hacerlo, crear alternativas para que los chicos puedan expresarse, reducir el tiempo que están frente de las pantallas, proponer juegos, intentar que hagan actividad física, compartir en familia, disfrutar, descansar, relajarse e intentar no desesperar. Las jornadas parecen repetirse en loop.
En un año signado por la incertidumbre, los miedos, el desconcierto y nuevas normalidades con niños todo el día en casa, este domingo se conmemora en Argentina el Día de la Madre. Las mujeres aseguran que a las actividades habituales, se les sumaron nuevos roles y las exigencias se fueron incrementando en un año de sentimientos encontrados. .
Georgina tiene 40 años y tres hijos de 6, 9, y 11 años. Es médica, especialista en Diagnóstico por imágenes, trabaja en un hospital público, en un consultorio privado y por la tarde está encargada de realizar (desde su casa) el seguimiento de casos positivos de coronavirus. Debe llamar a los pacientes, reportar síntomas, días de aislamiento y confeccionar altas. “Los acompañamos y tratamos de detectar en forma temprana complicaciones, aislando contactos de casos positivos. Estamos aprendiendo día a día, adaptándonos a los protocolos” relata. Los meses de cuarentena, tanto en lo personal como en lo profesional, fueron transitados en muchas etapas. “Al principio tratamos de cumplir con todas las actividades del colegio de los chicos, haciendo todas las tareas, todas las clases de inglés, hasta llegar al momento actual, donde hacemos lo que podemos. Decidimos preservar el bienestar de los niños, aprendiendo otras cosas con ellos, disfrutando el tiempo que tenemos juntos, y tratando de aguantarnos entre todos, que no es poco”, asegura.
Debido a su trabajo, y su continua exposición, decidieron que sus hijos no tengan, en este momento, ningún tipo de vida social: “No ven a sus amigos y los extrañan muchísimo, la vida nos cambió por completo, y hoy preservamos ante todo su felicidad y bienestar”. Desde que se decretó el aislamiento, su marido está trabajando desde su casa y es quien se encarga todas las mañanas de montar el "ciber" y conectar a los chicos a las clases. “Por suerte él es un pilar fundamental en la familia. Cuando llego de trabajar, tratamos de hacer algo todos juntos como jugar, andar en bici, o simplemente ver dibujitos o jugar a la play. También intentamos mantener el orden y la limpieza del hogar con todos en casa: una misión imposible”, confía risueña. Con respecto a su trabajo expresa que la demanda cambió sustancialmente: al principio tenía muy pocos pacientes, y “hoy se incrementó muchísimo”.
Carolina (41), es terapista ocupacional (trabaja en Desarrollo Social con pueblos originarios y es docente universitaria), tiene un hijo de 5 años y en septiembre le confirmaron que está embarazada gracias a un tratamiento de reproducción asistida que realizó durante la cuarentena. “En breve voy a hacerme la tercera ecografía y lo que más tristeza me da es que mi hijo, que tantas ganas tiene de conocer a su hermanito, no pueda acompañarme por protocolo”, lamenta.
Afirma que pasó por diferentes momentos y estados, y que ahora logró organizarse. Al principio la demanda de trabajo en la oficina (atendiendo las necesidades básicas de las comunidades originarias, y con teléfono abierto todo el día) y en el hogar, le resultaba abrumadora. “Estoy divorciada, y mi hijo pasó los primeros meses prácticamente conmigo y en casa, y fue difícil. Siempre intenté distribuir las cosas: trabajando lo más posible afuera, y adentro tratando de ser sólo mamá y ama de casa. Pero la cuarentena trajo de golpe un tiempo sin tiempo, donde todos esos roles de trabajadora, docente, mamá full time, y ama de casa conviven todos juntos y en el mismo lugar”, asegura al tiempo que confía, que descubrió a su hijo apareciendo en pantalla mientras dictaba clases virtuales. “Si bien fue un poco incómodo al principio, entendí que era parte de trabajar bajo circunstancias excepcionales. Lo más difícil fue tratar de encontrar un ritmo, intentando o pretendiendo que no se mezcle demasiado lo laboral y lo personal”, agrega.
Destaca que entre los roles que le toca realizar durante la cuarentena, está el de ser maestra de su hijo, que transita preescolar en un nuevo colegio, donde las actividades que envían son diarias y variadas. “Es un rol para el cual no me siento preparada, y que estoy cansada de ocupar. Acompaño lo mejor posible y últimamente hablamos bastante del esfuerzo que hacemos los dos: él siendo estudiante desde casa y yo haciendo de maestra. Congeniamos nuestros cansancios, le ponemos voluntad, creatividad, intentamos que no se viva como una obligación, sino como parte de una rutina y si no tenemos ganas, eventualmente nos hacemos la ‘chupina’”, se sincera. Para ella la cuarentena también trajo tiempos compartidos muy valiosos y pudo tomar conciencia de que hacía mucho que no disfrutaban tanto juntos. “Fue hermoso realmente poder reencontrarnos, es la parte positiva de todo esto. Me reencontré conmigo . con mi hijo, teniendo un tiempo de calidad que habíamos perdido”, afirma entusiasmada con la felicidad que trajo la confirmación de la llegada de un nuevo integrante a la flamante familia monoparental.
Con dos hijos de 9 y 13 años María Fernanda de 43, es contadora, y desde que se decretó la pandemia, realiza home office. El mes pasado le confirmaron que había contraído covid, y aparecieron los temores. “Si bien cumplimos con todas las recomendaciones sanitarias, me contagié. Los primeros días los transité con mucho miedo y ansiedad dado que la enfermedad se manifiesta de diferente forma en las personas”, cuenta. El mayor miedo era contagiar a sus seres queridos y sobre todo a cómo podría manifestarse la enfermedad en ellos. Afirma que tenía la tranquilidad de no haber tenido contacto estrecho con ninguna persona, salvo con su esposo y sus dos hijos. Fue ella quien comenzó con síntomas intensos, por lo que debió aislarse en una habitación de su casa. Posteriormente su esposo comenzó a sentirse mal, pero sus hijos no lo padecieron. “Los días transcurrieron y gracias a Dios ya lo superamos. Pero seguimos cuidándonos y cuidando a los que nos rodean dado que no hay certezas de la inmunidad”, agrega.
Fernanda contrarrestó el miedo e incertidumbre que traía el nuevo virus, adoptando distintas herramientas con sus hijos: “Disminuimos el tiempo frente a las noticias en las cuales solo se hablaba de enfermedades, muertes e inseguridad”. Asegura que durante estos meses, como mamá se encontró con la difícil tarea de adaptarse a una vida diferente, tratando de equilibrar el teletrabajo con las tareas del hogar, sobre todo las tareas escolares y la contención emocional debido a los cambios que los niños, y ellos padecieron. Al mismo tiempo relata que intenta motivarlos diariamente a realizar actividad física y recreativa, en la medida de lo permitido, para disminuir la cantidad de horas que pasan conectados a los dispositivos electrónicos.
El 14 de marzo se confirmó el primer caso de covid en Rosario, el 15 se suspendían las clases en todo el país y al mismo tiempo Carina (51) se enteraba por teléfono, que su hijo de 25 años (es chef y vive en Francia) había contraído el virus junto a sus compañeros de trabajo. A la distancia y vía electrónica, fue siguiendo su evolución, entre el desconocimiento y el miedo.
Maestra jardinera, tiene desde hace 30 años un jardín de infantes en zona sur que está cerrado. Es madre soltera y vive junto a su otra hija de 14 años. Debió buscar opciones para pagar los gastos y sobrevivir. En medio de la incertidumbre comenzó a vender pizzas, realizó rifas y acaba de comenzar un emprendimiento de picadas a domicilio. “Más que miedos, siento mucha frustración. Durante la cuarentena he pasado por todos los estados de ánimo que se puedan pasar. La cabeza no para por todas las preocupaciones, voy viendo qué conejo puedo sacar de la galera para poder salir de esta situación. Lo que me agobia es la incertidumbre, el no saber si voy a poder volver a trabajar el año que viene”, relata.
Asegura que “como mamá la voy llevando como puedo, viendo cómo sale el día a día y tratando de vivir en armonía con mi hija a pesar de la pandemia”. Con el correr de los meses pudieron amoldarse con los horarios y las actividades y estar “más prolijas”. “Al principio éramos un desastre, vivíamos más de noche que de día, pero tener actividades y clases virtuales con horarios, nos acomodó”, afirma. Las dos extrañan “muchísimo” la vida social, porque frecuentemente estaban con mucha gente y tenían múltiples actividades durante gran parte del día.
Un día distinto: lejos pero cerca
Este domingo se celebra en el país el Día de la Madre, en un año donde más que nunca, su día es todos los días. En Santa Fe, las reuniones afectivas siguen prohibidas para evitar que se propague, aún más, el coronavirus y con la intención de cuidar a quienes están dentro de los grupos de riesgo.
“El Día de la Madre sin encuentros es duro. Tengo muchas ganas de abrazar a mi mamá, y pasarla en familia como todos los años, pero sé que es para cuidarla. Lo pasaremos hermoso igual, rodeada del amor de mis hijos y mi otra mitad”, afirma Georgina.
Por su parte Carina asegura que tratará de “hacer de cuenta que es una fecha más. Ya hemos pasado otros días como cumpleaños que no hemos podido compartir con otras personas, y uno se va acostumbrando. Sí, se siente muchísimo más la ausencia de mi hijo, pero tengo la esperanza que llegado fin de año, tengamos otro panorama”.
María Fernanda, ya recuperada de covid, cuenta que estará con sus hijos y su marido, “agradeciendo todas las bendiciones que tengo, la salud de mis seres queridos y deseando que podamos superar pronto esta pandemia”.
Para Carolina, el sueño hecho realidad de volver . ser mamá hará que este, sea un domingo distinto. Su día lo pasará con su madre (viven en el mismo pasillo) y con su hijo en un año donde “hicimos muchas cosas juntos, disfrutamos, hay más charlas, mimos, más cosas creativas y divertidas, y eso es también muy valioso”.
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