Tomarse un colectivo en Rosario por momentos se vuelve una odisea. El sistema atraviesa una profunda crisis que se agravó en los últimos años y que parece no tener solución. La falta de frecuencia, la poca limpieza de las unidades y los problemas de mantenimiento de las mismas, son las consecuencias visibles del círculo vicioso en el que quedó atrapado el servicio.
Si bien hay una multiplicidad de factores que afectan al sistema de Transporte Urbano de Pasajeros (TUP), y algunos son externos, hay tres componentes claves que deben estar en un perfecto equilibrio para que logre sustentarse. Se trata de la cantidad de pasajeros transportados, los costos que le demanda a las empresas poner un colectivo en la calle y la infraestructura vial de la ciudad.
Pasando en limpio, cuanto más gente paga su boleto, más sustentable es el recorrido. Pero, para lograr esto, es preciso garantizar que el precio del viaje se mantenga competitivo y al mismo tiempo que las calles de la ciudad estén pensadas para que cada unidad del TUP que circule lo haga con la mayor eficiencia posible.
Ahí es donde el transporte rosarino entra en la trampa. De fines del 2012 a la fecha, el promedio de pasajeros transportados por kilómetro recorrido fue en descenso. Entre septiembre y diciembre de ese año se registraron, en promedio casi tres personas transportadas por kilómetro (2.75). Pero a partir del 2013 el número fue bajando tanto hasta que, al llegar a la pandemia, los colectivos llegaron a trasladar, en promedio, menos de una persona por cada kilómetro recorrido.
Esta caída de pasajeros se puede explicar en que menos gente se sube al colectivo; pero también hay otras dos razones posibles que, a priori, parecen positivas: porque hay más unidades en la calle y/o porque los recorridos son más extensos. Es decir, sumar colectivos o mejorar la conectividad no necesariamente genera más usuarios, e incluso puede ser contraproducente.
Como sea, la baja de pasajeros genera hace tiempo ya un profundo desequilibrio en el sistema porque, inflación mediante, los costos del servicio suben pero cada vez menos gente utiliza el servicio.
Ahí es donde entran en juego las otras variables. Por un lado los subsidios y por el otro la infraestructura vial.
Con respecto a la inyección de fondos para abaratar el valor del boleto, tanto el municipio como los gobiernos provincial y nacional fueron buscando mecanismos para garantizar un flujo constante de dinero que llegue al sistema.
A nivel municipal y provincial, existen fondos compensadores que se componen de porcentajes de tributos que cobran los gobiernos. En el caso local, al 6% del Derecho de Registro e Inspección (Drei) que pagan los comercios, se le suma un porcentaje de la tarifa del estacionamiento medido, de las multas de tránsito y de las entradas a espectáculos, boliches y al casino.
Pero, pese a los últimos esfuerzos y el incremento de los subsidios, el valor real del boleto, sigue muy por encima del precio que pagan los pasajeros.
De acuerdo al último estudio de costos que realizó el Ente de la Movilidad de Rosario, en agosto cada pasajero debería haber pagado $630,38 para que el sistema sea rentable. Pero a ese número hay que descontarle los subsidios y sumarle el IVA.
Con los $353,23 de subsidios por boleto, el costo neto por viaje quedaría en $277,14; sin embargo, con el 10.5% de IVA que desde diciembre del 2013 tiene que pagar el TUP, el precio final es $306,25.
Ahora bien, de ese número, el municipio dispuso que el pasajero pague $120, es decir, un 40% de lo que realmente debería pagar. Con esto, cada pasaje le genera a las empresas un saldo negativo de $186,25.
Según pudo averiguar Rosario3, este cálculo negativo se revierte con la reducción de otros gastos. “Primero se eliminan turnos de limpieza, después se toca la frecuencia”, resumió un experimentado empresario de transporte de la ciudad.
Es decir, que para compensar el desfase tarifario, primero se dejan de limpiar los colectivos al finalizar cada turno y luego se recortan frecuencias, principalmente en horarios de poca demanda.
Infraestructura vial
La otra variable que permite bajar los costos del servicio tiene que ver con eficientizar las unidades y mejorar la velocidad comercial. Para lograrlo, hay que garantizar que los colectivos puedan hacer sus recorridos con la menor cantidad de imprevistos posibles, lo que permitirá ahorrar combustible, repuestos y aumentar la frecuencia.
Esto es lo que intentó hacer el municipio en 2012 con la implementación de los carriles exclusivos. Al tener un corredor propio, los colectivos evitan los embotellamientos y una misma unidad puede hacer más recorridos, lo que impacta directamente en el tiempo de espera de los pasajeros en las paradas.
Si bien en Rosario existen algunas calles céntricas con carril exclusivo, lo cierto es que el proyecto original era mucho más ambicioso y se expandía por toda la ciudad. El problema fue que, a partir del reclamo de comerciantes, desde el Concejo comenzaron a plantear reparos y finalmente la implementación quedó a medias.
El Ejecutivo local trabajó entonces en otras alternativas para hacer más eficiente el TUP. Una de ellas fue sumar los trolebuses rusos que podían hacer parte de su recorrido de forma autónoma con baterías propias. Al no utilizar combustibles fósiles, su costo de operatividad es considerablemente más bajo.
El problema fue la falla que presentaron estas baterías desde un primer momento y la poca capacidad de reacción del municipio para reclamar ante la empresa Trolza, que luego fue a la quiebra dejando a Rosario sin posibilidad de recuperar la millonaria inversión y con unidades que no pueden hacer recorridos autónomos cuando el calor aprieta y la temperatura supera los 30 grados.
Lo mismo sucedió con las pruebas piloto que se hicieron para sumar biocombustibles. Después de varios meses de prueba y error, optaron por desistir. Si bien no detallaron los motivos, uno de los principales fue la suba de precio de esta mezcla más ecológica.
Con todo, pese a la complejidad del panorama, desde el municipio destacan la importancia de haber incorporado la Sube al sistema rosarino, un subsidio directo a la demanda que podría incentivar a que más pasajeros vuelvan al TUP.
Además anunciaron la compra de nuevos colectivos y esta semana lanzaron un nuevo aumento del boleto: a partir de octubre costará $185.
Ambas medidas podrían representar una mejora efectiva al sistema, siempre y cuando, vengan acompañadas de un nuevo plan integral de movilidad que permita recuperar el equilibrio entre costos, pasajeros e infraestructura. A ver si así, al fin, se empieza a vislumbrar la salida del callejón.