El río Paraná mantiene una fuerte tendencia de crecimiento desde fines de febrero aunque el Instituto Nacional del Agua (INA) aseguró que podría volver a bajar y deberá ser monitoreado al menos hasta el 31 de julio próximo.
La bajante histórica que afecta ese curso de agua tuvo su inicio en marzo del 2020 y desde el mismo mes del año pasado el descenso de las aguas se incrementó y provocó notorios cambios en la vida ambiental, económica, productiva y social entrerriana.
De características extraordinarias por su "magnitud y persistencia, la bajante seguirá siendo motivo de especial monitoreo", advirtió el INA.
En ese marco, señaló que la perspectiva al 31 de julio del 2022 "no permite esperar un rápido retorno a la normalidad, con probabilidad de extenderse (un nuevo descenso) durante el invierno".
El INA detalló que si bien se prevé que la próxima semana continúe el ascenso de las aguas, las últimas medias semanales registradas permanecen aproximadamente en 1,60 metros por debajo del promedio de junio desde 1997.
Para registrar una situación peor a esta bajante, hay que remontarse a 1944 cuando el río marcó 1,40 metros por debajo del nivel del mar frente a la ciudad de Paraná al igual que en Diamante (-1,38), Victoria (-41) y en La Paz (-1,11).
Algo similar ocurre con los registros del puerto en Rosario. Este viernes marcó 1,81 metro, 16 centímetros más que el jueves pero lejos del pico, según Prefectura Naval.
La bajante afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación (donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen); produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua.
También acrecentó los problemas de incendios en las islas y los de contaminación del agua, ya que se redujo la capacidad del río de dilución de los afluentes crudos o industriales, informó Télam.