Agustina Leguizamón pudo morir, pero sobrevivió a un femicidio el pasado 8 de noviembre. Vivió para contar que fue acuchillada y golpeada en múltiples partes de su cuerpo por un hombre mientras dormía. Al despertar buscó persuadirlo, pero el agresor continuó su ataque, la envolvió en una frazada y le dio una última puntada en el cuello.
Este sábado 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Machista, la cual no cesa. Este año, hubo 10 femicidios/trans travesticidios, 32 muertes violentas relacionadas a economías delictivas, narco criminalidad y a delitos comunes, y otras 11 muertes violentas están en investigación, según datos del Registro de la provincia de Santa Fe de femicidios, femicidios vinculados, trans travesticidios y otras muertes violentas de Mumalá. Los intentos de femicidios que registraron desde la organización este año fueron 20, y el de Agustina se cuenta entre esos casos.
Agustina es trans, y vive cerca de bulevar Rondeau en la zona norte de Rosario, en una casa contigua a la de su hermano. Esta semana, sus familiares, afectos y activistas de la Comunidad Travesti Trans de Rosario acompañaron a la joven a la puerta de los Tribunales Provinciales, para visibilizar su reclamo: que la causa, que investiga la fiscal de Homicidios María de los Ángeles Granato, cambie de calificación legal de “intento de homicidio simple y hurto (el agresor robó su celular, que no fue recuperado) a “intento de trans femicidio con alevosía y hurto”.
No es fácil el camino tras sobrevivir el horror de un intento de asesinato, pero Agustina no se queja de las afecciones corporales. Aseguró que lo que le duele es más “el alma” ante lo inexplicable. Porque su agresor la atacó cuando ella dormía, y al despertar, ella llegó a interrogarlo: “¿Por qué lo hacés?”. Como respuesta tuvo los cuchillazos y la mortaja improvisada de la frazada.
Poco después de que Agustina declaró durante dos horas ante la Fiscalía para dejar asentado su reclamo de cambio de carátula de la causa, relató a Rosario3: “La fiscal me dijo que mientras sigue la investigación, no cambia la carátula, pero si eso no sucede, volveremos a marchar y vamos a lograrlo. Lo que hizo fue (intentar) matarme con alevosía, porque aun después de golpearme y acuchillarme, me siguió atacando. Yo me hice la muerta”.
Con una voz determinada, pero que por momentos se quebraba, Agustina recordó: “Matías Vázquez era un amigo. Aunque no era íntimo, nunca imaginé que pudiera hacer algo así. Habíamos puesto música en mi casa, estábamos charlando. Pienso que me atacó porque no quise tener relaciones sexuales. Me fui a dormir y le dije con confianza, «No sé qué vas a hacer, pero agarrá las llaves y cuando te vayas tirálas en el patio». No hubo ninguna discusión. Me dormí, y ahí empezó con una serie de golpes. Yo al despertarme, sin entender nada, pensé hacerme la dormida para que piense que ya me mató. Pensé que iba a ser un par de golpes y listo, pero siguió”.
Entonces, reflexionó: “Si me pregunto por qué lo hizo, no encuentro un motivo. Nunca hubo una discusión. No puedo entender. Habíamos tomado vino, pero no estábamos borrachos. Después de la paliza, me acuchilló. Sentí el primer corte en el costado del tórax, y me di cuenta, no era joda. Me apuñaló la pierna del lado derecho. Entonces con una mano buscó asfixiarme, no me dejaba respirar por la boca ni por la nariz. Entonces, me dio la primera puñalada en la yugular del lado derecho. Mi cuello era una canilla. No sé cómo estoy viva”.
Consultada sobre cómo lo enfrentó en ese estado, continuó: “Yo, al ver que no frenaba, me arrodillé en el piso y le dije «Pará Matías, no entiendo qué me estás haciendo. Si querés tener relaciones, o qué querés». Me decía calláte la boca, hija de p….. Entonces me tiró cuchillazos en el abdomen, y para esquivarlos, agarré el filo de la cuchilla con la mano derecha”.
Fue entonces que la joven empezó a sentir que se debilitaba por las múltiples heridas. “Me desvanecía. Quede de costado en el piso. Él agarró la frazada y me dijo «Ahora ya está. Dormite». Y ya envuelta me dio la segunda puñalada en el cuello. Se fue de mi casa pensando que yo ya estaba muerta, y me robó el celular, que nunca apareció. Sentí que me estaba muriendo, y solo pensaba que no quería que mi mamá me encontrara así. Es lo que me dio fuerzas”, sostuvo.
Un rato antes, el joven de 29 años le había contado como si fuera una proeza, otro hecho de violencia por el cual fue imputado: “Me dijo «¿Viste que salí en la tele?» Y me mostró por YouTube, como con orgullo, que había robado en un supermercado chino, donde le pegó al dueño, y pagó la fianza y salió de la cárcel. Le dije que no entendía por qué le pegaba así a un ser humano. Y me respondió «No es una persona, es un chino». Al menos él está preso preventivamente. Pero quiero que se haga justicia, que no se vulneren mis derechos, y la causa sea caratulada nuevamente, porque si me pasa algo, va a ser culpa de la Justicia”.
Cuando el agresor se retiró, Agustina logró gritar para pedir ayuda: “En la casa de atrás vive mi hermano Marcelo. Él me encontró, y llamó a la ambulancia y la Policía. Me llevaron al (hospital) Eva Perón. Ellos hicieron su milagro también”.
En la causa que investiga la fiscal Granato fue fundamental la rapidez de sus diligencias, que derivaron en una serie de allanamientos. El agresor fue detenido en Cañada de Gómez dos días después del intento de asesinato. Fue imputado una semana después, y la jueza de Primera Instancia Trinidad Chiabrera dictó la prisión preventiva efectiva por el plazo de ley.
Como se curan las heridas
Aquel miércoles 8 de noviembre, Agustina fue ingresada por la ambulancia del Sies en la guardia del Hospital Eva Perón de Baigorria. Desde allí la llevaron de urgencia al quirófano. Después, estuvo dos días en terapia intensiva, sedada y con respirador.
"Difícil es sentir que al fin no lo tendrás", dice Germán Daffunchio en la canción de Las Pelotas. Para Agustina lo único que traería paz es que Matías Vázquez no vuelva a salir de la cárcel: “Todavía no entiendo como estoy viva, pero sé que, si ese chico sale en libertad, me termina de matar”, lamentó.
Dos heridas de arma blanca del lado derecho del cuello, una en el tórax, una en el muslo derecho, dos superficiales en la palma de la mano derecha. Golpes de puño en las piernas, en la oreja derecha, el brazo derecho y la nariz, y derrames en el ojo izquierdo. Tal es la descripción del estado en que quedó su cuerpo, que coincide con el relato de Agustina y el parte de la Fiscalía.
La joven trans relató sobre su estado de salud actual: “Estoy con tratamiento kinesiológico del brazo derecho, porque los puntazos del cuello tocaron algunos nervios, que hicieron que pierda movilidad en la mano, no puedo ni mover los dedos. En el brazo siento como una corriente constante. Soy diestra y me está costando todo”.
Luego, continuó describiendo: “Me hicieron muchos puntos en el cuello y las piernas. Y el derrame en el ojo es por un culatazo que me dio con algo. Me arruinó en vida. Cuando volví, mi casa quedó una carnicería”.
Además de relatar el hecho en profundidad, Agustina quiso llevar un mensaje a mujeres y disidencias que padezcan violencias, en el marco de un nuevo aniversario del 25N: “Quiero decir a todas las personas que sufren violencia de cualquier tipo, psicológica o física como en mi caso, que no tengan miedo. Que se hagan escuchar. Estaba llena de miedo, y con mis redes entendí que había que pelear para que la Justicia actúe. Que sepan que no están solas: muchas agrupaciones las pueden ayudar. Es todo cuestión de tiempo. Lo que estén viviendo, que lo piensen como un mal momento, no una vida de m…”.
En la causa de Agustina Leguizamón, es acompañada por una legista del Centro de Asistencia Judicial de Rosario y también desde el Área de la Diversidad municipal.
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