El pescador A tiene un problema: cada vez recoge más plástico y menos peces en el mar. Un 40 por ciento de lo que levanta con su red son residuos. El pescador B no conoce al pescador A, más de 17 mil kilómetros y un par de continentes los separan. Pero cuando abre las presas que saca del río advierte todo tipo de fragmentos de colores dentro los ejemplares. No son bichitos ni vegetales: son microplásticos rojos, amarillos o blancos. El pescador A está en Filipinas y cuenta su realidad en el muy buen documental “La historia del plástico”, estrenado este año y que se podrá de forma abierta en las redes sociales esta semana. El pescador B está en Rosario y su testimonio fue uno de los disparadores de un estudio sobre microplásticos que realizaron los científicos del Acuario del Río Paraná.
Los realizadores del documental internacional, los investigadores locales, los pescadores del mundo, todos coinciden: el drama ambiental de los residuos plásticos que no se degradan creció de forma exponencial en la última década y ya es una pandemia sin freno. Un virus que se expande sin mucha publicidad por su origen, por sus principales responsables: las empresas productoras que inyectan en las sociedades millones de envases y embalajes que se tiran después de usar una vez. Una sola vez.
Rosario no escapa a esa problemática compleja. La ciudad entierra 300 mil toneladas de residuos por año. Un 15% de eso, unas 45 mil toneladas, son plásticos. Otro tanto termina en arroyos y ríos, algo que la bajante del Paraná expuso con claridad. Las barreras para frenar el avance sintético fracasaron. El plan Basura Cero, aún con inversión y con cierta volunad política compartida, incumplió todas sus metas. El reciclaje tampoco alcanza. La promesa de botellas que se reutilizan al infinito y no afectan a los bellos delfines de aguas azules fue otro engaño. Solo un 10 por ciento del plástico se recicla y la mayoría de ese material se destina a otros fines: por ejemplo la industria textil en China, según el informe que preparó para Rosario3 Mirko Moskat, coordinar del área Basura Cero del Taller Ecologista.
Esa agrupación ambiental local forma parte de un entramado de 2.400 organizaciones que se nuclearon para dar una pelea global. Después de años de campañas para generar cambios de conductas de la sociedad civil o despertar el compromiso individual, ahora van por los responsables. Ya no pueden ignorar que el problema no es tanto la lava en las costas sino el volcán. El fluido incesante de materiales y productos plásticos. Las políticas verdes actuales van contra las empresas generadoras. En Argentina las iniciativas en ese sentido aún no avanzaron con fuerza. Sí hay proyectos específicos en Rosario que ya están en el Concejo. Algunos simbólicos y otros que pueden generar polémica, como ya ocurrió con las bolsas en los supermercados.
“La Historia del Plástico”
El documental “La Historia del Plástico” se estrenó en Argentina el mes pasado de forma online y el próximo viernes 5 de junio se realizará una nueva apertura de ese contenido a través del colectivo local Más Río Menos Basura (en Facebook o en Instagram). El material estará disponible hasta el miércoles 10, día en que realizarán una charla abierta, también gratis y por sus redes.
El trabajo audiovisual es una de las acciones del movimiento global Libérate del Plástico (Break Free From Plastic). Dirigida por Deia Schlosberg, la película muestra la dinámica de contaminación insostenible de forma global y cómo, en paralelo, la industria del plástico no dejó de crecer y diversificarse desde mediados del siglo pasado. Una producción que aumenta por imposición de su oferta y no por la demanda.
El documental recorre varios países (de Asia, de Europa y Estados Unidos) y construye una narración potente con archivos valiosos, entrevistas y planos alucinantes de los daños al medio ambiente: barrios construídos sobre montañas de desperdicios, ríos y mares tapizados de residuos, cielos asfixiados con los humos por la quema del plástico. Pero lo más importante no es eso sino que invita a una reflexión de las causas profundas del fenómeno, a un enfoque menos ingenuo o naif del habitual y también estimula a la acción concreta (ver charla online del Taller Ecologista sobre ese cambio de la “narrativa dominante” y el “comportamiento corporativo”).
Del sobre de jugo a la chocolatada histórica
Los océanos están repletos de plásticos (se estima que cada cinco kilos de peces hay uno de ese tipo de desechos). Y si nada cambia, para 2050 habría tantos peces como plásticos en los océanos. ¿Cómo se revierte ese suicidio colectivo decidido por unos pocos cuando el reciclaje ha probado no alcanzar como solución?
“Hay una serie de limitaciones en el reciclaje de plásticos, que lleva a que sea el material con más baja tasa de reciclaje. La mayor parte se usa para aplicaciones de bajo valor que en general no serán nuevamente utilizados”, introdujo Mirko Moskat.
“Entonces –siguió el especialista del Taller Ecologista consulado por este medio–, para reducir está claro que los cambios deben ser estructurales, y la mayor responsabilidad está en las grandes empresas. Hay un espacio intermedio de acción que estamos explorando con empresas e instituciones (supermercados, bares, restaurantes, heladerías y universidades) de la ciudad que, por iniciativa propia o por legislación, puedan cambiar algunas prácticas para disminuir el uso de descartables”.
El sector de envases y embalajes es central en la problemática. En Argentina, al 2016 representaba el 45,5% del consumo de plásticos. “La responsabilidad está en toda la cadena de producción. Empieza con aquellas que extraen gas y petróleo, la industria petroquímica, sigue con la industria plástica propiamente dicha, las empresas que venden productos envasados y las grandes cadenas de distribución”, detalló Moskat.
Dentro de ese sistema complejo, hay un sector más visible, que debería responder por lo que hace: una idea tan simple como la que rige para quien saca a una mascota a la calle a hacer sus necesidades. “Son más responsables las empresas que venden productos envasados al consumidor: alimentos, bebidas, productos de cuidado personal, limpieza, entre otros. En Argentina estamos hablando de no más de 25 firmas que concentran la mayor parte de las ventas. La mayoría suelen aparecer entre los residuos que venimos recolectado en el Paraná con Más Rio Menos Basura, y particularmente ocho con más frecuencia: Coca Cola, PepsiCo, Arcor, Danone, Quilmes, CCU, Mondelez y Unilever”.
La responsabilidad, como la duración del plástico, debería ser ilimitada. Qué pasa por ejemplo con los residuos de hace 30, 40 ó 50 años que siguen dando vueltas y que parecen atacar ahora desde las costas secas de Rosario. Qué pasa, sin ir más lejos, con esta botella de La Serenísima que encontró la periodista Almudena Munera en el Paraná esta semana.
La bajante del río nos permite ver el daño que le hacemos con nuestra basura. ¿Esta botella de chocolatada de qué año será? pic.twitter.com/JuSuTOPiUY
— Almudena Munera (@almumunera) June 1, 2020
Al publicar el hallazgo en su cuenta de Twitter, otros usuarios sumaron datos sobre la fecha de origen y hasta encontraron la publicidad de esa chocolatada de los lejanos años 80.
Como un dios sin tiempo, el plástico está en todos lados y no perece. Lo sabe bien el colectivo de organizaciones Mas Río Menos Basura que realiza cada año, desde 2016, una limpieza del Paraná. En sus cuatro ediciones “rescataron” más de cuatro toneladas de residuos. Cerca del 70% son plásticos: botellas descartables de bebidas, bolsas y envoltorios.
Pero, ¿esos voluntarios tienen que encontrar y retirar del agua el viejo botellón de leche chocolatada? ¿Son los municipios quienes deben destinar sus siempre escasos recursos en esas limpiezas superficiales? ¿No es esa una responsabilidad de, en este caso, Mastellone Hnos Sa que se diluye en el resto de la sociedad? Otra vez, la falla sistémica (o la caca del perro, retomando el ejemplo callejero).
Multiplicar no es la tarea; reciclar tampoco
El integrante del Taller Ecologista afirmó que los datos sobre generación y reciclaje de residuos en Argentina son bastante limitados pero un piso podría ser lo que informan las cámaras que aglutinan al sector: se recicla el 10% de materiales postconsumo.
“La mayor parte del reciclaje no es real, sino que es transformar el plástico en algo muy distinto del objeto original, porque el material no conserva sus propiedades. Por ejemplo, las botellas de PET (siglas en inglés de tereftalato de polietileno), apenas el 20% se usa para nuevas botellas, el resto se procesa para otras cosas y la mayor parte fuera del país (la industria textil en China)”, detalló.
La utopía del reciclaje proponía volver a utilizar el mismo plástico una y otra vez, como esas fuentes con cascadas artificiales. Los datos, opacos e incompletos, desnudan esa premisa como una fantasía: la gran mayoría del plástico fluye aguas abajo como una inundación sin control.
Proyecto Cero, Basura 300 mil
En Rosario, según el último estudio de caracterización que hizo la Municipalidad, casi el 16% en peso de los residuos llevados al relleno sanitario de Ricardone son plásticos.
Desde 2012, cuando la ciudad llegó a enterrar un pico de 304.939 toneladas de residuos, el nivel se mantuvo e incluso se redujo un poco. En 2018, último año informado, fueron 299.817 toneladas de basura.
A ese nivel, cada año, Rosario esconde bajo tierra un promedio de 45 mil toneladas de plástico.
La ordenanza Basura Cero planteó una serie de objetivos que la ciudad no cumplió, pese a la inversión y los esfuerzos más o menos sostenidos en el área.
“Las metas de la ordenanza para reducir los residuos se miden respecto a lo que se enterró en 2006 (250.945 toneladas). Eso daría que por ejemplo en 2017 se debería haber enterrado a lo sumo 125 mil toneladas y bajando los siguientes años. Si consideramos que al menos el 70% de los residuos es reciclable o compostable, para 2020 no se deberían enterrar más de unas 75.000 toneladas”, explicó Mirko Moskat. Es decir, Rosario multiplica por cuatro la cantidad de basura que se había comprometido a enterrar.
Si bien muchos creen que la pandemia del coronavirus “purifica” el medio ambiente en este 2020, en el caso de los plásticos es más bien al revés.
“Hay preocupación por el aumento de descartables tanto por alimentos (particularmente asociados a los delivery), como de uso sanitario. Por otro lado porque ha afectado mucho los circuitos de reciclaje (de a poco se están reestableciendo) y a los cartoneros y recicladores. Además en la post-pandemia tememos que se desatiendan aspectos ambientales en la búsqueda de una reactivación económica”, adelantó Moskat.
Cómo reducir: ley nacional y tres proyectos locales
“La manera de abordar esto desde la política pública es con una ley nacional basada en el principio de Responsabilidad Extendida del Productor, que responsabilice a las empresas por los impactos ambientales de sus productos, entre otros puntos”, afirmó el vocero de la ONG local.
Una ley de este tipo permitiría financiar los sistemas locales de manejo de residuos y presionar a la baja en la generación. “En Argentina ha habido en el Congreso Nacional muchos proyectos de este tipo en los últimos años, pero lamentablemente ninguno ha sido aprobado, aunque también hay que decir que muchos de los proyectos no eran buenos por diversos motivos”, aclaró el especialista.
En Rosario, el Concejo tiene desde el año pasado tres proyectos con el mismo objetivo de reducir la cantidad de plásticos. El más ambicioso fue presentado por la entonces concejala Celeste Lepratti (Frente Social y Popular) y prohibe los descartables de un solo uso (vasos y platos, por ejemplo) en patios de comidas de shoppings y galerías.
Si bien ese paso ya se dio al interior del Palacio Vasallo, la iniciativa trata, como ya ocurrió con las bolsas de supermercado en 2016, de avanzar sobre espacios privados. Eso genera reacciones adversas como las que surgieron en aquella campaña de las bolsitas, con una fuerte oposición, incluso de comunicadores de la ciudad.
Un segundo proyecto propone la pohibición del uso de descartables de un solo uso en actividades masivas organizadas por el gobierno municipal, como la Fiesta de Colectividades, y otro más impulsó un “Chau Sorbetes”.
No es el futuro, es la vida de hoy
Pese al innegable avance del problema, el tema sigue por fuera de la agenda de los grandes medios y de los principales dirigentes políticos. Como una pandemia subterránea. Quizás porque afecta de forma más directa a las poblaciones pobres, o quizás por ignorancia, pero hay quien minimiza el tema.
“Si a una persona no le preocupa esto por el futuro le diría que ya en el presente está impactando. Seguramente todos ingresamos diariamente microplásticos en nuestros cuerpos a través de lo que comemos, tomamos o respiramos. Aún no sabemos bien los impactos de eso sobre la salud pero seguramente no serán buenos”, analizó Mirko Moskat.
“A su vez –continuó– el cambio climático se manifiesta con patrones climáticos alterados y más fenómenos extremos. Y entre las causas del cambio climático tenemos sin dudas que incluir al plástico, que es otra forma por la que los combustibles fósiles fluyen a través de la economía. Hay emisiones de gases de efecto invernadero en todo el ciclo de vida de los plásticos. Siendo más superficial podría agregar que de continuar así cada vez le va a resultar más difícil encontrar lugares prístinos para vacacionar. Podría sumar un argumento económico diciendo que hoy la sociedad se está haciendo cargo de un problema generado por las empresas, en términos de gestión de residuos y costos de salud. Y que si no hacemos nada todo tiende a empeorar porque la industria petroquímica lejos de hacerse cargo del problema busca aumentar muchísimo la producción de plásticos en las próximas décadas”.
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