La crisis por el consumo de sustancias y adicciones que vive Rosario desespera a los familiares, desborda a los funcionarios y no parece haber aumento en la inversión de programas y dispositivos que alcance. Desde la pandemia, las pipas que se encienden con crack, mezcla de cocaína y tóxicos varios, agravó todos los escenarios conocidos: cada vez más jóvenes caen en una degradación física e intelectual que es inmediata y que genera, al mismo tiempo, una dependencia mayor.
A pesar de describir los esfuerzos realizados en estos años, con datos, ejemplos y el apoyo de varias organizaciones barriales, ese fue el presente dramático que trazó en su balance de su gestión la presidenta de la Agencia de Prevención del Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) de Santa Fe, Camila Bettanin.
Bettanin describió al despliegue como “intensivo, con equipos y en red” ante una crisis “cada vez más compleja que requiere más inversión, pero también más recursos humanos especializados”.
Señaló que el aumento del consumo de sustancias psicoactivas en el mundo tuvo un correlato en la ciudad. Desde la pandemia se hizo notoria “una mutación en las formas de consumo”: se pasó de aspirar cocaína a fumarla mezclada con virulana, vidrio, bicarbonato y otros.
“El crack tuvo un aumento muy significativo en los más jóvenes”, definió Bettanin en la presentación realizada el jueves pasado en la sede local de Gobernación.
La funcionaria dijo a Rosario3 que ese “consumo nuevo de cocaína fumada de muy baja calidad mezclada con distintas porquerías produce efectos más cortos, genera gran dependencia, con deterioros muy rápidos en las personas, que son visibles en la delgadez y otras características”.
Eso se combinó con un descenso en las edades de iniciación, sobre todo con el alcohol pero no solo por esa vía. Se incrementaron los riesgos de trastornos en sectores vulnerables de la población, en barrios marginales, y asociados a los circuitos de violencia.
Ese diagnóstico crudo de lo que ocurre en las calles de Rosario y la provincia estuvo acompañado de una descripción de cómo crecieron los lugares de atención y se multiplicó la inversión dos, tres y cuatro veces según el área. Pese a eso, la explosión de consumo (de alcohol, pastillas, marihuana y cocaína) está lejos de ser contenida, muy por el contrario, dijeron representantes de organizaciones barriales en la reunión.
Una expansión que da cuenta de la crisis
Es difícil precisar con cifras cuánto aumentó el problema. Pero es posible proyectarlo junto al crecimiento que tuvieron los programas oficiales, porque está claro que ni son suficientes ni solucionaron el colapso.
Según informó Bettanin, la agencia de adicciones acompañó en su totalidad 547 situaciones en 2018. La gestión actual creó el Centro de Atención Inmediata (CAI), sumó plazas y convenios con instituciones y eso multiplicó la cobertura a 4.586 por mes en 2023. Cien veces más de accesibilidad que la registrada cinco años antes.
Ese universo comprende a asistidos en dispositivos de prevención comunitaria (organizaciones o municipios), personas que hacen tratamientos intensivos y también las consultas al CAI o al Centro de orientación y atención virtual (0800 345 5640).
Solo el centro de Rosario, en España 1455, recibe 350 consultas por mes y el 0800 unos 480 llamados de 80 localidades.
Otro de los ejes planteados por la titular de Aprecod fue la expansión de la Red Territorial. En 2019, había 29 dispositivos de organizaciones sociales e instituciones (concentrados en Rosario y Santa Fe) y en 2023 pasó a 95 (con presencia en casi todos los departamentos de la provincia). Es más del triple.
La inversión realizada a través de municipios y comunas subió seis veces en términos reales (con el impacto de la inflación considerado). Este año se destinaron 90 millones de pesos en 80 proyectos (doce son hospitales de día para tratamientos intensivos). En 2019 fueron 5 millones para 29 proyectos.
Toda la red de prevención de Aprecod, sumados los espacios de municipios y comunas y las instituciones con convenios, implica 175 dispositivos que pueden consultarse y contactar a través de un mapa interactivo.
En cuanto a los espacios para internaciones, en agosto de 2021, cuando Bettanin asumió el cargo, había 75 plazas disponibles las 24 horas. Esa cantidad se incrementó a 179 en este presente. Comparado con el año 2019, cuando eran 58, esa capacidad se triplicó.
El presupuesto real total en cuatro años subió cuatro veces (de 70 millones de pesos en 2019 a 1342 millones en 2023). Si todo se multiplicó por tres, por cuatro o por seis y no alcanza, la conclusión es evidente. “Queda mucho por hacer”, definió la funcionaria saliente.
Una emergencia evidente pero ignorada
Además de narrar los despliegues multiagenciales en los barrios, con agentes que fueron casa por casa para conocer las situaciones familiares, las acciones en clubes y escuelas o los festivales de rap y otras actividades (con el mensaje “el consumo está mal y no es una joda”), Bettanin reclamó por la ley de emergencia en adicciones que presentó en mayo pasado en la Legislatura y que nunca se trató.
“Estamos ante una situación crítica. Necesitamos una ley y aumentar significativamente la inversión social, con infraestructuras del cuidado y también con más formación y capacitación. De lo contrario, no vamos a estar a la altura del problema. Y no podemos perder más tiempo. Es ahora”, concluyó.
Al ser consultada por Rosario3 sobre ese llamado de atención, Bettanin amplió: “La verdad es que estamos muy preocupados por el futuro. Tenemos experiencias en países vecinos como Brasil, en los grandes centros urbanos, que demuestran una degradación por el consumo muy fuerte. Acá no estamos en eso, pero podría ser una antesala, ojalá que no. Sería gravísimo”.
El “fracaso” en una “Rosario que se prende fuego”
Betina Zubeldía, de la organización Madres Territoriales con presencia en Cabín 9 entre otros puntos, agradeció el apoyo de Aprecod para “fortalecer la atención de aquellos que venían rotos” y habló de un trabajo delicado “en una Rosario prendida fuego en materia de consumo”.
La mujer contó que muchas en su agrupación se acercaron porque sus hijos están involucrados en la problemática y reclamó, ante esa “desesperación” de las familias, “una ley específica de adicciones para que nuestros chicos no se pierden en el camino terrible de las drogas”.
Zubeldía dijo a este medio que empezaron a coordinar tareas con las Madres contra el paco de Buenos Aires y después llegó el crack a la ciudad. “Es peor porque en dos meses ya están muy mal. Vimos chicos que en 15 días pierden 10 kilos, muy deteriorados, con virulana en los pulmones. Son pibes que los vemos morir en cuotas”, relató.
El padre Marcelo Ciavatti, con anclaje en Santa Lucía, tomó la palabra para agradecer el compromiso, habló de la importancia de darle estabilidad a los tratamientos porque “en términos de resultados inmediatos todos fracasamos acá, por eso tenemos que trabajar en términos de acompañamiento”.
“También tenemos que ajustar la mira hacia los adolescentes, que es cuando los pibes empiezan a «gustar» de las drogas”, dijo y reclamó más programas de prevención, actividades para el tiempo libre con el fin de “llegar antes” a esa población en riesgo.