El caso de Lara, la joven que asistió a una fiesta electrónica el viernes pasado en la ciudad de Armstrong y que –producto de una severa intoxicación, por consumo de éxtasis– terminó internada en coma farmacológico, en el Sanatorio de la Mujer de Rosario, disparó múltiples interrogantes en relación con el consumo de sustancias y sus posibles y variadas consecuencias, según cada organismo.
El psiquiatra Gustavo de Vega, especialista en Medicina de adicciones, explicó en diálogo con La primera de la tarde (Radio 2) que lo que puede haber pasado es muy diverso.
“Estas fiestas vienen acompañadas de consumo de alcohol o de otras sustancias. Hace años que vemos el uso de metanfetaminas (drogas sintéticas fabricadas en laboratorio de las cuales nadie puede garantizar ni la calidad ni la complejidad de lo que se consume); y hablar de metanfetaminas es entrar en un terreno muy resbaladizo porque se trata de moléculas estimulantes con distintos recorridos. También pueden estar contaminadas o en mal estado; pero lo que hay que tener en cuenta que los jóvenes que consumen estas drogas estimulantes, si bien tienen una vaga idea de las complicaciones, pero la gran mayoría tiene un muy bajo nivel de percepción del riesgo”, señaló el profesional.
Y agregó: “Si hoy les preguntáramos a los jóvenes que fueron a esa fiesta cómo durmieron y como han estado, nos encontraríamos con miles de personas que aún están bajo el efecto de toda esa movida. Es frecuente que las lesiones del consumo de estas sustancias se vean a través del tiempo. Ningún consumo es inocuo, aún cuando se produzca una vez por mes o cada tanto. Todas estas sustancias son muy poderosas, muy distorsivas del metabolismo del organismo y especialmente del cerebro”, remarcó.
En relación con el efecto que el consumo provocó en Lara, a diferencia del resto, el profesional señaló que hay que considerar si comió antes, si ingirió alguna otra sustancia, si está acostumbrada o no.
“También –agregó– habría que evaluar las características de los comprimidos que ella consumió y sabemos que la fisiología de una mujer es mucho más sensible que la del hombre al alcohol y a todas las sustancias, por sus características metabólicas diferentes, que pueden incrementar el impacto del consumo”.
En cuanto a las secuelas probables del consumo habitual de estas sustancias en el organismo, de Vega precisó que “en general, todos los estimulantes producen un fuerte aumento de la presión arterial y de todas las funciones orgánicas. Esto puede llevar a distintos tipos de daño. Puede aumentar la deshidratación (por eso los jóvenes toman agua con esos consumos) porque estos estimulantes desconectan el sensor de la sed. La persona está acelerada. Es como ir a alta velocidad con el tablero del vehículo desconectado. De allí que ingieran agua preventivamente”.
“Lamentablemente –añadió– en estos últimos años, al consumo de estas pastillas, se agregó la ingesta de bebidas alcohólicas y ya no se toma una pastilla, sino varias. Por lo tanto, los daños que esto ocasiona, son múltiples. Al ser población joven, los efectos no se notan inmediatamente, pero este atracón de estimulantes va generando vulnerabilidades. Esto es lo más preocupante. El daño permanente se acumula y en algún momento pueden aparecer situaciones cardíacas, cerebrales, hemorragias, infartos, cuadros de deshidratación, traumatismos por caídas, entre otras”.
También señaló que genera otro tipo de vulnerabilidades como contagio de enfermedades de transmisión sexual, situaciones de violencia, accidentes de tránsito, como consecuencia de la falta de sensores que adviertan el riesgo y permitan tomar recaudos.
El psiquiatra sostuvo que el consumo ya está instalado y que "el Estado (municipal, provincial y nacional) está ausente y vive en otra realidad. El consumo existe, clandestino o no, sin diferencias de género, ni de clases sociales, ni de edad. Lo que podemos decir es que ha disminuido la edad del inicio del consumo. Antes comenzaban después de los 20, ahora, estamos viendo incursiones a partir de los 12 años y la situación de cuarentena puso en evidencia estas fiestas clandestinas (o anunciadas, como la de Armstrong) en las que no hay ningún tipo de controles", concluyó.
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