Un comedor comunitario que desde hace 20 años asiste a familias de Empalme Graneros quedó al borde de no poder seguir cumpliendo con su rol social por una demora de Nación. Según explicó una de las referentes del lugar, desde hace años forman parte de un programa financiado por el Banco Mundial y, pese a que el organismo ya giró los fondos, el ministerio de Capital Humano no les da respuesta de cuándo se van a depositar.

Samanta, referente del comedor, habló con Radiópolis (Radio 2) contó la difícil situación que se les genera a partir de esta demora. “A este mes, tengo para trabajar una semana y no sé si me van a mandar el dinero que ya mandó el Banco Mundial”, remarcó.

“Nación manda inspectores todos los meses a controlarnos por el programa. Vienen, nos cuentan las raciones, abren las ollas, hablan con la gente que está en la puerta. Nosotros damos 230 raciones por día, de las cuales 198 tienen también merienda reforzada que es una leche con un alimento para acompañar”, detalló la mujer.

Al momento de pedir explicaciones sobre por qué están demorando el giro de fondos, desde el comedor aseguran que no reciben respuestas concretas. “Preguntamos y nos dicen que ellos tienen un «problema de cuentas». Así ya nos cerraron 20 días en abril. Yo entiendo si mandé mal una factura o si rendí mal un dinero, pero acá el problema es de ellos. La excusa siempre es que están demorados o que hay una restructuración o que tengo que cambiar las planillas porque cambió de nombre el ministerio. Pero todo eso va comiendo días”, lamentó.

“Ellos nos dicen todos los meses «vamos a ver si les depositamos», nosotros no le podemos decir a la gente: vamos a ver si el lunes les podemos dar de comer”, sostuvo Samanta.

Con respecto a la situación social que se vive en la ciudad, la referente del comedor de Empalme sostuvo que es “extrema”. “Cada vez vemos más gente en situación de calle. Eso no solo significa que no puede dormir en un lugar, sino que tampoco puede cocinar y que necesita de los comedores”.

Por los recortes de Nación, muchos de los comedores que había en el barrio cerraron sus puertas y Samanta advirtió que comenzó a darse una suerte de “peregrinación” de los vecinos que van de un espacio comunitario a otro para conseguir alimentos. “Los chicos a veces zafan con la escuela, pero los fines de semana muchas veces están cerrados y pareciera que se finge demencia de que la gente no come el fin de semana”, agregó.

Al respecto de las irregularidades denunciadas y la estigmatización que se hace sobre quienes trabajan en comedores comunitarios, Samanta remarcó que en este último tiempo “habilitan a que se nos digan cualquier cosa”. “Nosotros llevamos 20 años trabajando sin cobrar un peso y uno se empieza a cansar. Más si desde Nación te tratan mal, como si te estuvieran haciendo un favor, y vos trabajás ad honorem”, concluyó.