Con buques de guerra, aviones cargueros y hospitales de campaña, las Fuerzas Armadas de Brasil desplegaron un enorme operativo para auxiliar a las víctimas de las devastadoras inundaciones en el sur del país, que han dejado al menos 108 fallecidos, 136 desaparecidos y ciudades enteras bajo el agua.
El Ejército, la Marina y la Fuerza Área se han sumado a los esfuerzos para rescatar y atender a las cientos de personas que continúan incomunicadas desde la semana pasada, cuando un temporal de lluvias, que aún no ha terminado, golpeó con dureza el estado de Rio Grande do Sul.
Según Marcelo Dutra da Silva, profesor de Ecología de la Universidad Federal de Rio Grande, las variaciones climáticas extremas llegaron para quedarse y por eso Brasil debe planificar la reconstrucción de Rio Grande do Sul teniendo en cuenta cuáles son las zonas más seguras y resistentes a las variaciones climáticas extremas, que llegaron para quedarse. “Ciudades enteras tendrán que cambiar de ubicación. Es necesario alejar las infraestructuras urbanas de los entornos de mayor riesgo, que son las zonas más bajas, planas y húmedas, las zonas de ladera, las riberas de los ríos y las ciudades que están dentro de los valles”, le dijo a BBC Brasil.
Tales cambios implicarán lo que él llama “desedificación”: eliminar estructuras urbanas que se encuentran en áreas de riesgo y comenzar de nuevo en regiones más seguras. “Necesitamos devolver a la naturaleza estos espacios más sensibles a las inundaciones”, afirmó.
Desde el inicio, el gobernador de este estado fronterizo con Uruguay y Argentina, Eduardo Leite, dijo que enfrentaban una "situación de guerra" y el Gobierno central no dudó en movilizar a los tres brazos de las Fuerzas Armadas: 42 aviones, 243 barcos y 2.500 vehículos sobre el terreno
En la bautizada Operación Taquari II participan más de 15.000 militares y agentes de otros cuerpos, según datos oficiales.
La cantidad de equipos en activo muestran la magnitud de la tragedia: 42 aeronaves, 243 embarcaciones y 2.500 vehículos y equipamientos de ingeniería. Desde entonces, más de 46.000 personas han podido ser rescatadas.
La logística es complejísima. El principal aeropuerto de la región, el de Porto Alegre, es hoy una gran laguna y está inoperante. Los accesos a algunas ciudades por vía terrestre directamente han desaparecido.
La vía aérea es la más rápida para los rescates; y la fluvial para traer combustible, agua y alimentos, que hacen falta ya en algunos puntos de la región.
Llegar por tierra a las zonas más afectadas es una odisea desesperante. El mayor Roger Silva, comandante de los hospitales de campaña que el Ejército va a montar en Rio Grande do Sul, asegura que han "hecho un esfuerzo muy grande para traer el hospital. Esta ciudad fue muy afectada por las inundaciones".
Uno de ellos lo están levantando en el municipio de Eldorado. Aunque Les ha costado un día llevar toda la estructura.
Han tenido que dar un rodeo enorme porque la cabecera del puente que daba acceso directo al municipio colapsó por la fuerza del temporal y ahora lo están intentando rehabilitar a las prisas, de forma rudimentaria, colocando piedras.
Por el camino, el convoy formado por siete camiones y una ambulancia militar se encontró un paraje desolador manchado de barro, con tiendas de campaña improvisadas y una gran cantidad de animales desorientados, como perros, caballos y cerdos.
Muchos gaúchos ya han salido de la ciudad, pero otros se han quedado y necesitan ayuda urgente. El hospital de campaña, montado en un terreno cedido por un empresario local, tendrá capacidad para 300 pacientes por día.
Una decena de sanitarios militares darán atención a los casos de baja y media complejidad. A los más graves los trasladarán a Porto Alegre, capital de Río Grande del Sur, también fuertemente afectada por las inundaciones.
"Abandonamos todo"
Osmar Alves Pereira, panadero de 58 años, espera a que un pariente suyo sea atendido. Llevaba aislado por el agua desde el jueves de la semana pasada y acababa de ser rescatado junto a sus siete perros. "Abandonamos todo", afirmaba a EFE.
Asegura que intentó quedarse el máximo tiempo posible en casa, pero llegó un momento en que el nivel del agua, que anegó por completo el primer piso de su vivienda, era tan alto que fue obligado a irse.
La falta de comida también le empujó a marcharse. Eso sí, desde el primer momento avisó a las brigadas de rescate que solo saldría con sus siete perros a cuestas.
Ahora no sabe a dónde ir. "Aún no me han dicho nada", lamenta. Sus parientes están en la misma situación. Sus casas también yacen bajo el agua.