La memoria es un trabajo arduo e inacabado que cada sociedad ejercita de diversas formas. En ese sentido, la sociedad rosarina podrá contar con un nuevo acervo, que se da a conocer a partir de un trabajo riguroso y silencioso realizado a través de un proyecto tripartito llamado Base para la Memoria.
Se trata de una base de datos chequeados, que fue confeccionada durante 11 años, con la mayor cantidad de datos sobre 400 personas que fueron desaparecidas o asesinadas durante la última dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983, en el departamento Rosario, durante el despliegue del terrorismo estatal. No todos los casos son rosarinos, sino que su desaparición o muerte ocurrió en alguna de las 24 localidades de este departamento.
El equipo que trabajó a lo largo de estos años se compone de más de 40 investigadores que entrecruzaron los datos sobre cada uno de los casos, a partir de un trabajo de archivo y del relevamiento y entrecruzamiento de datos en las listas que circularon en Rosario, y que en su mayoría fueron aportados por decenas de organizaciones de Derechos Humanos.
Fueron varios los grupos que investigaron en la Base para la Memoria durante estos años, cuyos nombres y funciones se despliegan en una ficha técnica. Son voluntarios, miembros del Centro de Estudios del Museo de la Memoria de Rosario, alumnos de la Licenciatura en Ciencia Política, la Secretaría de Extensión y la de Comunicación de la Facultad de Ciencia Política (Fcpolit), y del Área de Derechos Humanos de la UNR.
El próximo viernes, fecha en que se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, se presentará la base de datos en un acto público a las 11 de la mañana, con participación de la decana de dicha facultad, Cintia Pinillos, y la secretaria del Área de Derechos Humanos de la UNR, Paula Contino, y el director del Museo de la Memoria, Lucas Massuco. Será en el salón de Usos Múltiples de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, de la Ciudad Universitaria.
Y por tratarse de un trabajo interinstitucional, el sitio web que desde el viernes estará online, tendrá tres puntos de acceso posibles: uno desde el sitio oficial del museo, otro desde el servidor de la UNR, y el tercero desde el de la facultad.
En torno a este aporte a la memoria colectiva que se realiza con la publicación de la base de datos, “no se pretendió establecer un punto de llegada o de sutura, sino una base para su permanente construcción, ladrillo por ladrillo, en un aporte al proceso de reparación por parte del Estado hacia las víctimas del genocidio, a sus familiares y allegados, en un compromiso con el Nunca Más como horizonte de sentido político y humano”, estableció la secretaria del Área de Derechos Humanos, Paula Contino, en un diálogo con Rosario3.
—Es interesante este aporte que será de libre consulta a un click, ya que hasta ahora quien deseaba investigar sobre alguna de las víctimas de la última Dictadura en esta región no tenía esta accesibilidad inmediata y fidedigna. ¿Cómo fue pensada esta valiosa base de datos?
—Desde que comenzamos a trabajar con las diversas áreas de la facultad de Ciencia Política y el museo, se estableció una metodología sistemática, cuidada y chequeada con todo el rigor posible, justamente como política reparadora ante el silencio cómplice de los genocidas que aún permanece.
Se fue creando en un trabajo artesanal, colectivo, solidario y entretejido, siempre bajo el recorte temporal de 1976 a 1983. Y lo pensamos para la consulta, así como también para que quien busque algo sobre su familiar o sobre un asunto que investigue en torno a esos tiempos. Y claro que es solo una base que esperamos siga sustanciándose con el aporte de muchas personas que puedan tener más información aún inédita, porque es abierta.
Se organizó cada caso en una ficha de quién era esa persona (algunas con foto y otras con silueta). Y quien realice una búsqueda en función de su interés, podrá seleccionar filtros, de apellido y nombre, sexo, edad, procedencia, la adscripción política, la educación secundaria, ocupación. La base tiene también un documento explicativo de por qué se pensó cada categoría, de cada uno de estos campos que se delimitan.
Pero, además de los datos duros sobre cada uno de los 400 casos de asesinados y desaparecidos en el departamento Rosario, no perdimos de vista que cada caso es una historia de vida, por lo que en el archivo también se incorporaron pincelada de esos trayectos. Es un trabajo en el que también hay que humanizar a esas víctimas del terrorismo de Estado.
—El Departamento Rosario fue uno de los epicentros del plan sistemático de desapariciones, pero no necesariamente las personas desaparecidas y asesinadas eran locales.
—Así es. Fueron muchas víctimas en todo el departamento, aunque no necesariamente vivían en Rosario, sino que muchos estaban casualmente acá o estaban desempeñando sus tareas. Rosario fue epicentro de uno de los exterminios más importantes del país: la base operativa y burocrática del Comando del Segundo Cuerpo del Ejército se ubicaba en la casona de Moreno y Córdoba, donde funciona el Museo de la Memoria. Es decir, donde se desarrolló el plan de persecución que se desplegó sobre seis provincias argentinas del centro oeste: Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Formosa y Chaco. Y a eso se suma que el ex Servicio de Informaciones fue el centro clandestino más importante que tenemos en la provincia de Santa Fe.
—¿Se piensa esta base de datos como una política de reparación?
—Es volver a construir ladrillo por ladrillo todo aquello que fue este roto deliberadamente. Somos una sociedad post genocida. Pienso que no hay una reparación, pero así se lo piensa porque el Estado fue el genocida y es su deber para con las víctimas y sus familiares. Es una tramitación de lo que sucedió, que todavía tiene heridas abiertas.
Le decimos políticas de reparación, pero nada vuelve al estado anterior, entonces este trabajo que se realizó fue para poder decir “esto sucedió” y estos son los datos sistemáticos.
—¿Cómo comenzó la investigación y de qué fuentes se nutrió para chequear los datos de cada caso?
—En el año 2013 empieza la constitución de esta base de datos con el relevamiento de listas, que ya venían circulando en distintos ámbitos de la ciudad de Rosario. Fundamentalmente, fueron, como siempre, los trabajos que llevaban años, de los organismos de Derechos Humanos. Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo sin dudas, pero muchas otras organizaciones más.
Se trabaja con los datos que hay, porque mucho de lo oficial fue destruido y todos los genocidas que hoy están purgando su condena mantienen un pacto de silencio.
Sumamos recursos de los familiares, investigaciones independientes y del Centro de Investigaciones y del Centro Documental del Museo de la Memoria, el Archivo Nacional de la Memoria, la Conadep, el Registro Unificado de víctima de terrorismo de Estado (Ruvte) entre otros.
Hay una cantidad también de material que ha circulado a través de libros con historias de vida y memorias y archivos judiciales, como las reconstrucciones en los juicios de Lesa Humanidad.
Con todos estos aportes se realizan cruces de datos, porque estamos hablando de un genocidio donde nos faltan las personas, y por supuesto faltan sus documentos. Sabemos que hay más casos, pero estos 400 fueron casos tienen confirmaciones a partir de ese cruce de datos que se realizaron. Es información fehaciente.
—¿En qué considerás que contribuye esta Base para la Memoria a la realidad actual?
—Contribuye a la tarea inacabada que es la memoria, que siempre está en disputa, pero nunca tanto como ahora, que existe un negacionismo de lo que ocurrió y una reivindicación del genocidio a partir de una serie de episodios desde el poder central donde vienen a revertir y a subvertir lo que son casi 50 años de Democracia y de un consenso histórico del pueblo argentino que dijo con toda contundencia “nunca más”.
Hoy tenemos una operación discursiva que se traduce en hechos graves como el episodio de la visita a la cárcel de Ezeiza. Entonces, que pongamos a disponibilidad esta base de datos con esta información sensible, cuidada, extremadamente prolija, con metodología de investigación, va dándole entidad y reconocimiento a los hechos como sucedieron. Es una declaratoria desde un punto de vista ético, político y académico.