La apertura de bancos para cobrar jubilaciones y asignaciones sociales generó una multiplicación de una escena más o menos parecida: la concentración de personas, en su mayoría mayor de edad, expuesta al contagio del coronavirus por necesidades económicas. Así es, los que esta mañana inundaron las calles céntricas y de los barrios son los jubilados, pensionados y los más humildes habitantes de la ciudad. Todos en riesgo de enfermarse y enfermar a sus familiares en un verdadero atentado a la cuarentena que el país viene llevando adelante con tanto esfuerzo.
Una recorrida por las entidades céntricas dejaba ver cómo la gente de agolpaba en los ingresos. Si bien en algunos casos, se respetaba el distanciamiento social –también gracias a la presencia de agentes estatales–en otros se violaba expresamente. Personas a pocos centímetros una de otra, hablando y contando los minutos para que abran por fin las puertas y hacerse del dinero propio, otras desesperando tras largas horas de pie, y muchas más agotadas.
Algunos jubilados usaban barbijo pero la mayor parte de las personas que se concretaba hoy en los bancos se tapaba el rosto con pañuelos, incluso bolsas de nylon. Esos eran los escudos protectores más vistos. Otra particularidad: varios clientes de los bancos llevaron su propio banquito para esperar sentados y algunos usaron cajones de manzanas para descansar.