“Camine, señora, camine”. El popular consejo de la mediática ama de casa resuena en la conciencia. En el día a día de la clase media argentina, la inflación es una constante que, en mayor o menor medida, le pone un límite a las aspiraciones de quienes no pueden hacerle frente a los aumentos de precios, que siempre corren por delante de los salarios. Mientras que algunos dejan de gastar en recreación o productos de cuidado personal, otros recortan en la compra de alimentos. Y el común denominador entre todos ellos es el deterioro de la calidad de vida.
Contar con el dinero que se necesita para irse de viaje, comprar o renovar un vehículo o hacer reparaciones en el hogar se convierte en una tarea cada vez más compleja a raíz del aumento de la cuota de los ingresos que va destinada a los gastos de la canasta básica.
Según datos del Centro de Educación, Servicios y Asesoramiento al Consumidor (Cesyac), una familia tipo de cuatro integrantes –una pareja con dos hijos– necesitó $664.910 en diciembre del 2023 para cubrir los gastos en productos de consumo masivo y servicios básicos para el hogar, las dos categorías que la entidad considera para la composición de la canasta básica rosarina, que ese mismo mes registró un aumento interanual del 190%.
Cesyac también relevó que, solo en diciembre, el precio de los combustibles se encareció un 64%, una suba que empuja incrementos en prácticamente toda la cadena productiva y de comercialización de productos. Y entre esos incrementos la categoría que suele liderar los índices es la de alimentos.
Una familia tipo destina el 46% del presupuesto necesario para cubrir la canasta ($305.858) a la compra de alimentos y bebidas, y ese es precisamente el rubro en donde más se busca precio.
Así lo hace Daniela, que junto a su marido busca los mejores precios para no gastar de más. "Tratamos de cuidarnos comprando segundas marcas en alimentos y aprovechando promociones", apunta una de las voces consultadas por Rosario3.
Su caso es el de una familia tipo rosarina. Ambos trabajan, tienen un hijo y una hija, y para sortear los obstáculos propios de realizar las compras en un contexto de alta inflación toman decisiones como la de emprender un raid de búsqueda de precios en distintos puntos de venta.
"Algo que solemos hacer es salir del centro, entrar en contacto con negocios de otras zonas que tienen mejores precios y me traen la mercadería a mi casa", dice la mujer, especificando que algo frecuente es comprar frutas y verduras de esa forma.
La suba de los alimentos es la que más impacta en los clientes cuando estos llegan a la góndola o el mostrador y ven los precios. La canasta básica alimentaria aumentó un 30% en diciembre último con respecto a noviembre de 2023, y un 258% en todo el año, según el último relevamiento del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Es decir que se ubicó por encima del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que alcanzó un 211% en el mismo período.
Esa fuerte suba de los alimentos provoca que se dejen de comprar ciertos productos, frescos o envasados, que antes eran costumbre para muchos consumidores.
Ese es el caso de Manuel, un empleado municipal y fotógrafo freelance de 26 años que ajustó sus gastos principalmente en esa categoría. "Hago una dieta controlada, por lo que suelo comer siempre lo mismo: pata y muslo de pollo con ensalada de zanahoria, que son relativamente baratos. Pero otros productos, como los huevos, los tuve que dejar de comprar", comentó.
Los huevos que incluía en su plato para el almuerzo y la cena quedaron fuera del menú, mientras que también recortó en la compra de comida hecha, algo que antes era "más frecuente", dice.
Otros productos que solía comprar y hoy ya dejó de lado son las frutas, que consumía en el desayuno y la merienda, y las galletitas dulces y saladas. Lo que hace actualmente es, junto con sus compañeros y compañeras de trabajo, comprar algún paquete para compartir durante la mañana, pero solo eso.
Además, el presupuesto tampoco le permite acceder a lo que para muchos es un lujo: cápsulas de café. El reemplazo que eligió para esta infusión es el mate, que lo acompaña a lo largo del día.
Por otro lado, Manuel destacó que dejó de comprar productos de cuidado capilar. Antes se realizaba dos tratamientos, tomaba pastillas y se aplicaba una crema en cada lavado que, en total, representaba gastos por $70.000.
El diseñador y fotógrafo destina el 75% de su sueldo a pagar el alquiler y las cuotas de una moto 0 km –a la que pudo acceder mediante un crédito– y que de momento no sumará demasiado recorrido, dado que la empezó a usar menos y la reemplazó por la bicicleta para ahorrar.
A diferencia de Daniela, Manuel vive solo y no tiene que afrontar los gastos propios de la canasta de crianza, que también registró fuertes aumentos durante el año pasado. Según los últimos datos publicados por el Indec, en diciembre del 2023 se necesitaban $197.046 para criar a un bebé menor de 1 año; $233.528 para niños y niñas de entre 1 y 3 años; y $242.918 para aquellos de entre 6 y 12 años.
Ese presupuesto pasó a formar parte de los cálculos de Yanina, una arquitecta con un trabajo en relación de dependencia que además emprendió para tener su propio estudio de diseño y construcción junto a su pareja. Ambos son padres primerizos, con una beba que nació hace apenas un mes, y viven una situación similar a las ya expuestas.
"Compramos segundas marcas en casi todo. Desde lácteos hasta envasados y arroz o fideos", comenta la joven de 32 años, que además señala que antes buscaban "todo en un mismo lugar", mientras que últimamente prefieren recorrer distintos comercios para encontrar mejores precios u ofertas, fundamentalmente en carnes y verduras.
Manuel renunció al "gustito" que se daba comprando cápsulas de café, y Yanina puso el mismo ejemplo: "Es un gusto que nos dábamos y hoy en día ya no lo estamos haciendo".
Lo que tampoco hace esta pareja es comprar paltas, una de las frutas más cotizadas del mercado. Tuvieron que dejar de incluirla en su lista de compras por el alto precio que alcanzó en los lugares en los que habitualmente la encontraba.
Los pañales que compran para su hija siguen siendo, por ahora, de primera marca. Es una de las cosas que quieren mantener. Pero los que sí se vieron afectados por la situación son sus mascotas, un perro y una perra que pasaron a comer alimento balanceado de segunda marca. El gato y la perra de Manuel corrieron la misma suerte con los granos que llegan a sus platos.
En prendas de vestir y calzado, que durante el año pasado subieron un 170% según el Indec, también se hace inevitable ampliar la búsqueda de ofertas visitando distintos locales. "Se camina mucho más para encontrar el mejor precio", graficó Daniela en ese sentido.
Y, en algunos casos, se sale menos a comer. "Antes eran todos los fines de semana, pero ahora ya no lo hacemos", dijo Yanina.
Alimentos y bebidas lideraron la caída de las ventas en 2023
Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), durante el 2023 las ventas minoristas pymes cayeron un 3,4%. En diciembre –en medio de la liberalización de precios– tuvieron su peor baja del año, con una retracción del 13,7% en comparación con noviembre. Y en el acumulado anual, Alimentos y bebidas fue el sector de peor performance al retraerse 5,7% en comparación a 2022. Los recortes, según apuntan desde el sector de supermercadistas, se notaron más en ciertos productos. Los clientes "pasan de largo" el sector de quesos y fiambres y eligen segundas marcas sobre todo en productos enlatados y de limpieza, señaló en diálogo con este medio Sergio Cassinerio, presidente de la Cámara de Supermercados de Rosario. Lo mismo se repite con los artículos de higiene personal, en donde se buscan alternativas más económicas en productos como la pasta de dientes, los jabones y el shampoo. Otro producto que se lleva menos es el vino. "El consumo ha bajado bastante porque la gente prefiere comprar una buena cerveza y no un vino de poca calidad", dijo el representante de supermercadistas. Cassinerio agregó también que los consumidores llevan menos productos. "Compran para 1 o 2 días, y hacen más visitas al comercio", puntualizó. Así se modifica el comportamiento de la clase media a la hora de hacer las compras como consecuencia de la aceleración inflacionaria, que desdibuja los límites de todos los precios. En tiempos en los que la economía se mantiene convulsionada y reacciona con virulencia, los sectores medios se van alejando cada vez más de todo tipo de gastos. Y ya no solo de aquellos de mayor consideración como los que implica, por ejemplo, un viaje en tiempos de vacaciones. El impacto de la crisis se nota en la actitud frente a las góndolas, en donde se permanece más tiempo observando y analizando cada decisión de compra, y se dejan de lado productos como cápsulas de café o paltas, que en alguna medida representan la distorsión de precios que asfixia la billetera de quienes se mantienen en el limbo de la movilidad social.