Aunque no esté muy difundido, la emoción puede ser una gran herramienta a la hora de estudiar. Se entiende por emociones a las respuestas psicofisiológicas y conductuales que experimentamos ante un estímulo externo. Ocurre que todos experimentamos emociones y, si hacemos memoria, los eventos de nuestra vida que recordamos más nítidamente son aquellos que nos causaron emociones fuertes.

Por ejemplo, nadie recuerda que comió un sábado cualquiera de hace dos años, pero sí se puede recordar una comida especial con personas queridas, el día que nos dieron una noticia muy triste o el día que ganamos un premio. Ocurre que lo que fija esos recuerdos son las emociones que sentimos durante esa vivencia, y no tanto los acontecimientos en sí, que además solemos alterar inconscientemente a lo largo del tiempo, según consignó el sitio eTítulo.

Por lo tanto, si el material que debemos recordar tiene carga afectiva, lo recordaremos con mucha mayor facilidad y nos será más fácil recuperar la información si durante el examen nos tomamos un momento en volver a sentir esas emociones. El mencionado blog dio una serie de recomendaciones al respecto:

El estrés no sirve como emoción, se siente: resulta contraproducente para memorizar experimentar cualquier emoción demasiado intensa, y el estrés en concreto reduce la atención y la capacidad para retener la información.

Buscar cierto grado de motivación o entusiasmo: primero hay que intentar encontrar algo que nos guste de lo que estamos estudiando y cuando lo hagamos, hay que tratar de mantener esa emoción mientras lo estudiamos, e ir relacionando el resto de cosas que vamos aprendiendo con eso que nos interesó. Por ejemplo: si nos interesa la parte de la aplicación del derecho penal pero nos aburre estudiar los códigos y sus artículos, lo que hay que hacer es imaginar cada artículo como si lo estuviéramos aplicando y tratar de mantener el interés imaginando casos prácticos.

Qué hacer si nada nos interesa: si la única emoción que nos causa una materia es el tedio absoluto, entonces debemos poner un poco de nuestra creatividad a funcionar haciendo proyecciones del futuro, por ejemplo, viéndonos a nosotros mismos aplicando estos conocimientos en un trabajo deseado.

¿Y si la materia no nos servirá para nuestro futuro y encima la odiamos? Entonces hay que buscar un momento feliz pasado o futuro que pueda estar relacionado (por ejemplo, terminar la carrera y conseguir el título) y tratar de mantener esa emoción durante el estudio y recordarla durante el examen.

Fijarnos una recompensa: si llevamos un tiempo largo de estudio y se nos agotan las ideas, entonces hay que buscar una recompensa que nos motive, por ejemplo, prometernos que al acabar el examen nos vamos a comprar algo que queríamos hace tiempo, celebraremos una fiesta o nos vamos a leer la nueva novela de nuestra saga favorita.

A partir de estas técnicas de unión de las emociones y memoria, será posible retener más información en menos tiempo.