Según Pikler, el bienestar de los bebés trascendía más allá de supervisar su peso, estatura o nutrición. Reconoció la crucial relevancia de aspectos como el movimiento y la formación de lazos emocionales en el adecuado desarrollo de los niños pequeños. De esta forma, se empezó a gestar lo que actualmente se denomina como enfoque Pikler, una metodología que integra las necesidades de afecto de los niños con la promoción de su independencia.
A pesar de que históricamente se habían seguido enfoques de crianza y educación para bebés fundamentados en la sobreprotección, Pikler sostenía que la independencia era fundamental para su desarrollo. Durante la etapa infantil, el movimiento constituye una necesidad básica que posibilita la exploración, el descubrimiento y el aprendizaje. Y es el movimiento autónomo, aquel que el bebé elige por sí mismo sin la intervención de un adulto, la manera más efectiva de fomentar su desarrollo psicomotor.
Pikler defiende la no interferencia de padres o profesores en el movimiento de los niños. Pueden actuar como compañeros, especialmente para asegurar su seguridad y apego, pero no deben dirigir sus acciones. Otro de los principios que promueve es que, durante los primeros meses de vida, no se deben colocar a los bebés en posiciones que no puedan alcanzar por sí mismos: no se les debe forzar a gatear, ponerlos boca abajo, sentarlos o incluso tomarles de la mano para que empiecen a caminar antes. De esta forma, ellos mismos desarrollarán su movimiento y posturas a su propio ritmo y de manera orgánica.
Aunque es importante que los adultos no interfieran en el movimiento de los bebés, es crucial que los bebés se sientan seguros y conectados con ellos. El apego es otro aspecto fundamental de la Metodología Pikler y se basa en una relación de respeto y acompañamiento en la que cada bebé pueda seguir su propio ritmo. Hablarles, mostrarles cariño y brindarles estímulos indirectos son las claves para construir ese tipo de relación.
Es necesario que los padres les expliquen al bebé las acciones que van a realizar y en las que él está involucrado, para que estén conscientes y receptivos, sin presionarlos. Mostrarles seguridad y crear un entorno seguro donde puedan explorar y moverse libremente, estando atentos a sus necesidades, son otras cosas que los cuidadores pueden hacer.
El juego libre
El juego libre es otro de los principios por los que apostaba Pikler y que mejor definen esta metodología. Padres y tutores pueden proporcionar al menor un lugar adecuado y adaptado para que pueda jugar libremente y estimularse. Un espacio amplio y despejado en el que incluir determinados objetos con los que pueda interactuar. Es imprescindible que los menores vistan ropa cómoda que no limite sus movimientos a la hora de comenzar a jugar.
Una vez escogido un espacio seguro, hay que adaptar los materiales a los intereses y necesidades funcionales de cada menor, es decir, que se adapten a su momento evolutivo. Se aconseja comenzar con varios objetos no estructurados, que tengan tamaños y texturas diferentes que favorezcan su estimulación sensorial. Según vaya creciendo, se pueden incorporar otros objetos y materiales.