Tantas veces se los criticó, tantas tristezas acumuladas, tanto padecer, ahí están: Lionel Messi y Ángel Di María, los dos rosarinos que conquistaron el mundo jugando a la pelota. Fue en Qatar, cuando los dos superan los treinta y pico, pero se inició en la Cuna de la Bandera a mediados del 87 y a principios del 88.
Los dos aparecieron en la final. Los dos eran las grandes figuras en un partido en el que habían borrado a los aún vigentes campeones del mundo. Di María para gestar el penal que abrió el partido. Messi para meter el primero. Luego, Angelito para marcar el segundo. En la prórroga, Leo para darle la gloria empujando el tercero.
Sin embargo, no iba a ser tan fácil. Nunca les resultó fácil. Llegó el nuevo penal para Francia. Y Dibu no pudo. Pero podría más tarde. Al ratito nomás. Para ayudar a Lionel y a Ángel, a los rosarinos que hicieron todo el mérito posible para ser campeón del mundo.
Ahí están, la Pulga y el Fideo, en el olimpo del fútbol mundial y en la historia del fútbol Argentina.