El miedo a perder es casi una característica del clásico rosarino. Más allá de la ventaja que lleva Central en el historial, el temor a la derrota suele ganar la batalla y cada vez que el partido traspasa el entretiempo sin ganadores, difícilmente se altere el resultado. Y a medida que avanzan los minutos, mucho más.
Por supuesto que no es una regla, pero sí un tic que tienen canallas y leprosos y hoy volvieron a las andanzas en ese rubro.
Claramente la deuda más grande la tiene Newell’s que no le puede ganar a Central en el Coloso desde 2008 y también va muy atrás en el historial, pero Central no ofreció gran cosa tampoco. Es más, en los últimos minutos se refugió cerca de su arquero para evitar sorpresas. En esos minutos, el envión, la necesidad, llevó al equipo de Heinze hacia adelante y el empate le empezó a quedar mucho más cómodo a Central.
Y efectivamente es así, prescindiendo del desarrollo, el empate le quedaba y le quedó mucho mejor a Central que a Newell’s.
Los entrenadores no vieron demasiado en el banco para alterar la monotonía. Russo hizo dos cambios cuando faltaban menos de 15 minutos. Y Heinze uno solo cuando quedaban menos de 10. Y eso que Newell’s había jugado en la semana por Copa Sudamericana. Hasta en eso fueron monótonos. Ni siquiera un revulsivo para alterar la parsimonia.
El miedo a perder transforma a los clásicos en partidos monótonos, aburridos, sin que nadie arriesgue. En síntesis, los convierte en un desarrollo como el de hoy.
Partidos de jugadas, de arremetidas espasmódicas. Sin temperamento para asumir el protagonismo, o sin ganas de asumirlo por las dudas.
Seguramente se sacaron un peso de encima porque el partido ya pasó. Central aliviado por el empate de visitante, un buen resultado de visitante siempre, sobre todo con semejante hegemonía en el historial, y Newell’s conforme vaya a saberse por qué, pero conforme al fin.
Más allá de los conformismos, un cero a cero deja sabor a muy poco, sobre todo cuando el principal protagonista es el temor a perder.
No es que no hayan querido ganar, prefirieron arriesgar lo menos posible porque perder es peor que empatar.
“Mucho marco y poco cuadro”, en este caso “poco partido” para semejante expectativa, para tanta convocatoria, para tanta angustia consumida en la semana.
Esperar el partido del año, o uno de los dos partidos del año, para encontrarse con una propuesta tan pobre es cuanto menos injusto para quienes viven y sufren por y para sus colores.
Pero el miedo a perder es así de ingrato.
Eso sí, los protagonistas se fueron conformes.
¿Conformes con qué?
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