La selección francesa campeona del mundo fue recibida por una marea humana este lunes en París, donde continuaron los festejos por el título conseguido en Rusia.
La Copa del Mundo aterrizó a las 16.50 hora local en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, 4 horas después de despegar de Moscú. Fue recibido con juegos de agua de la dotación de bomberos local, informa la agencia EFE.
Fue la ministra de Deportes, Laura Flessel, la encargada de recibirles a la puerta del avión, donde el capitán, Hugo Lloris, fue el primero en descender, con el trofeo en la mano, rodeado del seleccionador, Didier Deschamps, y del presidente de la Federación, Noel Le Graet.
Posteriormente, los jugadores fueron desfilando por la escalera para llegar a una alfombra roja que les condujo a un pequeño podium donde se hicieron la primera foto en suelo francés con el trofeo conquistado.
Visiblemente marcados por la fatiga tras una noche de festejo en Istra, el cuartel general francés a las puertas de Moscú, los "bleus" respondieron a los cánticos de victoria del personal del aeropuerto agrupado junto al avión.
Más tarde, ya en el corazón de París, la gesta de los "bleus" cobró esplendor popular y los campeones del mundo comprobaron el fervor que ha provocado en Francia su logro en el Mundial, aplaudido por cientos de miles de personas en los Campos Elíseos camino del palacio presidencial.
Antes de recibir la felicitación del presidente, Emmanuel Macron, en nombre de toda la nación, fue una parte importante la que les aclamó, como 20 años antes hicieron con sus antecesores. Los Griezmann, Mbappé y compañía recibieron el mismo baño de masas, en el mismo escenario que se llevaron en 1998 la tropa de Zidane y Desailly.
El nexo entre ambos equipos triunfantes fue Didier Deschamps, capitán entonces, seleccionador ahora, convertido en ícono de una nación que gana, por encima de las formas, de un deporte en el que el fin, casi siempre, justifica los medios.
Signo de los tiempos que corren, en los que la seguridad ha cobrado un espacio cada día más importante, sobre todo en un país machacado por el terrorismo –y tras los disturbios del domingo a la noche–, el paseo en autobús descapotable lo hicieron los "bleus" de hoy alejados de los hinchas, separados por un impresionante despliegue policial, contraste con sus predecesores, que navegaron entre miles de personas que pudieron tocarles con sus propias manos.
Fue por ello un desfile deslucido, algo frío ante miles de personas que habían aguardado horas y horas bajo un sol de justicia para poder aclamar a sus héroes, sin importar el enorme retraso acumulado porque la fiesta nocturna en Rusia había acabado demasiado tarde.
No fue por ello menos impresionante para los "bleus", que perdían su vista desde lo alto del autobús y no dejaban de ver miles de caras felices, de banderas tricolores al viento, de escuchar voces que aclamaban sus nombres y que ensalzaban su logro.
Luego, copa en mano entró en el patio del Elíseo el capitán, Hugo Lloris, acompañado del seleccionador y del presidente de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), Noel Le Graet.
Macron, que de costumbre recibe en la escalera a los invitados más importantes, descendió incluso al patio para abrazar, uno por uno, a los 23 futbolistas y a los miembros del cuerpo técnico, antes de que todos juntos posaran en las escaleras para la foto de familia que estuvo acompañada de cantos de los futbolistas, el último de ellos La Marsellesa.