Simplemente, Diego Maradona. Esas dos palabras mágicas bastan para explicar el fenómeno que se vivió esta tardecita del 29 de octubre de 2019 en el Coloso del Parque. D10s, el astro que en 1993 visitó la camiseta de Newell’s, volvió a pisar el césped del estadio como técnico de Gimnasia de La Plata. Y el universo leproso se conmovió para darle la más cálida e inolvidable de las recepciones.
Poco antes de las 19, el Diez asomó su cabeza por la boca del túnel y desató el rugido de las tribunas que esperaban colmadas desde hacía rato. Lentamente empezó a caminar en diagonal, a través del cordón humano que conformaron decenas de jugadores de las inferiores, saludándolos a todos y dedicando algunos gestos hacia el público.
Vestido con el buzo del Lobo y una gorra con los colores de Venezuela que decía “Chávez somos todos”, el primer gran abrazo se lo dio con Maxi Rodríguez, viejo conocido de la selección, quien le entregó una cinta de capitán con la imagen de Maradona.
Luego fue el turno de cruzarse otra vez con los dirigentes Cristian D’Amico y Juan José Concina, quienes le obsequiaron una camiseta con la 10 en la espalda y su apellido estampado debajo del número. También una placa por su regreso al fútbol argentino, una gran foto de su inolvidable ingreso al campo en 1993 con Dalma y Gianinna de la mano y finalmente un mural con una pintura alusiva a sus tiempos ñubelistas.
Conmovido, Maradona recibió un micrófono con el que le dijo a los hinchas algunas palabras, besó el césped, se tocó el corazón, y recibió el saludo de viejas glorias de la Lepra y la selección como Giusti, Alfaro, Sensini, Gabrich, Berti, Aquino, JJ Rossi, Garfagnoli, Raggio, Basualdo y Ruffini.
"Con la gente de Newell's (los dirigentes) estuvimos hablando... Y quizás algún día nos veremos en esta cancha. Y yo no hablo por hablar... Ni tampoco quiero poner calientes a los de enfrente, no me importa. Yo soy leproso y a mi no me compra nadie. Yo soy incomprable. ¡Gracias por venir!", tiró en el medio del campo.
Volvió a saludar a cada uno de los cuatro costados y enfiló hacia el banco, donde lo esperaba una poltrona especialmente dispuesta para que él siga el partido, el propio Diego firmó y que se llevará a modo de regalo a su casa. Así, sentado como un rey, vive el juego en el que volvió a encontrarse con todo el amor leproso.