Esta es una de las nuevas tendencias culturales que, como tantas otras veces, viene de la mano de los jóvenes. No hace mucho, el objetivo de todo el mundo apuntaba a lograr que todo se hiciera de forma más rápida. Y si bien eso trajo grandes beneficios, también dejó a muchos seres humanos al borde de un ataque de nervios.
Las tendencias a exaltar la lentitud vienen cobrando gran fuerza. Las personas se dieron cuenta de que es magnífico poder ir de un país a otro en un par de horas. Pero también fueron descubriendo que comer el almuerzo en tres minutos, no era una buena idea.
Vivir las experiencias a gran velocidad, muchas veces equivale a no vivirlas. Además, el apego por lo rápido incrementa el estrés, la ansiedad y le abre paso a toneladas de angustia. Finalmente no se cumple el objetivo de vivir más, sino todo lo contrario: la vida también se acorta cuando la guía un ritmo frenético.
Las tendencias slow apuestan a la lentitud en varios aspectos cruciales de la vida. Son así: en plural. No provienen de una secta, ni de un grupo en particular. Tuvieron diferentes orígenes y también distintos énfasis. Lo común en ellas es el rechazo a esa aceleración sin límite del mundo actual.
Slow en la comida
Sí, la comida es un tema sensible. De hecho, fue lo que dio la partida para el desarrollo de esta tendencia de la que estamos hablando. Y todo se debió a la llegada de Mc Donald’s a Roma en el 1986, lo que desató la molestia de los cocineros de la zona, quienes vieron cómo una cadena de comida rápida llegó a ganar terreno en una región llena de antiguas tradiciones culinarias. Aquellas tradiciones que pueden tener incorporado de todo, menos el concepto de lo exprés y donde las recetas originales son casi sagradas.
Tres años después se firmó en París el manifiesto del Slow Food, un movimiento que podría definirse como el antónimo de la comida rápida: dedicación en la cocina, énfasis en la selección de los mejores ingredientes, precios justos y preocupación por la cadena productiva (desde los procesos de agricultura hasta el marketing). Todo esto, como respuesta al boom de los Big Mac y Cuartos de Libra.
Así, se configuró este escenario en el que se resaltan valores como lo bueno, lo limpio y lo justo cuando se habla de calidad en comida. Básicamente, su filosofía se basa en que todo el mundo debe poder acceder a una alimentación buena, que favorece a quien la consume, a quien la produce y también al medioambiente. Y ya lo podemos encontrar en todas las partes del mundo.
Moda lenta
No solo de comida vive el hombre, también "necesita" de la moda. Y este mundo llegó a ser reconocido varias veces por no ser siempre el más amigable con el medioambiente ni con las personas que trabajan para él. Es por eso que también se gestó el movimiento de Slow fashion o Moda lenta.
Este adquirió más relevancia después del trágico accidente del 2013 en una fábrica de textiles de Bangladesh. Más de mil personas murieron ahí, en donde también se evidenció las precarias condiciones en las que trabajaban sus empleados. Así, también nació la Fashion Revolution, una organización con un propósito similar al del Slow Fashion: favorecer el desarrollo de una industria de la moda sustentable, amigable con el medioambiente y con una visión de largo plazo.
Y en pocas palabras, esta tendencia se posiciona como el antónimo de la ropa altamente industralizada y masiva. La idea es terminar con esa costumbre de comprar y comprar ropa barata que termina siendo desechada al poco tiempo. En vez de eso, este movimiento propone comprar ropa un poco más cara, pero que dure "para toda una vida".
Aunque al igual que con la Slow Food, se pone énfasis en la cadena de producción. Esto, para velar por que los derechos de los trabajadores se respeten, que los efectos negativos de la producción de ropa se vean minimizados y que tengamos poco, pero muy, muy bueno.
¿Ciudades lentas?
¿Te imaginas aplicar todas las características del Movimiento Lento a una ciudad? Bueno, ya existe y se llama Slow Cities. Consiste en una tendencia nacida en el 1999 con la organización CittaSlow, que sentó los paradigmas de este modelo que se preocupa de resguardar la identidad de las ciudades, de una manera lenta y saludable.
Estas ciudades son de no más de 50 mil habitantes, en donde todo está pensado para que no haya espacio para el ajetreo de las grandes metrópolis. Son lugares con centros históricos peatonales para evitar los grandes flujos de autos, en donde los restaurantes son los emblemas de la Slow Food y en donde se favorece el comercio local, además de la agricultura y la ganadería sustentable.
Ahora, tampoco significa que las personas no puedan correr y que todo lo hagan sumamente lento. En realidad, una Slow City es una ciudad en donde las cosas se hacen a conciencia, con respeto del medioambiente y cuidando aspectos como la hospitalidad y la convivencia.
Como pueden ver, movimientos de este tipo hay en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Y definitivamente se trata de un fenómeno