Muchos ciudadanos alrededor del mundo decidieron en estos últimos meses cambiar su forma de moverse por la ciudad y se subieron a un artilugio que va poblando las calles.

No tienen mantenimiento, ni grasa, no se transpira, se pueden meter en cualquier parte y por lo tanto se evitan los robos. Y, sobre todo, son vehículos que sostenibles cuyo uso, al igual que las bicicletas eléctricas, son parte de los nuevos planes de movilidad de los gobiernos municipales para reducir la contaminación.

Los vehículos de movilidad personal están dibujando así una forma diferente de desplazarse por las ciudades. Un momento de transición, y también de ebullición o caos en las aceras y las calzadas urbanas. Una nueva forma de moverse por la ciudad que llegó para quedarse.

La historia del monopatín

Los primeros monopatines en los años 60 estaban realizados en madera y disponían de ruedas de goma, la impulsión era proporcionada por los pies del propio usuario. Era básicamente usado por los más pequeños de la casa y algún repartidor en la ciudad.

En los años 80 aparecieron en escena monopatines realizados con materiales más livianos y resistentes, como el aluminio. Las ruedas también evolucionaron y se elaboraban con polímeros resistentes y con mejor agarre. Al ser más ligeros y resistentes, este “vehículo” se popularizo y comenzaron a usarlo en algunas tribus urbanas. Apareció la variante freestyle, donde podemos ver a usuarios realizar acrobacias y saltos, esta modalidad se conoce como Scooter Freestyle.

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