“La gente cambia el celular porque no puede cambiar el auto”, solía decir un amigo -dueño de un importante local de telefonía- hace poco más de diez años atrás. Era una época de novedades constantes: pantallas táctiles, procesadores y cámaras cada vez mejores, una floreciente cobertura de internet móvil, WhatsApp como reemplazo a los ridículamente costosos SMS y baterías que se podían cambiar simplemente levantando la tapa trasera e insertando una nueva.
Al día de hoy, la situación es notablemente diferente. Para peor, claro. La gente no solo sigue sin poder cambiar el auto, sino que ahora también es difícil cambiar el celular. Por la caída de la demanda, fruto de la prolongada crisis económica, el promedio de reemplazo de los aparatos pasó de 18 meses -en su mejor momento- a más de 30 meses en la actualidad. Tener que enfrentarse a un recambio del equipo, ya sea por haber sufrido un robo o daño irreparable, puede transformarse en un aprieto financiero que significa muchas veces verse obligado a pasar a un dispositivo de una gama inferior al anterior.
Los celulares actuales tienen una vida útil promedio de casi cinco años, y aunque esto definitivamente puede variar dependiendo del fabricante y modelo, tendríamos que poder cumplir cerca de tres años de uso sin sentir la necesidad de cambiarlo por problemas de rendimiento. También es cierto que un teléfono con más memoria RAM, un procesador más poderoso, buen espacio de almacenamiento y una construcción más robusta tolerará el paso de los años con más elegancia que un teléfono de gama más baja, donde comenzaremos a notar un desempeño reducido con mayor rapidez. Cualquiera sea el caso, hay algunos puntos a los que debemos prestar atención si queremos extender el ciclo de uso de nuestro smartphone lo más posible.
Un tema central es la batería. Si bien es imposible evitar su degradación, con algunos cuidados podemos extender su longevidad y con ella, la de nuestro teléfono. Idealmente intentaremos mantener la carga de nuestro aparato entre un 30% y un 80% de su capacidad. La idea detrás de esto es evitar estresar la batería cargándola cerca de su límite máximo o haciéndola operar cerca de sus mínimos, cuidando las preciadas celdas de iones de litio y ralentizando su inevitable deterioro. Es importante evitar que nuestra batería llegue a cero y el teléfono se apague, esta práctica no solo acelera su degradación sino que incluso puede llegar a dañarse fatalmente.
Otra cuestión a tener en cuenta es la temperatura de operación. Aquí todos los extremos son malos: las bajas temperaturas pueden agotar rápidamente la batería al punto de apagar súbitamente nuestro dispositivo; y por otro lado debemos evitar por todos los medios que la batería se sobrecaliente, ya que esto también reducirá su vida útil. Aunque no lo estemos utilizando tenemos que evitar exponerlo directamente al sol, tanto dentro del auto como al lado de la pileta o en la playa. Esto también aplica al momento de la carga, ya sea enchufado a la pared o a un powerbank, el teléfono siempre debe estar a la sombra. Respecto a este punto es recomendable utilizar el cargador original o en su defecto, uno de marca reconocida. Un cargador económico está ensamblado con componentes de baja calidad, por lo tanto con mayor propensión a los fallos, lo que puede provocar un cortocircuito en la batería que derive en el incendio del aparato y todo lo que esté alrededor.
Algo que requerirá nuestra atención inmediata es si notamos que la batería está hinchada o deformada. Esto lo advertiremos por un abombamiento en la carcasa o una evidente separación en la parte trasera o en la pantalla del celular. En este caso, lo principal es reprimir el impulso natural de apretarlo -ya que podría generar un cortocircuito explosivo con posterior incendio- y llevarlo inmediatamente a un técnico para que reemplace la batería. ¡Bajo ningún concepto debemos intentar ponerlo a cargar! Afortunadamente esta es una de las reparaciones más comunes, por lo que no suele ser costosa.
El puerto de carga de nuestro teléfono es una zona que nadie tiene presente hasta que el vínculo con el cargador comienza a fallar. Suele manifestarse cargando a intervalos o haciendo contacto solo cuando movemos el cable de un lado a otro. Para evitar llegar a esta instancia y mantenerlo en condiciones óptimas, lo recomendable es manipular el conector con precaución, sin realizar movimientos laterales que puedan dañarlo o deformarlo. También es aconsejable limpiarlo periódicamente, ya que este pequeño hueco suele acumular tierra y pelusas que pueden impedir el contacto sostenido con la ficha y con ello, la carga. Para esto podemos utilizar un poco de aire comprimido o un escarbadientes, nos sorprenderá la cantidad de residuos que podemos llegar a quitar de allí. Lo importante es hacerlo con mucho cuidado y sin emplear elementos metálicos que puedan dañar los delicados componentes del interior, así que clips, clavos, agujas o cuchillos quedan descartados.
Independientemente de nuestro nivel de torpeza, proteger nuestro dispositivo con una funda es fundamental, principalmente si vivimos en una casa con niños pequeños. Basta una única caída, ya sea desde una mesa o al sacarlo del bolsillo, para terminar con la pantalla rajada o con algún borde estallado, por lo que una buena carcasa protectora es imprescindible. Si bien existen fundas para todo tipo de usuarios y presupuestos y de diferentes materiales y espesores, la regla general indica que cuanto más gruesas y aparatosas, más protección ofrecen. Eso sí, a cambio de esta seguridad adicional, nos despedimos del delicado diseño de nuestro aparato para transformarlo en un bodoque genérico.
Aclarar que la pantalla es la parte más frágil de nuestro dispositivo -y donde más atención debemos poner- no es ningún descubrimiento, siendo además la parte más cara de reparar. Si bien muchas fundas tienen un pequeño borde que protege el display de una caída sobre una superficie plana, no hay manera de que puedan evitar el daño provocado por un golpe directo sobre el cristal. Por eso existen los protectores de pantalla, siendo las opciones más populares el vidrio templado o la lámina de hidrogel; si bien es necesario aclarar que ninguna de estas alternativas ofrecen evitarán una rotura de pantalla si el impacto es lo suficientemente fuerte, al menos pueden minimizar los daños. Tanto el cristal templado como el hidrogel tienen puntos a favor y en contra, pero en líneas generales si lo que buscamos es un mayor nivel protección, deberíamos optar por la primera opción.
Otro enemigo de nuestro teléfono son las llaves, por lo que si no queremos rallar la pantalla o partirla accidentalmente, nunca deberían compartir el bolsillo con nuestro dispositivo o sueltas dentro de una cartera. También es aconsejable evitar llevar el celular en el bolsillo trasero, ya que esto multiplica las posibilidades de sentarse sobre él, que se sumerja accidentalmente en el inodoro o que caiga al suelo y se rompa. Incluso la presión excesiva de unos jeans demasiado ajustados pueden apretar el aparato al punto de afectar la batería y otros componentes internos.
Una pantalla rota o agrietada debería ser cambiada lo antes posible por más que se pueda seguir utilizando el teléfono con normalidad. No por una cuestión estética, sino porque además del riesgo de cortarnos el dedo o clavarnos alguna astilla, cuanto más se espere para repararla, más suciedad, polvo e incluso agua pueden ingresar a través de las grietas, dañando otros componentes internos del teléfono y encareciendo la reparación.
También es importante prestar atención al espacio disponible de almacenamiento, el primer lugar que hay que chequear si sentimos que nuestro teléfono está funcionando más lento. Es que, al igual que las computadoras, el espacio libre es utilizado por el sistema operativo para realizar tareas, por lo que notarás una caída significativa en el rendimiento de tu dispositivo cuando te acerques al 80% del almacenamiento utilizado. Será entonces el momento de comenzar a desinstalar aplicaciones que nunca usamos y eliminar fotos y vídeos tras realizar una copia de respaldo en la nube. Adicionalmente podemos comprobar si tenemos actualizaciones del sistema operativo para instalar, ya que incluyen parches y corrección de errores que pueden estar ralentizando nuestro teléfono. Si tenemos un dispositivo Android, eliminar la memoria caché cada cierto tiempo, para deshacernos de todos esos archivos temporales que se han ido descargando al navegar por internet y al utilizar aplicaciones.
Si todo eso no funciona y tu teléfono sigue siendo lento incluso tras encenderlo y apagarlo, llegó el momento de borrar todo restableciendo los ajustes de fábrica. Es un último recurso que puede ser útil y lo restaurará a la configuración original, eliminando permanentemente todo el contenido almacenado, como fotos, archivos y aplicaciones. Se trata de un proceso irreversible, por lo que deberás hacer una copia de seguridad de todos tus documentos antes de perderlos para siempre.
Conservar nuestro smartphone para que nos acompañe operando a su máximo rendimiento durante la mayor cantidad de tiempo posible requiere un esfuerzo extra de nuestra parte, dedicándole cuidado y atención. Es difícil, sí, pero no imposible. El medioambiente y nuestro bolsillo nos lo agradecerán.