A principios de mes, Johnie Lee, un experto en ingeniería financiera de Uber, compartió en la red social X un descubrimiento intrigante: su lavarropas inteligente LG no solo descargaba unos 100 MB de datos diariamente, sino que también enviaba en promedio la exorbitante cantidad de 3,6 GB, en un tráfico casi constante de bits y bytes hacia algún servidor en la nube. ¿Por qué un electrodoméstico aparentemente simple necesitaría un intercambio de datos de tal magnitud?
Algunos usuarios de X sugirieron que tal vez la información provista por su lavarropas estaba siendo utilizada para entrenar una inteligencia artificial, noticia que LG anunció públicamente a comienzos de este año. Por precaución y temiendo un posible hackeo, Lee desconectó el aparato de internet. En el pasado reciente, el malware Lemmon Duck ha infectado electrodomésticos inteligentes y dispositivos de la Internet de las Cosas (IoT) para aprovechar su poder computacional en la minería de la criptomoneda Monero, por lo que no era una posibilidad para descartar.
Otra circunstancia similar ocurrió en 2017, la empresa de ciberseguridad Check Point descubrió una importante falla de seguridad en los dispositivos inteligentes LG SmartThinQ. Esta vulnerabilidad permitía a los atacantes espiar las actividades domésticas de los usuarios a través de la cámara de la aspiradora robot Hom-Bot de LG, así como tomar control de otros artefactos conectados. Lavavajillas, microondas, heladeras y televisores podían ser encendidos, apagados y utilizados remotamente a voluntad de los intrusos.
Finalmente y tras minuciosos análisis, Lee concluyó que el problema podría estar en el firmware de su router Asus, que estaba realizando mediciones inexactas del uso de datos de los diferentes equipos conectados. Según compartieron algunos propietarios del mismo modelo de lavarropas, este dispositivo suele utilizar menos de 1 MB por día para descargar ajustes preestablecidos para diferentes tipos de prendas y ciclos de lavado.
Más allá de los registros incorrectos del router de Lee, la posibilidad de que cualquier aparato conectado a internet sea hackeado es real, ya sea éste un automóvil o un televisor. Cámaras de seguridad, luces IP, cerraduras electrónicas y una cantidad cada vez mayor de dispositivos IoT capaces de recopilar y transmitir datos de manera autónoma, plantean una serie de riesgos de seguridad y privacidad que normalmente los consumidores no suelen considerar. Incluso un simple Smart TV puede convertirse en una amenaza, dado que muchos televisores están basados en Android, y existe malware que puede dar acceso a ciberdelincuentes a nuestras cuentas de Google y a las credenciales de plataformas como Netflix o Disney+.
La domótica, con su indiscutible eficiencia energética y la sensación de vivir en un escenario futurista donde todo está al alcance de tu mano con un simple toque o comando de voz, plantea un delicado equilibrio entre comodidad y privacidad. Esta armonía no solo se ve desafiada por la intimidante sombra de los ciberdelincuentes, sino también por la constante recopilación de datos por parte de los fabricantes de electrodomésticos conectados.
Diariamente, estos imperturbables artefactos domésticos envían información sobre los ciclos de uso, regímenes de apertura y cierre de puertas, estado de los filtros, temperatura y consumo eléctrico a sus casas matrices. Pero en algunos casos, como LG, Samsung y Xiaomi, también recolectan el código postal, correo electrónico, número de teléfono, fecha de nacimiento y geolocalización a través de las aplicaciones vinculadas a estos ecosistemas inteligentes.
Un estudio realizado en septiembre de 2023 por Which?, una organización independiente de defensa al consumidor del Reino Unido, encontró que las principales marcas de parlantes inteligentes, lavarropas, televisores, timbres con cámara de video y sistemas hogareños de videovigilancia envían datos personales a empresas de seguimiento, incluyendo los departamentos de marketing de TikTok, Google, Meta, Huawei y otros.
Como es natural, estos datos no son relevantes para el funcionamiento de los equipos, pero en muchos casos, si los dispositivos no se vinculan a estas aplicaciones específicas y configuran desde allí, es imposible utilizarlos. Un ejemplo de estos son algunos hornos y cocinas General Electric, que precisan una conexión a internet para poder utilizar determinadas funciones, como la cocción por convección. Este método para cocinar de manera uniforme se popularizó en la década del 60, mientras que los estándares de la tecnología WiFi se establecieron en 1997, por lo que realmente no existe ninguna relación directa entre la cocción por convección y la necesidad de una conexión a internet.
Sin dudas, una heladera con una enorme pantalla táctil en su puerta, sensores y cámaras que nos permitan ver los productos en su interior mientras estamos en el supermercado, y que nos envíe notificaciones cuando algún alimento se acerque a su fecha de vencimiento, es una incorporación que todos desearían tener en su cocina. No solo para presumir con las visitas o como tema de conversación, sino por las ventajas que ofrece en términos de comodidad y gestión eficiente de alimentos.
Sin embargo, no debemos perder de vista que, a pesar de todas estas innovaciones, sigue siendo una heladera, cuya función principal de conservar alimentos y bebidas es esencialmente la misma desde hace 150 años. Lo mismo sucede con un lavarropas o con un horno eléctrico. No obstante, la evolución tecnológica y la influencia del marketing está transformando la esencia de productos de naturaleza sencilla que nacieron para facilitarnos la vida.
Generalmente, se estima que la vida útil de los grandes electrodomésticos, como lavarropas y heladeras, puede estar entre 10 y 15 años, aunque algunos modelos de calidad superior y bien mantenidos pueden durar incluso más tiempo. Sin embargo, debido a que los electrodomésticos inteligentes son, además, pequeñas computadoras, su durabilidad no necesariamente será la misma.
Por un lado, una mayor complejidad tecnológica puede agregar nuevas funcionalidades a través de actualizaciones de software, pero también puede introducir más puntos de fallas potenciales, lo que significa que hay más cosas que pueden romperse. Esto puede traducirse en reparaciones más costosas o, peor aún, en componentes imposibles de reemplazar, ya sea porque no se fabrican más o porque su sustitución no está contemplada por el fabricante.
La evolución tecnológica también es un factor a considerar, ya que es imposible saber durante cuánto tiempo las empresas darán soporte al software de sus electrodomésticos inteligentes. Esto, lógicamente, incluye las necesarias y fundamentales actualizaciones de seguridad que todo dispositivo conectado necesita para no ser víctima de ciberdelincuentes que buscan incesantemente explotar vulnerabilidades sin parchear.
Pero estas actualizaciones de software también pueden ser utilizadas como herramienta para forzar el reemplazo de un aparato completamente funcional. Un buen ejemplo de esto fue cuando en 2015, YouTube abandonó el formato de video Flash en favor del estándar HTML5. En cuestión de semanas, millones de Smart TV alrededor del mundo perdieron la capacidad de reproducir videos de la popular plataforma propiedad de Google. Esto se podría haber solucionado con una simple actualización, sin embargo, los fabricantes de televisores aprovecharon esto a su favor para obligar a los propietarios a adquirir un nuevo dispositivo si querían seguir accediendo al contenido de YouTube.
El hecho de dejar obsoletos millones de televisores perfectamente funcionales mediante la descontinuación del soporte de software no solo es cuestionable desde la ética empresarial, sino que es extremadamente injusto para los consumidores. No solo los obliga a invertir en un nuevo dispositivo cuando el que poseen aún podría servir perfectamente, sino que más allá del impacto económico, también contribuye a la generación de chatarra electrónica en casos que podrían ser perfectamente evitables. Este tipo de situaciones se repite varias veces al año con una enorme cantidad de productos, aunque sin alcanzar los niveles de escándalo observados en el caso de los televisores inteligentes que quedaron desactualizados con la transición al HTML5 de YouTube.
La tecnología debería simplificarnos la vida, no complicárnosla innecesariamente. Antes de adquirir el último electrodoméstico por sus deslumbrantes prestaciones, deberíamos considerar su verdadera utilidad, ponderando los riesgos que implica a nuestra privacidad y seguridad conectar un nuevo dispositivo a nuestra red hogareña. Detrás de cada innovación existe un negocio, y nuestros datos personales forman parte de una estrategia comercial que va más allá de la practicidad o comodidad que puede ofrecer una tecnología determinada.