El pasado lunes 29 de agosto, el diseñador de juegos de mesa Jason Allen obtuvo el primer premio en la categoría “Arte Digital / Fotografía manipulada digitalmente” en el concurso de bellas artes de la Feria Estatal de Colorado, Estados Unidos. La obra galardonada, un llamativo lienzo con reminiscencias barrocas titulado "Théâtre D’opéra Spatial", cautiva con la iluminación y abundancia de detalles, propios de un maestro del pincel.
Sin embargo, Allen no trazó ni una línea de "Théâtre D’opéra Spatial", sino que fue creada íntegramente con una herramienta de inteligencia artificial llamada Midjourney, un software capaz de generar sorprendentes imágenes artísticas a partir de líneas de texto ingresadas por un usuario. Midjourney, al igual que Dall-E 2 y Stable Diffusion, son una de las innovaciones tecnológicas más llamativas de los últimos meses. Estos elaborados programas de inteligencia artificial tienen la capacidad de llevar la imaginación humana a nuevas fronteras, plasmando en imágenes de alta resolución descripciones hechas en el más sencillo lenguaje natural.
A muy grandes rasgos, las redes neuronales que generan estas imágenes fueron entrenadas con cientos de millones de imágenes acompañadas de su correspondiente descripción, lo que les permite vincular los objetos que las componen a las palabras que los representan. A partir de estas asociaciones pueden recorrer el camino inverso, generando una imagen a partir de una solicitud específica. Si un usuario escribe en la caja de texto de una de estas aplicaciones “foto de un gato blanco y negro mirando amenazante a punto de apretar un botón rojo”, recibirá como resultado una serie de imágenes que responden a ese prompt. Si solicita una “pintura realista de una sandía en el estilo de Rembrandt”, eso obtendrá.
A partir de la ingesta de millones de fotos y obras de arte, estas herramientas son capaces de producir imágenes hiperrealistas de personas, paisajes o animales en cuestión de segundos. Lo mismo pueden hacer con movimientos artísticos concretos, ilustraciones de todo tipo y los trazos distintivos de pintores como Picasso, Magritte o combinaciones de ellos. Entonces ¿pueden estas imágenes generadas a través de un software, ser consideradas arte? ¿O simplemente son una forma de plagio sofisticado sin valor creativo?
Para la artista visual, docente y coleccionista Lila Siegrist, “si contemplamos las reflexiones de Joseph Beuys, uno de los grandes artistas del siglo XX, para él todo ser humano es un artista, y cada acción, una obra de arte. También podemos invocar la figura y visión de Marcel Duchamp, quién subvirtió el mundo del arte y las ideas estéticas en 1913 incorporando como obra de arte objetos exógenos al sistema del arte, como ruedas de bicicletas o un urinario. Gracias a estos dos ejemplos podemos decir que cualquier objeto puede convertirse en arte y cualquier sujeto puede ser artista. Lo que determina esta torsión es la voz del artista, el sesgo autoral y el contexto en el que se sitúe la práctica artística”, explica.
Siegrist, quien conoce a Dall-E 2 y Midjourney gracias a sus hijos veinteañeros que la mantienen actualizada, agrega que “si uno o varios autores la utilizan para producir una obra dentro del lenguaje artístico, por supuesto que puede volverse una pieza de arte, pero siempre queda supeditada esta acción al programa del autor”.
“Esta nueva herramienta de creación asistida con IA va a reemplazar algunos trabajos artísticos, o al menos ciertas partes de esos trabajos, pero va a posibilitar nuevas profesiones que todavía nos cuesta imaginar y la democratización de la composición", dice Leo Torio, el artista digital conocido como THÖR. Estas aplicaciones permiten que “cualquier persona, sin mucho conocimiento de composición o teoría del color, pueda convertir una idea en una imagen artística en segundos. Me parece perfectamente válido que personas que nunca usaron sus manos para plasmar arte gráfico usen los resultados así como salen, sin editarlos, ya que el proceso de generar el prompt (la frase que uno pide a la IA) requiere una idea inicial, experimentación sobre esa idea, el surgimiento de nuevas ideas que la complementan, prueba y error, y selección de las opciones presentadas por la IA. Todo esto es un trabajo en sí mismo a la hora de generar algo interesante”, explica.
THÖR está extremadamente familiarizado con estas inteligencias artificiales generativas, ya las utiliza combinando resultados originados tanto por Stable Diffusion como por Dall-E 2 para producir imágenes. Posteriormente las integra de manera manual con Photoshop para crear una obra final. El proceso no es rápido ni sencillo, ya que puede estar hasta una semana probando diferentes combinaciones de palabras en estas herramientas digitales, ya que según precisa, “el orden de las palabras también afecta el resultado”.
“Me resulta válido verla como una herramienta artística más”, señala Flor Monza, ilustradora y artista 3D conocida bajo el seudónimo de Flopa. “Si quiero hacer un collage digital puedo usar elementos únicos creados con IA. O usarlas como referencias ante el pedido de un cliente, creando un moodboard hecho con imágenes generadas artificialmente para trabajar desde ahí como punto de partida. También como complemento, por ejemplo para postproducción de una imagen propia, como una fotografía o ilustración digital, pueden lograrse resultados muy expansivos e interesantes” agrega.
Más allá de la innegable utilidad artística de estas inteligencias artificiales, Flopa tiene muchas preguntas respecto a la propiedad intelectual de las imágenes engendradas por estas herramientas. “¿Qué ocurre con los derechos de autor? ¿Es de quién tipea la orden que se le da a la IA, o de los creadores del sistema?”, cuestiona. “Me pregunto también, ¿puede considerarse una obra artística algo que fue generado por una máquina, pero ejecutado por un sujeto humano? ¿Estaremos sólo frente a imágenes vacías, donde no se refleje la subjetividad del artista? Pero si quien carga de sentido es el encuentro entre el espectador y la obra, ¿cómo pensarlo?”, llama a reflexionar la artista.
Indudablemente, esta tecnología, aún emergente, revolucionará por completo la industria de la imagen. ”Seguramente de ahora en adelante veremos muchas tapas de discos con imágenes de IA, portadas de libros y revistas, notas ilustradas por Dall-E”, ejemplifica Flopa. “Pero no creo que esto venga a suplantar al arte tradicional, analógico; la gente seguirá disfrutando de ver de cerca las pinceladas de una obra, o los detalles de una escultura. Y también estarán los clientes que seguirán apostando por el trabajo conjunto entre sujetos, donde el arte final sin lugar a dudas reflejará ese proceso y hará la diferencia”, destaca.
El siguiente paso evolutivo y natural de estas inteligencias artificiales se encuentra en la animación, dotando de fluidez y movimiento imágenes estáticas. Tal vez la próxima frontera se encuentre en la creación de largometrajes completos, interpretados por actores inexistentes nacidos en las intrincadas complejidades de una red neuronal. De cualquier modo, estas obras digitales -presentes y futuras- siempre serán fruto de la creatividad humana, ya que la máquina, por sí misma, no puede crear. El software es solo una herramienta.