El actual ministro de Economía y candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, aprovechó una de sus intervenciones en el primer debate de candidatos a presidente para realizar un sorpresivo anuncio: enviará un proyecto de ley al Congreso para crear una moneda digital. “Vamos a poner en marcha la moneda digital argentina. Así como tus hijos plantean en su economía de plataformas la posibilidad de comerciar con el celular o la tarjeta, lo vamos a hacer de manera global para toda la Argentina”, precisó el candidato y actual ministro durante su participación.
Según la propuesta, este peso electrónico facilitaría las transacciones cotidianas, otorgando mayor autonomía a personas y empresas. Además, permitiría reducir impuestos y comisiones, lo que serviría para estimular su uso. Su implementación estaría acompañada por una ley de blanqueo que incentivaría el ingreso de capitales al país, al mismo tiempo que endurecería las penas para los evasores y quienes fugan divisas.
¿Cómo se lograría esto? Nadie lo sabe. Por el momento, no existen detalles técnicos sobre el funcionamiento de esta moneda electrónica, su emisión, circulación y medidas de seguridad. Tampoco sobre cuál sería la tecnología subyacente que permitiría su operatividad. La única certeza es que está basado en el proyecto del PAD, Peso Argentino Digital, diseñado por el contador y economista Carlos María de los Santos, ex director del Nuevo Banco del Chaco y presidente de la fundación Inclusión Preventiva.
De los Santos terminó de elaborar su propuesta en 2019, mismo año en que la presentó a Sergio Massa, por entonces presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. El proyecto original del PAD plantea la digitalización del 100% de la moneda argentina, eliminando por completo la circulación del billete papel. “Esto implica que todos los pagos y cobros se dejarán de realizar con billetes y pasarán a concretarse a través de débitos y créditos realizados mediante los instrumentos señalados”, explica uno de los documentos que se pueden encontrar en el sitio web de la fundación que preside De los Santos.
El proyecto de la moneda digital argentina puede categorizarse como una CBDC, o Central Bank Digital Currency (Moneda Digital de Banco Central), que es una forma digital de las monedas emitidas y respaldadas por los bancos centrales de un país. Como el peso, el dólar o el euro, pero en versión electrónica. Las CBDC surgieron como una respuesta de los bancos centrales al auge de las criptomonedas, que representan una amenaza para el sistema financiero tradicional y la soberanía monetaria de los países. Actualmente, 130 países se encuentran en alguna fase de desarrollo de sus propias CBDC, mientras que 11 ya han lanzado su propia moneda digital, siendo China uno de los líderes en esta iniciativa.
Existe cierta confusión en lo que respecta a las CBDC y las criptomonedas, tanto en la política como en la población en general, ya que ambas comparten algunas similitudes. Son formas de dinero digital que no tienen una representación física, se pueden almacenar en dispositivos electrónicos y se pueden transferir de forma rápida y sencilla a través de internet.
Sin embargo, esas son todas las coincidencias, ya que la filosofía y el concepto detrás de criptomonedas como Bitcoin, Ethereum o USDT es radicalmente diferente a las CBDC. “La mayor fortaleza (de las criptomonedas) es que se plantean como una moneda descentralizada. Esto quiere decir que no está soportada por ningún banco ni por ninguna nación o estado, sino por el mismo carácter colaborativo de toda la comunidad que la utiliza", indica a Rosario3 Roberto Rubiano, ingeniero informático.
“El segundo pilar, de mucho interés para los usuarios, tiene que ver con su trazabilidad”, agrega Rubiano. “Y aquí es importante no confundir con su carácter de anonimato, porque si bien uno puede rastrear el historial que tuvo, cambiando de manos y pasando de un usuario a otro, no se puede llegar a la persona física por detrás que es dueña de ese activo", destaca.
El experto en tecnología de la información subraya un tercer punto fundamental para la seguridad de las criptomonedas, relacionado con el hecho de que “están respaldadas por un componente criptográfico. Esto asegura y proporciona una gran robustez en lo que refiere a cuestiones técnicas, garantizando su inviolabilidad, ya que cada operación registrada en la blockchain está validada mediante una operación matemática de alta complejidad, que es precisamente lo que implica la criptografía".
“Estas tres características, la descentralización, la trazabilidad y anonimato, junto con su alto nivel de seguridad, las hicieron muy populares entre la comunidad aficionada a la tecnología y en lo que hoy conocemos como el mundo Fintech”, resalta Rubiano. “El hecho de que una moneda con estas características esté respaldada por un banco central estaría contradiciendo precisamente uno de los principios intrínsecos de este tipo de monedas, que es su descentralización. Sería casi como un oxímoron, una cuestión que va en contra de la lógica de por qué se pensó en establecer un sistema financiero al margen de los canales tradicionales, precisamente para operar con mayor libertad y sin estar controlados por una institución como un banco central”, explica.
Un aspecto crítico a tener en cuenta en un proyecto tecnológico como la moneda digital argentina es la alarmante fragilidad frente a ciberataques que han mostrado las instituciones públicas. La filtración masiva de datos del Renaper, los ataques de ransomware en el Senado de la Nación, en el Ministerio de Economía, en las Fuerzas Armadas, en el Ministerio de Salud y en el PAMI, por mencionar solo algunos casos relevantes, son ejemplos de esto. En este contexto, nos encontraremos ante una situación sin salida, en la que no tendremos otra opción más que confiar la custodia de nuestro dinero al Estado, a pesar de su demostrada incapacidad para resguardar información sensible.
Increíblemente, el panorama puede ser aún peor. “El hecho de tener a una entidad como un Banco Central controlando la trazabilidad y los movimientos, e incluso distribuyendo de manera inequitativa un bien tan preciado como una moneda, podría generar diversas situaciones que podrían ser utilizadas en contra de la población. Esto podría resultar en un control mucho más agresivo, algo que no es posible con las herramientas que tenemos actualmente para la moneda fiduciaria”, comenta el especialista.
El Estado, a través del Banco Central, puede requerir vincular la identidad del usuario a su billetera electrónica, registrando todas las operaciones realizadas y poniendo fin al anonimato que otorga el billete en papel. No importa si se trata de una propina, una compra o un regalo; cualquier persona lo suficientemente curiosa podría acceder desde una oficina pública a nuestro historial de operaciones en cualquier momento. En términos generales, esto implica la desaparición total de la privacidad financiera.
Además, esta tecnología monetaria no solo facilita un mayor control gubernamental, conduciendo a una clara restricción de las libertades individuales. También habilita a los Estados a cobrar impuestos o multas automáticamente sin nuestro consentimiento, congelar cuentas bancarias, pausar transferencias o incluso eliminar monedas sin autorización o conocimiento por parte de los usuarios, entre otras opciones.
Aun así, aunque parezca increíble, este sombrío escenario todavía tiene margen para empeorar. Con un control absoluto sobre la moneda, el gobierno de turno podría establecer una fecha de caducidad, impidiendo el ahorro y promoviendo el gasto para estimular la economía. También podrían estar programadas para restringir el uso en ciertos bienes o servicios, o para limitar las transferencias internacionales. De igual forma, tendrían la capacidad de aplicar impuestos extremadamente altos a determinadas transacciones, impedirlas por completo o incluso confiscar fondos deliberadamente. O, por qué no, excluir a individuos específicos del sistema económico por el motivo que fuera. Con una herramienta de control tan poderosa como una moneda digital, el giro al totalitarismo podría ocurrir en cualquier momento.
A pesar de esto, el dinero en forma de papel moneda tiene los días contados, y más temprano que tarde las CBDC se terminarán imponiendo. Si bien es cierto que estas divisas ofrecen una serie de beneficios potenciales como mayor velocidad en las transacciones, reducción de costos y prevención de lavado de dinero, tampoco tiene propiedades mágicas ni es la panacea para todos los males económicos; y solo por ser electrónico no va a terminar con la inflación.
El peso argentino perdió 13 ceros en los últimos 50 años, y todo indica que va camino a perder tres más. Si no se atacan las raíces del problema, su versión digital correrá el mismo destino, pero sacrificando nuestra libertad individual en nombre de una falsa solución tecnológica. Depende de nosotros que la transición al dinero electrónico no se lleve también nuestros derechos fundamentales y nuestra privacidad.