Estas últimas semanas, Worldcoin, la empresa que escanea tu iris a cambio de un puñado de criptomonedas, está literalmente en el ojo de la polémica. Es que, desde su lanzamiento oficial el pasado 24 de julio, no dejan de acaparar titulares alrededor del mundo con su controvertida iniciativa, que tiene como objetivo crear, por un lado, una identidad digital única mediante el registro de información biométrica y por el otro, una red financiera global.
Uno de los creadores de Worldcoin es Sam Altman, conocido por ser director ejecutivo de OpenAI, la empresa detrás de alguno de los productos más innovadores de este último tiempo, como el generador de imágenes DALL-E y ChatGPT, el programa de inteligencia artificial que puede crear textos que parecen escritos por personas.
Este nuevo proyecto de Altman busca verificar que una persona es un ser humano real y no un bot de inteligencia artificial, algo que -según Altman y otros- en el futuro cercano será muy difícil de distinguir. Además, Worldcoin espera utilizar su sistema de identidad para implementar una renta básica universal. Esto daría a cada persona -independientemente de su condición y actividad económica- un ingreso fijo, aunque no explicaron cómo se llevaría a la práctica.
Por ahora, a cada uno que se registra con su iris, la empresa le regala unos tokens de su criptomoneda. Algunos ven esto como una incipiente “distribución de la riqueza”, mientras que otros, más críticos, cuestionan la ética de ofrecer dinero a cambio de datos biométricos, especialmente en regiones de mayor pobreza y desigualdad como Asia, África y Sudamérica.
Sin embargo, el alboroto global producido por Worldcoin no tiene tanto que ver con la desconfianza que despierta esta atípica generosidad, sino con la preocupación que plantea la monumental recopilación de datos biométricos de ciudadanos de todo el mundo. Específicamente, sobre cómo esta iniciativa protegerá las particulares características biológicas de cada uno de los voluntarios, recolectadas a través de un dispositivo futurista llamado “Orbe”, una esfera metálica repleta de la tecnología más avanzada.
El Orbe escanea el iris del usuario y a través de algoritmos de aprendizaje automático y visión computada, crea un código de iris único, una representación numérica de las características más destacadas de esta estructura anatómica. Según Worldcoin, el Orbe elimina la imágen del iris una vez que el usuario ha sido registrado, aunque no hay evidencias de que esto sea, así más allá de las afirmaciones de la propia empresa en su página web.
Frente a esta incertidumbre, el 2 de agosto, la Oficina del Comisionado de Protección de Datos de Kenia, obligó a Worldcoin a detener las actividades de recolección de datos biométricos. Otros países también cuestionaron la legalidad del uso de este tipo de información y sus implicancias para la privacidad, entre ellos Francia, Alemania y Reino Unido.
En nuestro país, la Agencia de Acceso a la Información Pública (AAIP) también abrió una investigación tras una denuncia presentada por el abogado Daniel Monastersky, director del Centro de Estudios de Ciberseguridad de la UCEMA. Monastersky señala la posibilidad de que se haya infringido la Ley Nacional de Protección de Datos Personales (25.326), además de la falta de cumplimiento de estándares de privacidad y seguridad en el relevamiento de datos biométricos.
Este martes 8 de agosto, la directora de la AAIP, Beatriz de Anchorena, solicitó por escrito a Worldcoin que informe qué categorías de datos personales se procesan, para qué fines, su plazo de conservación y cómo se garantizará el cumplimiento de los principios de seguridad y confidencialidad del tratamiento de estos elementos, dándole un plazo de diez días para que presente un informe ante el organismo.
No obstante, la de Worldcoin no es la única iniciativa de identificación biométrica en marcha. El gigante tecnológico chino Tencent, dueña de la aplicación multipropósito WeChat y propietaria del 5% de Tesla, lanzó recientemente los pagos con la palma de la mano en el metro de Beijing a través de WeChat Pay. La tecnología, desarrollada por el laboratorio de inteligencia artificial de la compañía, se basa en el reconocimiento de la morfología de la palma de la mano, sus huellas y sus venas, para vincular esta extremidad a la identidad digital de su dueño.
Amazon también diseñó un sistema de pagos similar, presentado por primera vez en 2020. En este, los clientes acercan su mano a un dispositivo que identifica diversos aspectos de la palma, como líneas, elevaciones y patrones de las venas para realizar la identificación. En este caso la información biométrica se vincula directamente a la tarjeta de crédito, sin necesidad de tener que registrarse en una aplicación o contar con una cuenta Amazon.
Actualmente, el sistema cuenta con más de 3 millones de clientes registrados únicamente en los Estados Unidos, y está disponible en más de 200 supermercados de la cadena Whole Foods, mientras planean extenderlo a más de 500 sucursales antes de que termine el año. Además, la empresa fundada por Jeff Bezos firmó una serie de acuerdos con aeropuertos, estadios y salas de espectáculos para implementar esta tecnología a gran escala.
Más allá de la evidente comodidad y practicidad que presenta la posibilidad de realizar pagos sin tener que llevar ningún objeto encima, este tipo de transacciones con la palma de la mano presenta una serie de desventajas. Si bien una vez alcanzada la adultez la estructura de las articulaciones y sus características son rasgos más o menos permanentes, existen algunas condiciones médicas, que pueden alterar y distorsionar la configuración original del miembro, dificultando la validación del usuario.
Pero utilizar la información biométrica como elemento de identificación supone una serie de riesgos aún más grandes. Imaginemos un escenario donde nuestros datos biométricos fueron comprometidos por un actor malicioso y ahora están siendo utilizados para suplantar nuestra identidad. No podríamos generar un nuevo iris como lo hacemos actualmente con una contraseña, ni tampoco seríamos capaces de solicitar una nueva mano o un nuevo rostro, como sería posible hacer con una tarjeta de crédito extraviada. Nuestros rasgos biométricos son en su mayoría únicos e inalterables, por lo que nos encontraríamos frente a un problema sumamente difícil de resolver.
También podrían surgir otros escenarios en los cuales nuestra identidad digital quede bloqueada, ya sea debido a un ciberataque, por disposición de las autoridades o por cualquier otro motivo. Si no contamos con dinero en efectivo tradicional, muy próximo a desaparecer, ¿qué comerciante estaría dispuesto a transaccionar con nosotros si no contamos con nuestra certificación identitarial, única y global? Quedaríamos fuera del sistema en cuestión de segundos, y nuestra actividad y supervivencia se vería seriamente comprometida.
Otra vez, la innovación tecnológica nos enfrenta a una encrucijada sombría, donde deberemos optar entre la comodidad aparente y una hipotética seguridad, o preservar la privacidad, individualidad y libertad. Mientras avanzamos hacia un futuro cada vez más conectado, debemos velar por salvaguardar los elementos esenciales que definen nuestra humanidad y autonomía, encontrando un equilibrio entre los avances tecnológicos y los valores fundamentales que sustentan nuestra sociedad.