Durante el mediodía del pasado lunes 5 de junio, un discurso urgente del presidente Vladimir Putin sorprendió a los habitantes de las regiones occidentales de Rusia cercanas a la frontera con Ucrania. El mensaje, emitido simultáneamente en radios y señales de TV estatales, afirmaba que tropas ucranianas “armadas hasta los dientes por la OTAN y con el consentimiento y apoyo de Washington” habían invadido las regiones de Kursk, Belgorod y Bryansk.
En el comunicado, Putin, de pie junto a la bandera rusa, exhortaba a los habitantes a evacuar la zona y abandonar sus hogares de manera ordenada ante el avance del ejército ucraniano. Del mismo modo, declaraba la ley marcial en todo el territorio ruso y anunciaba la movilización general de todas las fuerzas “para derrotar a este peligroso y astuto enemigo”.
Sin embargo, el escalofriante mensaje era falso. Se trataba de un deepfake, un tipo de manipulación digital de audio y video que utiliza inteligencia artificial para crear contenido falso pero muy convincente, donde alguien parece decir o hacer cosas que en realidad no hizo. Como en este falso discurso de Putin.
El Kremlin reaccionó rápidamente, y antes que demasiados rusos comenzaran a entrar en pánico, su portavoz, Dmitry Peskov, confirmó que se trataba de un mensaje falso, emitido tras el hackeo de estaciones de radio y televisión por parte de ciberpartisanos que hasta el momento no fueron identificados.
No es la primera vez que en el conflicto entre Rusia y Ucrania se utilizan deepfakes para sembrar la desinformación. A mediados de marzo del año pasado, durante la tercera semana de la invasión, un falso video del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky viralizó rápidamente en las redes sociales, e incluso hackers rusos llegaron a subirlo a la web del canal de televisión Ucrania 24. El video, un deepfake bastante rudimentario en el que Zelensky pedía al ejército ucraniano que entreguen las armas, fue rápidamente eliminado de sitios como YouTube y Facebook, e incluso ridiculizado por los propios ucranianos por su mala calidad.
Sin embargo, este caso es diferente. El deepfake de Putin formaba parte de una operación aún más amplia, un ataque coordinado en el que hackers tomaron el control de diferentes medios de comunicación para emitir el mensaje dándole la apariencia de una transmisión oficial del gobierno ruso. Al mismo tiempo, el ejército ucraniano lanzaba una contraofensiva buscando abrir una brecha en las líneas del frente.
No hay margen para considerar que estos acontecimientos hayan sido simples coincidencias, ya que resulta evidente que el ataque hacker y la contraofensiva militar forman parte de la misma operación. La sincronización de ambos eventos sugiere una meticulosa planificación y coordinación entre quienes manipularon los medios rusos con el objetivo de sembrar confusión, y las fuerzas militares ucranianas que llevaron a cabo la incursión. Un ejemplo de libro de lo que en la doctrina militar se conoce como «guerra híbrida».
“El siglo XXI inauguró un nuevo tipo de conflictos que comenzaron a llamarse con distinto tipo de nombres, Guerra asimétrica, guerra de cuarta generación”, relata a Rosario3 una fuente experta en el área de defensa, cuya identidad se mantendrá en el anonimato debido a la falta de autorización para hacer declaraciones públicas. “Conflictos de baja intensidad o asimétricos, donde una gran potencia estatal se veía implicada contra actores no estatales, como lo fue contra los talibanes, contra Boko Haram o los piratas en el cuerno de África. Actores con pocos medios, con una estructura difusa y pocas capacidades en lo referente a lo militar. Por eso se llamaba asimétrica, por la disparidad de recursos”, explica el especialista.
“La guerra híbrida es un concepto que evoluciona de eso, que casi que se inaugura con Rusia también, pero en otros conflictos, como el de Georgia en 2008, donde Rusia se enfrentó contra el gobierno Georgiano pero primero lo arrasó cibernéticamente y después entró con los tanques”, describe el profesional en estrategia y seguridad.
Rusia ya había probado sus capacidades para la ofensiva cibernética contra Estonia un año antes. En abril de 2007, como respuesta a la retirada por parte del gobierno de un monumento de guerra soviético, hackers rusos lanzaron una serie de ciberataques contra organizaciones públicas y privadas. Ministerios, bancos, medios de comunicación, empresas privadas y estatales fueron blanco de una sucesión de ataques de denegación de servicio que se prolongaron durante tres semanas. Fue la primera vez en la historia donde un actor extranjero amenazó la seguridad pública y política de una nación mediante el uso de tácticas informáticas.
“Entonces empezó a definirse esto de guerra híbrida, un concepto donde en un conflicto bélico, al empleo tradicional del poder militar clásico, del poder de fuego de las armas en el campo de batalla, de la maniobra de la fuerzas, se suman otras herramientas a disposición de de los gobiernos, como es el caso del ciberataque o de la herramienta cibernética”, precisa el analista militar.
Desde entonces, Rusia ha sido acusada en varias ocasiones de llevar a cabo ciberataques en diferentes países y regiones, buscando influir en procesos electorales, desestabilizar infraestructuras críticas y generar caos en el ciberespacio. Estos ataques informáticos forman parte de su estrategia en la guerra híbrida y la guerra de cuarta generación, donde se emplean métodos no convencionales para alcanzar sus objetivos políticos y desafiar a sus adversarios.
La guerra actual entre Ucrania y Rusia tiene su origen en 2014, y desde entonces, el ciberespacio fue un teatro de operaciones donde las hostilidades han sido constantes. “Creo que tiene mucho que ver que justamente es Rusia uno de los actores que fue uno de los pioneros y de los mentores en esto de la guerra híbrida”, señala el profesional de la defensa.
“Una de las principales consecuencias es la confusión. Si bien la guerra siempre es caótica, la principal herramienta que se juega en este conflicto es la guerra de desinformación. Ambos bandos desinforman de manera masiva y deliberada, tratando de controlar la opinión pública y los apoyos mediante el manejo de las redes”, añade.
“En la Segunda Guerra Mundial el blanco para lanzarle bombas eran los pueblos, para que se quebrara su voluntad de lucha y clamase a su gobierno para que pida un armisticio, pida la paz. Hoy en día también los objetivos pasan a ser las sociedades, pero ahora no se le tiran bombas, sino que se les tira desinformación”, reflexiona el consultor en asuntos de defensa.
El ciberespacio es un nuevo teatro de operaciones militares desde donde se lanzan sofisticados ataques, y los deepfakes están emergiendo como una herramienta poderosa de este moderno arsenal. A medida que avance esta tecnología y se perfeccionen las técnicas, veremos un uso cada vez mayor de este sofisticado método, llegando incluso al punto donde será casi imposible distinguirlos de la realidad. Para aquellos que buscan sembrar el caos y el miedo en la sociedad, la ambigüedad que propone la guerra híbrida ofrece un terreno fértil para la manipulación y el engaño a través de un arma sutil pero igualmente devastadora: la desinformación.