Los “wearables”, o tecnología para vestir, son una categoría de dispositivos tecnológicos que ha madurado en los últimos años, y cuyos exponentes más conocidos y exitosos son los relojes inteligentes y las pulseras deportivas. Estos artefactos que se llevan en la muñeca combinan las funciones de reloj tradicional con el monitoreo de la actividad física, notificaciones, control de la reproducción de música y acceso a diversas aplicaciones.
Más allá de servir como accesorio tecnológico, algunos de estos smartwatches incluso tienen el potencial de salvar vidas en situaciones críticas para la salud, al incorporar sofisticados sensores capaces de identificar señales riesgo cardíaco como la fibrilación auricular, o activar una llamada de emergencia al detectar que el usuario sufrió una caída o un accidente y dejó de moverse.
Dentro de este segmento de productos capaces de recoger diferentes variables corporales se destaca una nueva familia, los llamados “anillos inteligentes”, que cuentan con sensores incorporados que permiten monitorear y analizar diferentes aspectos que hacen a la salud, el bienestar y el rendimiento de quien lo lleva puesto.
A lo largo de los siglos, los anillos han sido utilizados por diferentes culturas alrededor del mundo con diferentes propósitos: desde unir emocional y religiosamente a personas que comparten una vida, demostrar poder y riqueza, o incluso sellar documentos. Independientemente de su material, forma y tamaño, nunca fueron más que simples joyas o piezas ornamentales. En ese sentido, los modernos anillos inteligentes representan la evolución lógica y esperable de estos milenarios accesorios, incorporando ahora la tecnología más avanzada.
Curiosamente, los primeros smartwatches, el Samsung Galaxy Gear y el Pebble, y el primer anillo inteligente, el McLear NFC Ring, salieron al mercado el mismo año, en 2013. Sin embargo, si bien el Galaxy Gear fue inicialmente muy criticado por sus aplicaciones aún limitadas, impulsó definitivamente la industria de los relojes inteligentes a un punto de inflexión, llevando a que en pocos años estos dispositivos se transformaran en un fenómeno de consumo masivo.
En cambio, el NFC Ring, debido a su utilidad restringida a los pagos sin contacto -tecnología no tan extendida como hoy en día- y un precio relativamente elevado para la época de 250 dólares, si bien generó cierto interés inicial, no logró captar la atención del público general ni convertirse en un producto de uso generalizado. Pero el formato de anillo tecnológico despertó la curiosidad de tres emprendedores finlandeses, quienes encontraron en este dispositivo wearable la oportunidad para desarrollar algo más ambicioso: un anillo capaz de monitorear variables clave relacionadas con la salud del usuario.
Así nació Oura Health, que luego de una fructífera campaña de financiamiento colectivo a través de la plataforma para proyectos creativos Kickstarter logró concretar su visión de crear el primer anillo inteligente enfocado en brindar información precisa sobre el sueño y la recuperación corporal.
El Oura Ring, su producto principal, fue un éxito inmediato, siendo elegido por celebridades como Will Smith, Gwyneth Paltrow y Leonardo DiCaprio para monitorear un estilo de vida saludable, pero especialmente por deportistas de élite como Usain Bolt, Michael Phelps, Cristiano Ronaldo y estrellas retiradas como Shaquille O'Neal y Manu Ginóbili. ¿El motivo? La precisión. De hecho, la NBA eligió al Oura Ring como medida de prevención y control del coronavirus entre los jugadores que participaron en la reanudación de la temporada 2020 por su capacidad para predecir los síntomas de la enfermedad con una precisión del 90% hasta tres días de anticipación.
Por su ubicación, un anillo inteligente puede hacer un mejor seguimiento de datos biométricos que un smartwatch. Diseñados para ser utilizados en el dedo índice, al estar en contacto permanente con la piel y cerca de las arterias principales, puede hacer una mejor medición de la variabilidad de la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal, el nivel de oxígeno en sangre y la calidad del sueño. Además, al no tener una pantalla que demande suministro energético constante, la autonomía de la carga de la batería llega cómodamente a la semana de duración, lo que proporciona un registro constante de las estadísticas biológicas al no tener que quitarlo para cargarlo diariamente. Estos anillos suelen estar fabricados en una variedad de materiales, desde cerámica o silicona hasta titanio o acero inoxidable, siendo estas últimas las opciones más populares debido no solo a su robustez para soportar el uso diario, sino también por su apariencia elegante.
Otras de las claras ventajas de este tipo de dispositivos son la discreción y la comodidad. Un anillo de diseño sobrio no llama la atención en la forma en que puede hacerlo la vibrante pantalla multicolor de un smartwatch que se activa con cada nueva notificación. Además, su tamaño compacto y su ubicación en el dedo no solo hace que su uso pase desapercibido, sino que tampoco interfiere con las tareas cotidianas o con la práctica deportiva. Esto contrasta notablemente con relojes inteligentes y bandas deportivas, que siempre tienen una presencia más notable en la muñeca. La pantalla, si bien extremadamente útil para mostrar información relevante, también puede resultar en ocasiones una distracción involuntaria que invita a la desconcentración.
Para muchos consumidores, Oura puede ser un nombre aún desconocido en una categoría de dispositivos tecnológicos relativamente nueva y de nicho como lo son los anillos inteligentes. Sin embargo, con más de un millón de unidades vendidas a la fecha, no solo se posiciona como el líder indiscutido del segmento, sino que además marca el camino para otros importantes jugadores que recién comienzan a aventurarse en esta industria, entre ellos, Samsung.
El pasado lunes, la compañía surcoreana presentó oficialmente el Galaxy Ring en el Mobile World Congress de Barcelona, que saldrá a la venta en algún momento de este año marcando su primera incursión en esta categoría de productos. La apuesta de Samsung por los anillos inteligentes confirma el potencial que varios analistas proyectan para estos dispositivos, en un mercado ávido de tecnologías wearables que prioricen la discreción y la precisión en hardware enfocado a mejorar hábitos de salud y bienestar.
Apple también tiene sus propios planes para este segmento. Si bien oficialmente no existe confirmación de que esté trabajando en uno de estos productos, hace al menos 10 años que ha patentado algunos diseños para su propio “dispositivo informático en anillo”, registrando la patente más reciente en agosto de 2023. Durante el año pasado, la empresa de la manzana también compró más de 30 startups de IA, muchas de ellas orientadas a métricas y seguimiento de salud, por lo que no son pocos los que especulan con un eventual desembarco de Apple en la categoría de anillos inteligentes.
Otros fabricantes de tecnología como Amazfit, Circular, Amovan o Ultrahuman también anunciaron dispositivos similares, algunos ya a la venta o listos para su lanzamiento. Todos quieren asegurarse de obtener al menos un pequeño porcentaje de un mercado valorado en más de 60 mil millones de dólares en 2023 y que se espera que alcance los 150 mil millones de dólares para 2030. Con tantas compañías en la contienda por dominar este segmento, no sería descabellado pensar en que en el futuro próximo una empresa ambiciosa quiera crear un anillo para dominarlos a todos. Solo queda esperar que el CEO no se comporte como Gollum.