Prácticamente todo invento o desarrollo tecnológico rupturista, en su momento ha generado expectativas exageradas sobre su potencial para transformar completamente la sociedad, tanto en la primera revolución industrial con la máquina de vapor, como ahora en la era digital. Las predicciones apocalípticas sobre la desaparición de empleos, la obsolescencia de las instituciones tradicionales y la reconfiguración total de la economía son comunes cuando una nueva tecnología emerge, proyectando su sombra intimidante sobre el status quo y amenazando con revolucionar todos los aspectos de la vida tal como la conocemos.
Hoy, en este escenario de preocupaciones, el papel protagónico lo interpreta la inteligencia artificial, el nuevo monstruo debajo de la cama; y donde ChatGPT es su principal exponente. Lanzado a finales de noviembre de 2022, apenas dos meses después había alcanzado los 100 millones de usuarios activos. Para ponerlo en perspectiva, Instagram tardó dos años y medio en alcanzar esa cifra, mientras que TikTok, una de las redes sociales más populares del mundo, lo hizo en 9 meses. Durante noviembre de 2023, a un año de su debut, recibió 1.700 millones de visitas, siendo actualmente una de las 50 webs más consultadas del mundo.
Su capacidad de responder preguntas complejas sobre prácticamente cualquier tema y generar contenido similar al humano inmediatamente llamó la atención de profesionales fuera del mundo de la tecnología, quienes encontraron en este poderoso instrumento un recurso invaluable para ahorrar tiempo y esfuerzo en sus tareas y proyectos. Entre ellos, estudiantes de todo el mundo, que rápidamente comenzaron a utilizarlo. Algunos, como recurso enriquecedor. Otros, como herramienta para resolver rápido y sin mayores complicaciones las tareas y trabajos encargados por maestras y profesores, aprovechando tanto su veloz capacidad resolutiva como su aparentemente infinita sabiduría.
“La primera vez que lo usé fue para hacer un trabajo práctico que me puse a hacer a último momento”, recuerda Agustina Carbone, una joven profesional del periodismo que tuvo la oportunidad de conocer la potencia del chatbot de OpenAI durante su último año de estudiante. “No podía creer lo rápido que pude terminar de hacerlo gracias a la aplicación. Te ahorra un paso enorme, que es el tiempo que te lleva buscar y reunir información, está buenísimo”, destaca la comunicadora. A veces le pedía opciones para los títulos de algún trabajo, o le tiraba una idea general que tenía pero que no me cerraba y le pedía que me genere distintas alternativas en torno a ese concepto“, precisa.
Como bien sabían Voltaire, Winston Churchill y el tío Ben de Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, algo que aplica perfectamente a la utilización de ChatGPT. Es que la idea de que dejar que el chatbot resuelva en segundos una tarea de cierta complejidad -tanto escolar como universitaria-, puede resultar muy seductora para algunos estudiantes poco inclinados al esfuerzo intelectual y la responsabilidad académica.
Semejante comodidad, disponible con tan solo algunos clicks y unas indicaciones, recuerda en algún punto a un viejo clásico de la web, “El Rincón del Vago”. Esta plataforma, creada a fines de la década del 90 por dos estudiantes de la Universidad de Salamanca, recopila una enorme cantidad de trabajos, apuntes y monografías puestos a disposición de la comunidad por sus autores para ser utilizados por otros estudiantes. Lo mismo sucede con ChatGPT, ya que no son pocos los alumnos que recurren al asistente conversacional para copiar y pegar el contenido creado sin hacer grandes esfuerzos.
“Me acuerdo que los profesores nos empezaron a dar una especie de charla en la que nos pedían básicamente que no usemos ChatGPT”, relata Agustina. “Decían que no nos iba a servir, que íbamos a dejar de estudiar por usar eso y que además ellos se iban a dar cuenta”, agrega la periodista. Si bien ChatGPT tiene un estilo de redacción coherente y fluido, pero carente del vuelo creativo y la perspectiva única que caracterizan al trabajo humano, sus creaciones pueden resultar artificiales y predecibles para el ojo entrenado de un docente.
“De hecho, una vez pasó que un profesor se puso a leer unos trabajos prácticos en clase, y cuando leyó el de un compañero se re-dio cuenta que lo había hecho con ChatGPT”, describe Agustina. “En realidad, todos nos dimos cuenta, porque si alguna vez lo usaste, lo reconoces enseguida”. El episodio, aunque anecdótico, coincide con los resultados de la primera encuesta oficial sobre el uso de la inteligencia artificial en las escuelas argentinas, realizada a mediados del año pasado por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Según este sondeo realizado entre 1.860 docentes de primaria y secundaria de escuelas públicas y privadas, 9 de cada 10 maestros aseguran que pueden detectar si los alumnos utilizaron ChatGPT para realizar las tareas.
“Lo usé para matemáticas, para resolver ecuaciones”, cuenta a Rosario3 Valentino, un adolescente que este año empieza el primer año de secundaria. “Le planteas algún problema matemático y ChatGPT te lo resuelve paso a paso. También me ayudó con el análisis sintáctico de oraciones para Lengua”, confiesa. El uso del chatbot está muy extendido entre sus compañeros, quienes encuentran en esta herramienta un complemento para acelerar la realización de las tareas escolares y complementar el proceso de aprendizaje. Aquí es donde la participación del docente tiene un rol fundamental.
“Yo creo que es de vital importancia saber usar ChatGPT”, afirma la profesora Carina Cabo, Dra. en Ciencias de la Educación. “Primero y principal, no negarlo, porque muchas veces los docentes actúan como si no existiera. Creo que es sumamente importante en educación, porque se puede acceder a datos y recursos para que los estudiantes trabajen en línea”, destaca la experta. Sin dudas, la IA conversacional de OpenAI representa un nuevo desafío para un sistema educativo que debe adaptarse a esta nueva realidad tecnológica, aunque no es nada que no haya enfrentado en el pasado reciente.
“Es como cuando apareció Google, donde los mismos estudiantes copiaban y pegaban información, acá depende de la habilidad del docente”, explica Cabo. “En todos los momentos en que la tecnología ha invadido la vida cotidiana y por ende también el aula, está en la capacidad del docente cómo afronta eso. Si les dice a los chicos busquen información de tal o cual cosa para que copien y peguen o para que se lo pregunten a ChatGPT; o en proponer algunas actividades que tengan que ver con esta tecnología, pero que realmente sirva para tener contacto con nuestro compañero, para debatir o para consultar algo que que se desconoce”, detalla la especialista en educación.
“Me parece que es sumamente útil, pero necesitamos docentes que estén capacitados en el uso pedagógico de esa tecnología, creo que eso es lo fundamental. Es decir, que también sepamos usarla como tecnología y sepamos enseñar con ella”, argumenta Cabo. En relación a posibles programas de capacitación destinados a que maestros y profesores incorporen esta herramienta tecnológica en sus clases, Rosario3 consultó al Ministro de Educación provincial, José Goity, sin embargo no obtuvo respuesta alguna.
Esta nueva realidad pone en evidencia la necesidad de que las autoridades educativas aborden la llegada de ChatGPT con políticas de formación docente, pautas de uso ético en las aulas y actualización de los programas. “Hay que ver de qué manera podemos utilizarlo con los estudiantes para que no lo usen como trampita, sino para que les sirva para pensar y no lo estudien de memoria, o no copien y peguen, eso no tiene sentido”, explica la Dra. Cabo. “La escuela se caracterizó por ese funcionamiento desde el siglo 19, un docente que enseña y un alumno que aprende y replica lo que el docente dice. O replica lo que dice Google o lo que dice el Rincón del Vago, no importa. Y muchas veces sin certezas. Entonces hay que tener cuidado y hay que saber usarlo pedagógicamente”, concluye.
Afortunadamente, la historia ha demostrado una y otra vez que integrar innovaciones en sistemas preestablecidos es un proceso gradual y complejo, donde no necesariamente llegan para reemplazar por completo a las tecnologías precedentes, sino más bien para coexistir con ellas. La escritura no reemplazó a la memoria, la televisión no terminó con el cine, el video no mató a las estrellas de la radio y el trabajo remoto no hizo desaparecer a las oficinas. Del mismo modo, la inteligencia artificial no cambiará radicalmente la relación entre alumnos y docentes, en todo caso la enriquecerá, facilitando más herramientas y recursos para estimular el pensamiento crítico, la creatividad y el trabajo en equipo. Bien podría ser esta una oportunidad para repensar y potenciar la educación formal, combinando lo mejor de la tecnología con el conocimiento y la guía de docentes comprometidos.