Según un nuevo informe, los trastornos alimenticios crecieron y diversificaron su alcance tras el paso de la pandemia por Covid-19. Algunas de las variantes que se multiplicaron en los últimos años, de hecho, son el síndrome del atracón, ortorexia, fatorexia o el trastorno por rumiación.
La Asociación Nacional de Anorexia Nerviosa y Trastornos Asociados (ANAD) de España, ratificó que los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) causan alrededor de 10.200 muertes anuales en su país, es decir, 1 cada 52 minutos. A nivel mundial, se estima que la afección alcanza a un 9% de la población cuando, en 2020, llegaba al 5%.
Si bien la mayor incidencia se encuentra en la preadolescencia y adolescencia (entre los 12 y 18 años), se registran casos en edades cada vez más tempranas y tardías. Es decir, entre los 6 y los 30 años, encontrándose casos pasados los 50.
Los especialistas explican que los TCA tienen un origen multifactorial, donde confluyen factores individuales, familiares y sociales.
Factores individuales
-Trastornos por restricción: Si bien existe una predisposición genética, pueden acentuarse rasgos de personalidad como la autoexigencia y perfeccionismo extremos, necesidad de control, rigidez cognitiva y una baja autoestima.
-Bulimia o el síndrome del atracón: Caracterizados por ansiedad e impulsividad. Autoestima y auto-imagen negativa. También influye cómo ha sido percibida la persona en su entorno durante su adolescencia.
Factores familiares
En familias desestructuradas, tiende a darse una falta de estructura estable según los expertos. Esto, sumado a los apegos inseguros, puede generar una tendencia a TCA en donde haya una cuestión de aferramiento a un elemento de "orden" y "estructura".
Asimismo, los ambientes sobreprotectores derivan en dinámicas excesivamente controladoras y exigentes, por lo que el trastorno en estos casos se vive como una forma de "encajar". También puede detonarse debido a cambios traumáticos en la familia como un divorcio difícil o una muerte.
Factores sociales
Existe una presión social en torno a estándares de belleza que resultan inalcanzables. Este fenómeno, que arrasa a nivel mundial desde los años '80, se amplificó con el uso de redes sociales, normalización de filtros para rostro y cuerpo, así como acudir a cirugías estéticas.
“El sistema de talles no juega a favor, al no estar unificadas ofrece un patrón heterogéneo. Hay un informe interesante al respecto titulado precisamente 'No encontrar tu talla promueve la anorexia’, en el que se recoge como un 44% de la población se habría puesto a dieta al ver que no les valía la talla que ellos creían que era la suya", explicaron desde el área de psiquiatría. Además, continúan proliferando sin control los contenidos pro-anorexia y pro-bulimia.
TCA emergentes
La mayoría de trastornos alimenticios tienen en común un factor de dismorfia corporal (no verse como uno es, distorsionado) y rasgos comunes con las adicciones, pues hay cierto “enganche” al propio trastorno, sus límites y “reglas” que se sienten como una forma de “ordenar” la propia vida, más allá del objetivo que se perseguía inicialmente.
“Siempre se quiere más porque el trastorno, que se inicia como una herramienta para alcanzar un fin, acaba siendo un fin en sí mismo”, aclararon.
La bulimia y la anorexia nerviosa son los trastornos alimenticios más frecuentes y conocidos. Sin embargo, en los últimos años, especialmente después de la pandemia, se ha disparado una gran variedad de trastornos alimenticios.
-Síndrome del atracón y comedor nocturno: Es el trastorno alimentario más extendido, afectando a dos tercios de las mujeres y un tercio de los hombres. Se caracteriza por ingestas excesivas con un elevado consumo de alimentos hipercalóricos en un intervalo corto de tiempo, acompañado por una sensación de pérdida de control y sentimiento de culpa tras la ingesta.
No hay conductas compensatorias, lo que puede derivar en obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares. En su variante nocturna, los episodios ocurren exclusivamente en la noche, a menudo vinculados con trastornos del sueño.
-Fatorexia, el TCA inverso: Afecta principalmente a hombres mayores de 40 años y consiste en una distorsión de la imagen corporal en la que la persona, a pesar de tener sobrepeso u obesidad, se percibe delgada. Su impacto en la salud puede ser tan grave como el de la anorexia, por los graves problemas de salud asociados a la obesidad, como el tratamiento de diabetes tipo II, hipertensión y enfermedades cardiovasculares severas.
Su tratamiento pasa por la psicoterapia y un acompañamiento nutricional para lograr una bajada de peso saludable, posibilitando disminuir los riesgos asociados con la obesidad.
-Ortorexia, la obsesión por lo “puro”: Cada vez más impulsada por las redes sociales, la ortorexia se basa en una obsesión patológica por consumir solo alimentos considerados “saludables” o “biológicamente puros”. Este trastorno alimenticio puede llevar a graves deficiencias nutricionales (anemia, avitaminosis, entre otros) además de alterar la salud mental.
-Trastorno por purga y vigorexia: En estos casos, las purgas (vómitos, laxantes o ejercicio excesivo) no van precedidas de un atracón. En la vigorexia, el trastorno se centra en una obsesión por ganar músculo, con patrones alimentarios poco saludables. Un indicador es el intenso sentimiento de culpa ante la ingesta de algo no orgánico, castigándose con ayunos rígidos si se consume. Suele haber bajada de peso notable y pérdida de las sensaciones naturales de hambre y saciedad.
-Síndrome de rumiación: Según estudios recientes, se encuentra entre los trastornos alimenticios con mayor incidencia creciente, alcanzando al 3,1% de la población. “Popularizado” a principios de los 2000 por personajes famosos como Karl Lagerfeld (se llegó a conocer popularmente como “la dieta del Kaiser”), se trata de masticar y escupir o regurgitar la comida inmediatamente tras ingerirla.
Se suele asociar a otros trastornos mentales como la depresión ansiosa y puede causar daños severos en el esófago, además de problemas de autoestima, aislamiento social e infrapeso. En este caso los especialistas recomiendan terapia del comportamiento y medicamentos para aliviar los potenciales daños fisiológicos.
-Trastorno de evitación/restricción de la ingesta: Este trastorno es cada vez más común y afecta al 3,2 % de la población infantil. Se caracteriza porque los afectados comen muy poco y/o tratan de evitar ciertos alimentos. En su origen puede encontrarse una mala experiencia como un atragantamiento.
Puede causar problemas nutricionales severos y riesgo de muerte. Es habitual que conduzca a la pérdida de peso y quienes lo padecen muestran un desinterés general por comer, rechazo intenso a ciertos sabores, texturas, colores u olores.
-Pica, comer lo no comestible: Es uno de los trastornos alimenticios menos conocidos por la población general, aunque cada vez afecta a más gente. Consiste en la ingesta regular de sustancias no alimenticias como tierra, tiza o pintura. Es más frecuente en personas no neurotípicas, es decir, con trastornos del espectro autista o síndrome de Down. Su tratamiento más eficaz son las terapias de modificación conductual.
Fuente: EFE.