En el país se producen 750.000 toneladas de productos marinos y 40.000 toneladas de origen continental. Por eso decimos que Argentina es un país en el que el pescado es de fácil accesibilidad. Sin embargo, los argentinos consumen solamente entre 5 y 7 kg de pescado al año per cápita y esto, según datos de la FAO, es un 30% menos en comparación con el resto de Latinoamérica.
Debido a la abstinencia de carnes rojas durante la Semana Santa ese consumo aumenta considerablemente. Pero más allá de esos días puntuales, no se trata de un hábito constante ya que durante el resto del año, cada persona consume menos de 100 gr (1 filet- por semana). ¿Por qué sucede esto?
Una de las principales razones es por falta de hábito. Asociada a ésta, una cuestión cultural: el hecho de ser por excelencia, un país productor de carne vacuna, hace que los productos provenientes de nuestras extensas costas no tengan, muchas veces, adecuada promoción.
Además, se desconocen todas sus variedades y es una carne que, generalmente, no se sabe cómo prepararla ni con qué alimentos combinarla. Pero lo fundamental es que muchas personas, todavía, asocian la comida con el placer y el gusto y no en relación a los nutrientes que el cuerpo necesita.
Los nutricionistas recomendamos incorporar el pescado en la dieta diaria al menos dos veces por semana, básicamente porque aporta los ácidos grasos esenciales que no están presentes en otros productos naturales. Por otro lado, el pescado presenta menos colágeno que otras carnes, particularidad que lo vuelve más tierno y de fácil digestión. Es muy rico en nutrientes, posee proteínas, vitaminas, minerales y ácidos grasos. Estos ácidos grasos Omega 3 que sólo la carne de pescado aporta, otorgan un efecto protector o preventivo para patologías cardíacas, elevan el nivel de colesterol bueno, regulan el nivel de lípidos en sangre y reducen la presión arterial. Además, colaboran con el desarrollo neurológico, lo que lo hace un nutriente esencial para el adecuado desarrollo del cerebro y del resto del sistema nervioso de los niños. También disminuyen el riesgo de enfermedades neurológicas como la depresión o el Alzheimer. Los ácidos grasos Omega 3 se encuentran presentes en alimentos como el pescado azul (caballa, sardina, anchoas o arenques) en los mariscos y en fuentes vegetales como el aceite de soja, el aceite de canola, las nueces y las semillas de linaza.
En caso de no consumir con frecuencia estos alimentos, también existe en el mercado la opción de suplementos dietarios que aporten Omega 3 a través de los ácidos grasos EPA - DHA - ALA. También es importante mencionar que los pescados blancos como por ejemplo el bacalao, besugo, gallo, merluza, rape, lubina, corvina, dorada, lenguado y rodaballo, se diferencian de los pescados azules, principalmente, por la cantidad de grasas en su composición. Los pescados azules, también llamados pescados grasos, ofrecen un aporte graso superior al 5%, mientras que los blancos no llegan al 2%, aportando menor cantidad.
Un tipo de alimentación saludable y equilibrada puede realizarse a través de la dieta mediterránea compuesta por cereales integrales como pan, pasta arroz y vegetales crudos y cocidos que deberían estar presentes en las dos comidas principales del día. La particularidad que tiene este tipo de alimentación es el tipo de grasas que incluye a través del aceite de oliva, un elevado consumo de pescados y de frutos secos. Entre los beneficios que este tipo de alimentación aporta a la salud se destaca el tipo grasa que lo caracteriza, las proporciones en los nutrientes principales dónde los cereales y los vegetales son la base de los platos y las carnes la guarnición. Además, es rica en micronutrientes por la utilización de verduras de temporada, hierbas aromáticas y condimentos.