La inteligencia emocional remite a un conjunto de destrezas y conocimientos que se vinculan con el procesamiento de lo que se siente. Es por ello que, a través de distintos métodos, es de suma importancia que desde las bases, las y los niños cuenten con educación pensada desde esta perspectiva para poder adquirir herramientas que servirán en el presente y futuro.

En este aspecto, distintos especialistas sugieren trabajar las emociones principalmente en la familia, para luego profundizarlas también en clubes, escuelas, y demás espacios de convivencia con otros. Esto ayudará a percibir, comprender y regular las propias emociones, así como empatizar con lo que a otra persona le pueda estar sucediendo.

Educación socioemocional

Con este nombre, expertos señalan al proceso de formación y conocimiento de las habilidades que permitan expresar, comprender y regular emociones. De esta forma, se logra optimizar y promover el autoconocimiento, toma de decisiones e, incluso, la empatía.

En este aspecto, profesionales de la salud mental determinaron un decálogo de consejos para una mejora en el desarrollo de la inteligencia emocional de las familias:

-Las emociones son un signo de fortaleza

Las emociones son un rasgo de fortaleza y no una debilidad como creen muchas personas. A lo largo de la vida las personas se enfrentan a situaciones complicadas en las que saber gestionar las emociones será un punto a favor.

-Todos pueden mejorar su inteligencia emocional

Por este motivo, es muy importante la educación de los niños desde pequeños. Independientemente de la edad o características personales, todos pueden hacer mejorías en este aspecto.

-Aceptar para poder manejar

Todas las emociones surgen por un motivo en particular. Para manejarlas de forma inteligente, se debe aceptar que forman parte de las personas. En ocasiones se ocultan aquellas emociones que hacen sentir incómodos o indefensos. En los casos donde la solución no es fácil o no existe, lo mejor es aceptarlo y empezar a manejar desde ahí las emociones que se están experimentando.

-Expresar honestamente lo que se siente

La expresión adecuada de los propios sentimientos, requiere buscar una respuesta equilibrada y acorde a los propios objetivos. Se tiene la creencia de que los pequeños tendrán inteligencia emocional cuando sean capaces de no enojarse, pero eso no es así porque siempre habrá situaciones en las que sus emociones los lleven al enojo y es normal. Cuanto más se reprime una emoción o es negada, puede manifestarse en forma psicosomática. Sí será importante entender qué se está sintiendo para saber cómo autoregularlo o solicitar ayuda en caso de no poder hacerlo.

-Identificar los propios disparadores

Existen dos tipos de disparadores, por un lado los disparadores externos, que son aquellas cosas que suceden alrededor como un cambio de planes, una noticia negativa o un comportamiento agresivo de otra persona.

Por otro lado, los disparadores internos que pueden ser independientes de la situación que se esté viviendo y tienen que ver con las propias creencias y pensamientos. Deben identificarse para trabajar en ellos y, sobre todo, la importancia de distinguir entre las emociones y los comportamientos.

-El lenguaje, el mejor aliado

Siempre se debería pedir permiso sutilmente a los niños para hablar de sus emociones. En este sentido, hay que tener cuidado porque no se le puede preguntar al niño qué le pasa y pretender que lo cuente al instante. Por ello, se prefiere utilizar otro tipo de lenguaje y formular preguntas como: ¿Querés hablar de lo que te pasa? o ¿Te gustaría hablar?

Al comunicar sobre todo algo que se sabe que al niño no le va a gustar, es importante utilizar el lenguaje correcto. En español existen dos verbos muy importantes que son ser y estar y deben usarse correctamente. Es decir, si en un determinado momento el niño o la niña hizo algo mal, por supuesto hay que corregirlo, pero hay que hacerlo utilizando el verbo estar y no el verbo ser. El ejemplo sería: Ahora en este momento no lo estás haciendo bien, o en este momento estás gritando a mamá; a diferencia de decirle "sos malo para esta determinada situación", lo cual se vincularía a la identidad del niño.

-Estrategias para manejar lo que se siente

La regulación emocional es la habilidad más compleja. Entre las técnicas que se pueden enseñar a los hijos, se destaca la de manejar el foco de la atención dirigiéndolo hacia aquellos aspectos de la situación que interesan y aprendiendo a reinterpretar el evento desde una mirada alternativa.

-Potenciar un ambiente óptimo en familia

Compartir emociones no es fácil y por eso, es importante que los niños se sientan en un clima de confianza plena en el que desenvolverse mejor. Hay que crear un espacio para hablar, un espacio en el que los hijos se sientan seguros. Muchas familias viven con mucha prisa y el único momento que tienen para hablar es cuando están en el auto de camino al colegio o de vuelta a casa y esto hace que muchos niños no paren ni se sientan cómodos para hablar.

Una de las cosas que suelen recomendar los psicólogos es defender las cenas en familia, donde se puede dedicar un tiempo para hablar sobre las emociones, generando un diálogo tranquilo basado en la inteligencia emocional. Saber qué espacio les da seguridad a los hijos, cuándo es el mejor momento y proponer temas de conversación pero no forzarlos, ni convertirlos en un interrogatorio.

-Fomentar el vínculo con los hijos

Se recomienda: Conectar, desde la mirada respetuosa, con el mundo interior de los niños; Reflexionar a través de la comunicación; Empoderar haciéndoles confiar en sus propias habilidades; Atender permitiendo sus emociones y necesidades.

-Los adultos, el ejemplo

Educar con inteligencia emocional es un reto que debe de estar presente en la familia. Para poder enseñar a los niños a manejar sus propias emociones, tienen que sentir que lo mismo se traduce con el ejemplo. Como adultos, las personas también saben como controlar lo que sienten.

Fuente: EFE Salud.